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Full text of "Opiniones literarias; prosistas uruguayos contemporáneos, con un prólogo de Víctor Pérez Petit"

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ALBiaU'O LASPLACES 



i 



OPINIONES LITERARIAS 



(PROSISTAS URUGUAYOS CONTEMPORÁNEOS) 



CON UN PRÓLOGO DE 



VÍCTOR PÉREZ PETIT 




MONTEVIDEO 

Editor: CLAUDIO GARCÍA 
Wl - CALLE SABAKÜÍ - 441 

1919 




OPINIONES LITERARIAS 
(prosistas uruguayos contemporáneos) 



Obras editadas por LA BOLSA DE LOS LIBROS 

441-eHLLB SHRaNDÍ-441 



Lasplaces (A.I.— « Literatos Urugunyos Coiitoiii|)oiá- 

iieos». Prosistas $ 0.80 

Agorio (Adolfo) («Jacob»).— «La Fragua», apuntes de 
la Guen-a europea, 1 t., $ 0.40. - «Fuerza y Dere- 
cho». Aspectos morales de la Guerra europea, 1 t., 
$ 0.50.- «1.a Sombra de Europa», nuevos concep- 
tos de la Moral, 1 tomo » l.OO 

Cruz (Alcides). - «Incursión del General Fructuoso Rive- 
ra a las Misiones» > 0.40 

Bécqucr iGustavo A.). —«Rimas», con una nota preli- 
minar de Leoncio Lasso de la Vega y un canto 
por G. del Busto . » 0.30 

"Almafuerte" (Pedro Palacios).- «Ap-ístrofe», poema.' » C.IO 

— «Poesías», con un estudio de A. Lasplaces . . » 0.85 

— «Nuevas Poesías» y «Evangélicas», con lui estu- 
dio del Dr. Alfredo Palacios > 0.35 

Acosta y Lara (Federico E.).— «Lecciones de Derecho 

Constiuieioual e Instrucción Cívica», 1 tomo. . » l.(X) 
—«Comentario de la Constitución Uruguava de 
1918»— 1 tomo ' . . . O 30 

— «Porvenir del Derecho público externo. De la 

justicia internacional» » 0.40 

líolltnian.— Química inorgánica (en español), 1 t., tela » 6.00 
Sayagués Laso (U.).— «VisUia fiscales», con las sen- 
tencias correspondientes, 3 tomos . C.50 

— «La Investigación de la paternidad» 1 t., 450 págs. » 2^00 
— «Cuestiones Jurídicas», 1 tomo de 400 págs. . » ;-).(X) 

Kubéu Darío.— «Prosas Profanas», con prólogo de José 

E. Rodó .0.35 

„ -«Azul» » O d5 

Barrett (Rafael).— «Diálogos, converfaciones y otros es- 
critos» » 9.35 

Zola (Emilio). — «El Ensueño» 2 tomos. » 0.50 

líoxlo (Carlos).— «El Libro de las Rimas» .... » 0.35 
Zorrilla de San Martin Juan. — «Detalles de Historia 

Ríoplatense», 1 t » O 50 

—«Tabaré» y «La Leyenda Patria». .... » 0. 50 

Haetcrlinck (Mauricio).— «La Muerte», «La Vida de 
las Abejas», «La Inteligencia de la.s Flores», «Los 
Dioses de la Gueri-ci» (cada voliimeii'» .... » 0.35 
Ingenieros (José). — Significación histórica del inaxi- 

mali.smo » 0. 10 

C'anipoanior (Ramón de).— «El Tren exp.-cso» . . . » 0.10 
Mellan Laflunr (Luis)— «La acción funesta de los Par- 
tidos tradicionales en la Reforma Constitucional» » 0.60 
SJghele (Scipio) —«Las Ciencias Sociales y sus aplica- 
ciones». VersiÓH..castelIana de Alberto Lasplaces. 
Obra recomendada por la Dirección de Instruc- 
ción Primaria »1.00 

Mas de Hyala (Isidro) — Lecciones de Química' 

Inorgánica, 1 tomo de 160 pás;s , » 1.20 

liabindrannth Tiigore— La Luna Nueva, 1 tomo . . » 0Í35 

La nueva Constitución » 0. 10 

Ainado Ñervo — «Perlas negras», 1 tomo. . . . . » r,..óO 

— «Soledad», 1 tomo » 0.25 

—«Florilegio», 1 lomo > 0. 20 

Del Campo (Estan¡slao).—«Fausto» (poesías criollas) . » 0.25 
Poe (Edgardo)-» Poemas » 0.30 



ALBERTO LASPLACES 



MES LlTiMÜS 



(PROSISTAS URUGUAYOS CONTEMPORÁNEOS) 



CON ÜN PRÓLOGO DE 



VÍCTOR PÉREZ PETIT 




MONTEVIDEO 

CLiAUUlO OAfirJlA, Editor 

enLLE SARnNDf, 44I 

191tJ 







Imprenta "^1 Siglo Ilustrado", San José, 938 



PROLOGO 



Albet'to Lasplaces, el autor de este libro pur- 
camente rotulado Opiniones literarias, es un 
hombre joven, un espíritu bien- nutrido de lec- 
turas, un ente rio moderno, pero muy juiciosa 
y ponderado. Su vida^ toda su vida, podría con- 
tarse en cuatro rasgos de pluma: es una vida, 
que llena por completo el ansia irrefrenable de sa- 
ber, y al cabo^ un único, pero h.ondisimo- dolor. Na- 
ció en Montevideo, en el año 1887, y cursó los es- 
tudios reglamentarios para graduarse maestro. Ac- 
tuaUnente, desempeña él cargo de Subdirector del 
Instituto Normal de Maestros; y a la vez, respon- 
diendo a sus inclinaciones ptrw dísticas, escribe los 
editoriales de la sección ''Exterior" del gran me- 
tropolitano que es ''El Día". Nada más. En su vi- 
da no hay accidentes ni aventuras, de ésos que sue- 
len hacer romancesca la existencia de un escritor. 
Es lo que él mismo me confesara no ha mucho tiem- 
po todavía: — "A mi no me ha pasado nada que 
no sea común e insignificante^ nada que no sea des- 
provisto de interés''. — Pero, si la vida de este 
hombre joven no da tema a los rebuscadores de 
anécdotas y a los ccleccionistas dé típicos sucedí- 



6 ALBERTO LASPLACES 

dos, en cambio puede resultar interesaniísima para 
el que, remontándose más alio, sabe desentrañar 
una C7iseñanza moral de las características perso- 
nales de un caractar. 

Es Lasplaces un luchador que todo lo que es y 
vale se lo debe exclusivamente a la virtud de su es- 
fuerzo propio. Si ha triunfado y se ha impuesto 
en nuestro medio, tan cicatero de suyo para reco- 
nocer el nitrito extraño, no es ciertamente porque 
haya acudido a la reclame y otros medios ilícitos, 
muy frecuentes en los muchachos que hacen sus 
armas en el coso dé las letras. Modesto y reserva- 
do, no buscó jamás el aplauso popular ni la ayu- 
da de camarillas y amigos complacientes. Empezó 
a estudiar como todos los estudiantes; más ense- 
guida se diferenció de ellos porque no estudiaba 
para conseguir un título académico, sino porque 
tenia hambre dé saber. Asi, al propio tiempo que 
almacenaba aquellos conocimientos que exigen los 
programas pedagógicos para cimentar una carre- 
ra liberal, dio suelta a las alas de su espíritu, ga- 
noso de luz e inm^ensidad, y siguió leyendo y es- 
tudiando ex-cathedra como un poseído. Toda su 
juventud es eso, nada más-, una ininterrumpida 
gimnasia intelectual, una vigilia perpetua sobre 
los libros^ un glorioso triunfo de Ariel sobre Ca- 
libán. Mientras los otros muchachos, con precoci- 
dades dionisíacas, sólo aciertan a ornar sus sienes 
con pámpanos y rosas, él, muy juiciosamente, no 
tuvo más premioso cuidado que cultivar su jar- 
dín interior para hacer retoñar en él las flores 
luminosas de la sabiduría. La palidez de su rostro, 



OPINIONES LITERARIAS 7 

la melancolía de sus pupilas, la gravedad que se 
incrusta en la comisura de sus labios, no le fue- 
ron dadas por Afrodita : Miiierva es quien le ha 
estigmatizado así, después de haberle sorprendi- 
do un año y otro año, toda su vida juvenil, sobre 
los libros, bajo la tenue caricia de la lámpara noc- 
ía )nb vía. 

Entonces, a los treinta años, Lasplaces fué nn 
artífice y un pensador. En un volumen de versos, 
que intituló "Salmos a la Vidla", dijo toda la 
gloria de la existencia sana y fuerte, de la luz que 
vibra en el espacio, del movimiento que anima a 
los orbes. Yo nunca he comprendido que almas en 
flor, corazones juveniles, mentalidades recién 
abiertas al mundo, como no sea por ''pose" o 
imitación^ den de exprofeso en la elegía, y ca'nten 
desesperanzas, am-arguras y dolores que parecen 
ser, lógicamente, atributos de otra edad de la vi- 
da, aquélla qué agostan los cierzos otoñales. La 
juventud briosa y fuerte, sana y ensoñadora, ríe 
en el aire azul, conmueve los ecos de los prados 
con sus loa-i triunfadoras^ estala las cimas para 
poner sobre ellas las rosas de fuego de su sangre 
transparente y el altivo resplandor de su avasa- 
llante idealidad. Y de todo esto hay un poco en 
los versos límpidos y armoniosos de Lasplaces. No 
llora y se desespera tras mentidos dolores y fin- 
gidas adversidades ; se regocija dé vivir y canta el 
triunfo de la vida. Es sincero, es franoo, es ho- 
nesto en la exteriorización de sus sentimientos, — 
y por eso es tan distinto de los poetas melenudos 
y llorones dH viejo romanticismo y de los enccr- 



8 ALBERTO LAtíPLAGES 

setados y fríos del decadentismo vulgar. Oídle: 
"Es mi frescura la de veinte años, — tierra ma- 
ravillosa de alegría; — yo no sé lo que son los 
desengaños — ni he visto nunca a la melancolía." 
Y más adelante: ''No conozco el dolor ni los agra- 
vios, — es una fiesta azul la vida mia; — la risa 
sei prendó de mis dos lahio-s, — justo, es, pues, a 
lo menos, que sonría. — Amo la vida con mi amor 
primero, — amo de la mujer el dulce hechizo, — 
la libertad como un aventurero — y a mí propio 
lo mismo qxie un Narciso: — Mi riqueza és tan 
grande como el mundo; — no hay un palacio co- 
mo mi palacio; — soy mi&erahle como un vaga- 
hundo, — millonario de estrellas y de espacio." 
Mientras cantaba a^í la gloria del vivir, en ver- 
sos de un timbre gorgeante, que es el timbre de 
las alondras matinales^ L:isplaces, en otras horas 
de retraimiento y meditación, disciplinaba su es- 
píritu en el estudio de problemas de verdadera 
enjundia social. Para certificar esta dexteridad 
mental, este doble juego de su robusto pensamien- 
to, no hay más que recordar algunos de los muy 
encomiables trabajos que lleva publicados: "Gé- 
nesis idie la revuelta", una disquisición sobré el 
origen de nuestras guerras civiles; "Las ciencias 
econ(5micas y sociales y la aicción de la escuela 
priinairiia", conferencia pedagógica; "Cünieo nue- 
ses de ignerra") diario de un cspíñtu ante la in- 
mensa demencia de la guerra europea y "Los pa- 
lmitos", drama social, cuya tesis sacudió una» 
sala rebosante de espectadores con la estimulante 
energía de un vibrante latigazo. 



OPINIONES LITERARIAS 9 

Obra de pensador y de artífice, — he dicho abi- 
tes; — Ése será el doble Ululo con que clasifi.que 
a nuestro escritor el crítioo o exégcta que algún 
día escriba la historia de nuestra literatura. Si 
por el cuidado de la forma, — limpia de: oropeles 
y clara como un chorro de agua cristalina^ — cabe 
clasificar a Alberto Lasplaces en el núcleo de nues- 
tros buenos artistas, por la valentía y seriedad de 
su pensamiento, por su amor de las ideas avanza- 
das y Sil respeto del pueblo, forzoso será clasifi- 
carlo entre nuestros más celebrados pensadores. 
Su obra total, por muy dispersa en cinco- años de 
vida periodística, acaso escape ahora a la visión 
de sus amigos y compañeros, mus no podría pa- 
sar inadvertida para el hombre de estudio que 
venga a desentrañar los reales valores de esta 
gran época de reconstrucción y de co-nquistas so- 
ciales que nuestro país está viviendo desde hace 
algunos años, Y entonces sera el momento en que 
pueda juzgarse con acierto y verdad la hermosa 
labor que ya lleva cumplida el joven Lasplaces. 

Del libro que tienes en la.^ mcinos, lector, nada 
debo decirte. Tú eres quien juzgará de su mérito 
y significación. Yo he cumplido mi deber con pre- 
sentarte a su autor: ya sabes que no es un quídan 
cualquiera, ni siquiera uno de esos autorcillos 
burgueses, muy relamidos, muy celebrados, que 
no conmueven la digestión de nadie porque nin- 
guna substancia ponen en lo que debe ser digeri- 
do. Trátase de un escritor fuerte, sincero y iiohle', 
que tiene el valor de sus juicios y que sabe a las 
vécss imponerlos por la refhxión y el sólido ra- 



lO ALBERTO LASPLACES 

zonamiento^ — no a tratwazos ni arhür ariamente 
como suelen hacerlo los atrevidos e insinceros. 
Acaso algunos juicios consignados en esta obra 
choquen eon tu modo de pensar {yo mismo no 
comparto varias de sus apreciaciones sobre Rodó 
¡j Ernesto Herrera, pongo por ejemplo); pero 
siempre adniirarás en él la franqueza e hidalguía 
con que: procede el señor Lasplaces. Esta ruda 
franqueza y esa caballeresca hidalguía son, jus- 
tamente, los mejores títulos que puedo señalarte 
(-n el libro Opiniones litekapjas, porque, rom^ 
piendo abiertamente con muchas ideas corrientes 
y C071 mucltos fallos pasados en autoridad de cosa 
juzgada en la conciencia pública, el autor se atre- 
ve a decir todo lo que piensa sin cuidarse dé ha- 
lagar a nadie y sin temor de herir a los que le 
leen. Por lo demás, — debo apresurarme a decir- 
lo, — no hay en esta obra virulencia ni ensaña- 
miento contra nadie: los mismos fallos adversos, 
tienen una seriedad y rectitud que los equilibra y 
ennoblece. Lasplaces responda plenamente a la co- 
nocida sentencia moral de Janet : "No siempre es- 
tá bien decir todo lo que se piensa; pero es nece- 
sario cuidarse de albergar en el pensamiento nada 
que no pueda decirse." 

VÍ(-TOR PÉREZ Petit. 



Adolfo Agorio 



Su obra literaria 



Adolfo Agorio ha concebido tres hermosos libros 
sobre el tema apa'^ionante y idealurabrador de la gue- 
rra europea. En el último, titulado "La Somibra de 
Europa", afirma que esa somibra comienza a en- 
volvemos, habiendo llegado ya hasta nuestra 
América "el soplo trágico de la guerra, el grito 
desapacible die la matanza". Dedloailo a la inte- 
lectualidad franciesa, agiradecieindo de este modo 
el nombramiento correspondiente con que la so- 
ciedad "Gens de Lettres" lo distinguió hace poco. 
"Quiero que este libro, — dice Agorio, sea la 
respuesta «>scura y profunda al hono>r que me ha 
discernido la intelectualidad francesa, re'^'puesta 
oscura porque nace en la neilnlosa de las psicolo- 
gías, en la incertidumibire que nos enseña a medi- 
tar, y profunda porque todia ella e> pensíiuiiento 
enérgico, volioión y sinceridad". 

La incorporación d)e Aigorio a la sociedad 
"Gens do Lettres", cuyos correiponlcllientes fuera 
de Francia son uiuy iciontaclois hasitia el punto de 
que ©s Agorio de los muy pocos que existen con tal 
título en América del Sur. es un honor insigne que 



12 ALBERTO LASPLACES 

Dada tiene de lextraordinario si consideramos los 
méritos conquistados por níue&^tro joven escritor en 
los pocos años que escribe para el público. Ningún 
literato de América ha luchado como él con tan 
sonrient'C voluntad, con fe tan inconmovible por 
la dulce Francia amioniazada por el zarpazo trai- 
dor de la garra teutónica>. Ninigún defensor más 
brillante que nuestro oompatriotaj de la ca-usa de 
la gran república que aitrae en unánime ondula- 
ción los votos fervientes diel mundo civiliza,dOj y 
siniiboliza en estos tiempos de ásperos- cataclismos 
la inquietud aristocrática idiel espíritiu y la (proa 
fulgurante de la libertalcl Sus tres libros, "La 
Fragua", "Fuerza y Derecho" y "La ¡Sombra 
de Europa" componen lo más jugoso, lo más ex- 
presivo (de io que se ha dicho en nuestro conti- 
nente a favor de la gran nación latina, cumbre 
armoniosa de la raza, a la cxjal dedica su segundo 
libro con estas palaliras dle ardiente emoción: "Al 
genio revolucjionario d^e Francia que traaó con 
sangre y no con frases los destinos de la Huma- 
nidad; al gran pueblo francés, masa anónima de 
soñadores y obreros, que ha sabido abrirse cami- 
jio con la idea y con el fusil, con el cerebro y' con 
la bayoneta ; a la Francia rebeldle de 1789, de 
1844 q de 1871; a la Francia pacifista de 1914; a 
los trabajadores que cambial on de pronto el sa- 
crificio del taller ,por el heroísmo del soldado; a 
los siacerdoteál, a los cam\pesinos, a los menestra- 
les, a los maestros humilidles, a toldos los que aman- 
dt» locamente la existencia n( han temido el mi- 
nuto supremo y han inmolliadr la vida al pie del 



OPINIONES LFIT RABIAS 13 

ideaJ, dedico estas páginas dt siifirimiento. die se- 
renidad y de recaierdo-'. 

Adolfo Agorio siirgk') al granJdle y al pe(iueño 
púlilico con el estallido iiiisniü die la giuerra. Ha¡y' 
cireunstancias que revelan urna -p oten eoialli dad has- 
ta entonces oculta, y ésta fuf- una de las que han 
operado tal milagro. De ninguna manera está en 
mi ánimo en este momento, que solías las eireuiiis- 
tancias externas y providenioiailes pueden provo- 
car un fenómeno así. Tcldb depende de una ar- 
monía, cuyo secreto no poseemos y no poseeremos 
quizá munt'a, entre las impulsiones de fuera y las 
energías latentes del interior. Lja eáeneia sale 
siemipre de los dominiasi dIe los extremos, — an- 
cho campo donde a su gnsto brincan las pasiones 
y donde edlifiea sus quiimórieos y' pacientes casti- 
llos la Metafísica, — paria amoldarse a la línea 
recta y horizontal del equilibrio. Sonios ignoran- 
tes porque no somos diueños de esa facultad del 
equilibrio que adiVinanios llenos idte respetuosa 
admiipación en todbs los fenónienos natturaleR. das- 
de los más humildes y microscópicos haRta los más 
vastos y universales. Hay quién sostiene qne el 
genio es un simple proidiucto de lais cireunstancia-S. 
Cítase el baño de Arquímedes, la manzana ílle 
Newton. Pero se olvidan los factores persona- 
les, Se desdeñan loo proeesor. psicológicos, la ri- 
queza cerebral, la potencia intuátivia. lAéafío an- 
tes de Arquímedes no sJe habían bañado los hom- 
bres y" nadie vio caer una manzana antie? que el 
físico inglés? La pecrsonalidbd liteiraria de Ago- 
rio surgió con la gnierra porque e^lla i&ué el centro 



14 ALBERTO LASPLACES 

de mayor atracción, — al decir de Spencer, — 
que lo hizo arrojar, lleno de oi^ullosa temeridad 
a la arena vibrante de la lucha de ideas. Desde 
las coluiTinas de El Día, se dio a conocer a finéis 
de 1914 en valientes artículos (pe firmó con el 
pseudónimo de ''Jacob". Aquella prosa enérgi- 
ca y deslumbrante, rica en conceptos y talladfei 
como la joya de un artífice llamó de inmediato 
la atención ; la fama fué a poco consolidando su 
nombre, el que aventó hacia los cuatro horizontes 
con las voces de bronce de su agudoi-i clarines. Hoy 
ya ol triunfo es suv'o, ese triunfo por el cual sus- 
piran tantos y que a tan pocos dSiatingue con la 
fresca corona de sus vendíes laureles. 

La prom de Agorio tiene la virtud sustantiva 
de la prosa: la seducción. Quiere decir con esto 
que eorivida, incita, embriaga, dtesluimíbra. El lec- 
tor que comienza los primeros párrafos ya no 
abandona los dtemás. no importa el tema. Ooirao 
todos los maestros en el arte de escri])ir, sabe ha- 
cer intiei'esante lo má? trivial, exponer novedosa- 
mente lo trillado, descubrir un mundo en donde 
nuestra cegued^ad" sólo encuentra un vacío. ¡Qué 
níágica y suntuosa facultad esn de enriquecer ge- 
nerosamente todo lo que cae ba-jo el dominio de 
la actividad cerebral! ¡iCjómo surgen enicantado- 
res oasis en la diesolación abrasadla de los más vas- 
tos desiertos' Quizás, en último análisis, la misión 
del escritor no sea otra cosa que esa: encontrar as- 
piectos inesperados a las cosai?, transformar Ja 
realidad con la varita miágicia de la imaginación; 
hallar el milagro, en medio de la monotonía; ex- 



OPINIONES LITERARIAS 15 

traer la excspción de la vulgarildlad. Tod^o se ha 
didio, ¡ah, sí!, pero no se han agotiaido las iiia- 
iiicras de decir. La foeniidklad del pensamiento 

iliiiüta'ía euando le ,^>onríe la fonrma eotno a mi 
s.itiro mía ninfa dosnuda. La palabra es un in«- 
triwnento niaravÜloio, Guyasi sonoridades jaimáa 

agotan, y que y'a puede er-volverse en la poiu- 
pa de uai manto oriental d'e rutilante fantasía, 
como imiitar sobiie la serenidad diel cielo impeca- 
ble y profundamente azul, la eleigancia suprema 
de una colmiiaia helénica. Los libros de Agorio 
,se han impuesto ante todo por su estilo lleno de 
pMsional empuje que trasmite al lector la fe su- 
g'estiva y la emoción anhelante del escritor. De- 
liciosas e inquietas caen las palalbras como sol>re 
el gladiaidbr antiguo la red sutil áe acerada? 
músculos. Pero al dominarlo, saiciiide sus nervios, 
lo extremece, lo atre como el vértigo, lo arrastra 
como el torbellino. Al objetivarla para interpre- 
tarla y definirla, podría decii que la prosa de 
Agorio es un haz de relámjpagos sombre el tencio- 
pelo oscuro de la noehe. Ninguna languidiez se 
l>einnite, y arroja sus ideas en pequeñois y nervio- 
sos puñados de palabrais sonoras como un semi- 
brador de semilla. Toda su obra está escrita asi 
Como en los cuentos de ensueño, teje su tela con 
protegieses diaim antes, rubís de fuego, limpios to- 
paicios y candidas esimeraldas. Y es tan grande su 
prodigalidad, que brinda estas rdiquezas con una 
bella alegría juvenil, como quien confía en un te- 
soro inagotable sin cesar renovado, como aquel 



16 ALBERTO LASPLACES 

j)cira el que no existe la toTtiirante y angustiosa 
inwguita 'diel mañana ! 

Agorio lio es un escritor analítáoo; no ainnoni- 
za eon su viril inipaciencáa la tarea estéril e in- 
sípida de los <iue feuiscan la pied:ra filosofal por 
efecto de desiconiposiciones sucesivas que aspirací 
no al fondo íntimo, sino a la. expresión menor y 
atomística de las cosas. Sus escritos están ilumi- 
nados perennemeinte por un entusiaismo contagio- 
so, armados con la potencia dlútil de lasi ideáis y la 
gracia femenina de las palabras dilectas. Por eso 
es bien de explicaji^se quie la guerra europea, con 
su dimensión epopéyica, ha/ya venido a oifrecerle 
un tema al cuial se adaptan por entero sus cuali- 
d^des dánámioas aignzadas por el lesrpectáculo fa- 
buloso de la gran tragedia. La guerra parece ha- 
ber estallado para él, excliisiva.menitle. En *'La 
Fragua " desfilan váisiones terribles; hay cargas 
hululantes an imiedio de los campos careonnidos por 
los obuses; bosques enteros dlerribados como por 
un solo liacliazo formidable y seguro; agonías que 
esipeluznan en pantanos infectos, mientras los lo- 
bos aguzan sus largos colmillos que resplandecen 
lívidamcinte a la luz idle una luna fúnebre e inmó- 
vil; imonstruosos ztepelines que recomen el cielo co- 
nLO nu]>es riígidas de muerte y de espanto; gritos 
de ánimo; fanfarrias de victoria; tropeles ensor- 
decedores; diabólicos entreiveros. Ruige la batalla, 
y como al decir de Hugo, en Eylaai, "los cañones 
se insultan con sus lenguas die fnicgo desidfe lo alto 
de las eolinais". "La Fragua" es lo que expresa 
su. título: un inmenso incendio desde el cualjle- 



OPINIONES LITERARIAS 17 

gan ha^a nuestros oídos los inaTüidlazos sobre el 
hierro del que se forjará el porv'^nir. Es un li- 
bro pictórico. Dá la sensación de que el anitor se 
ha ■eanbriag'ado die color, c«n el cual ha imaginado 
una fiesta bien latina, quemadla por el Sol y en la 
que triunfa la púipura sangrienta, el azul del 
mar y' los tonos voluptuosos y detonantes que ofre- 
cen a laíJ pupilas frenétixíos juegos kaleidoscópi- 
cos y estrepitosos mosaicos bizantinos. Pinta a 
brochazos, sin detenenge en los detalles, no a la 
■manera oífumada y' .pálida de Garriere sino con 
él vigor luminoso dle Angladia. Vm las recons- 
trucciones imaiginativas sobresale por los pasmo- 
so visos de realidad que les preiita. Gusta condu- 
cir la acción y ordeniairla de acuerdo con un fin 
que la justifica. Aisí aparooe teatral pero resulta 
taanbién sólido y completo. Su artiticiosidad acusa 
una mano firme que kibora sin dnidar y que obe- 
debe a los mandatos de un cerebro lúcido que ^- 
be dondle va. Es la artifilciosidad de D'Espar- 
bég, el de "La leyenda del águila", con el que 
tiene puntos de comparación y de coinoiderucia . 

En "Fuerza y Derecho" hay' ya un plan. Y 
además del plan, mayor varied)ad, más serenidad, 
menas pompa verbal. Ahí no está sólo el pintor, 
el imipresionisíta : está también el crítico y apun- 
ta gallardamente el pensador,, el doctrinario. Sus 
semiíb lanzas de Zola, Remy de Gourmont, Baceelli, 
Bergson, Kant, Le Bon, Guesde, ison maigníficos 
bocetos, síntesis felices, precoosas miniaitiuras. Dis- 
cute ahora ] rincipios directores y poniéudbse de 
parte del Derecho hollado, sin caer en la ingenui- 

' OP. UT. — 2 



18 ALBERTO LASPLACKS 

dad mortal de los pacifistas inflexibles, asalta con 
fuertes y ágilas esioiiadrones la atalay'a del impe- 
rialisino germano, diesldle la icnal hace una mueca 
de egolatría deimente el rostro atoírmentado del 
gran Federico. Pone frente a frente dos cultua*as, 
la una agradaible, inquieta, ática, irrespetuosa y 
brillante; lo otra pesada, llena de sufijciencia, pa- 
ciente, erudita, dogmátiica. El gallo altivo d¡e cres- 
ta roja en peripétuo «aibeceo, se enoresipa y aguza 
sus largas y punzantes armas ante el empuje fé- 
rreo del águila prusiana, miope y e^eroidál, acora- 
íiada y lenta coaiio un ancJio paseante de la "Frie- 
driohstrasse " Agorio defiende la causa latina 
con una briosidad bien aoncriicana. Exaimina los 
nuevos valoras naicidos con la guerrai, lo que no 
le impide expurgar el rioo filón del pasado, al cual 
redivi've en páginas inolvidabIe,s, sobire todb aque- 
llas que sie refieren a la gran revolución liberta- 
dora, cuj'as figuiras magmas desfilan como meteoros 
enoegueeedoreSj rodeados de una ajureola de laica 
santidiaid. Pasa ol cadalso, erguido como una lira 
en un rincón húmedo de la plaza de la G-réve. 
Pasan los sams-culottes, desastrados vengadores de 
la larga miseria popufliar. Pasa Santerre, mons- 
truo de alma cruel y sanguinaíria, infantil y bon- 
d'aJdosa. Pasa Vajkny, la nueva Bouvines, la pre- 
cursora de La Marne, envuelta en el polvo heroico 
de una carga épica de los coraceors de Keiler- 
mann. Pasa la Marsellesa, como un turbión de 
energías delirante^, como una gigantesca y rítmi- 
ca reapiracióin de la libertad. La Francia republi- 
cana, dé la cual surgió como rico fruto el mundo 



OPINIONES LITEBAEIAS 19 

democrático moderno, se refleja entera en sus per- 
filos más legendarios, en sus más gloriosas efeiné- 
rides. Vienen despuét^ tres cuadros históri<ios de. 
Ríusia, la vencedora de Carlos XII y die Napo- 
león, los dos austeros capitanes que hicieron de la 
guerra un sacerdocio y vivieron perpetuiamente 
arrastradcis por ks toranentas que descncaideniai- 
ron, quemándose al fin en síu luz, como lias inla- 
riposas. Sigilen varios bocetos que bien puedJen 
iniduirse en ''La Fragaia". Y termina el libro 
con tres reconstrucciones maravillosas de las tres 
batallas ded 1914: Obarleroi, La IMame y Flan- 
des, que podrían fiígurar dignaímcnte al lad^o tíle 
las descripciones imniortales de Stbendal y Hugo. 
Completa) la maígnífica trilcgía. este fresco y se- 
sudo volumen "La sombra de Europa". La evo- 
lución d'e Agorio, de la imlpresión al concepto, se 
•dibuja aiquí más rol^ista. El escritor no ha perdi- 
do ningnma de las características sustariciale^ que 
lo han dado perfiles propios. Es siempre el Ago- 
rio nenáoso. brillante, inquieto, riquísimo Nal>ab 
de palabras, henchido dte idleas imjpacientes por 
cristalizarse en fra'ses. ideas que a menudo escapan 
como una cuadiriga irrefrenable sobre la arena del 
Circo. Pero un pligue de seridlealdl pone un en- 
canto de madurez eu la cálida orgía de su imagi- 
nación. El intercambio de ideas y la mirada curio- 
sa y penetrante que dlcítáene sobre la gran trage- 
dia, hacen pensar en una primera cana ennoblece- 
dora y helada en el diamante intenso de una ne- 
gra calbellera. La sonrisa palidece un moraoento 
como un ritmo que calla, y asoma la interrogación 



20 ALBERTO LASPLACES 

muda como un fantasma que se dibuja apenas, 
poro que exisite. Creeríase en ciertos momenitos ver 
aparecer eseritas en fuego las pailabras fatí(iica.s 
fiU)8 amargaron idfe diuda el banquete de Baltasar. 
Buen americano, se interroga, Dleno de aJanira, 
sobre la actitud die nuicstro j(A'en mundo frente a 
la Europa agonizante e, injustamiente a mi parecer, 
fustiga con irreapetnosa ironía a "Wiision por sns 
indecisiones que no explica y lo inclurv'e en la 
falange de los soñadores irresolutos, de los de- 
miag'ügos utopistas. Esa preociupación por la 
América Latina, es después del apuntado, el más 
importante de los perfiles de "La Sombra de Eu- 
ropa". Agorio isostiene la necesidhd de una uiüón 
inmediata e íntima de esas naciones de origen 
hispano, para alean/jaír s|u verdadeí^a autoaiomía, 
no como una graciosa concesión de la^ grandes 
potencias, isino como una derivación gallarda >' 
natural de sii propia fiuerza. Inquiétalo la acti- 
tud de los Estados Unidos uní', vez que finalice la 
guerra y que entonces, "Cuaindo tewnine la pe- 
sadilla universal, cuando se dnsipe la sofmbra de 
Europa, diez millones de guerreros nos contem- 
plarán con o jas voraces. Legiones de soldiados, a 
quienes la contienda europea habrá hecho sobrios 
y vigorosios, buscarán en las riquezas apenas des- 
floradas de South América un eampo esipléudido 
para el ejercáeio d<? sus virtudes". 

No comparto en forma alguna ese temor, esa 
prevención a la que no hallo basie, sobre todo tra- 
tándose de una democi''acia., maestra en Derecho, 
euiya intervención en la guerra en nombre de 



OPINIONES LITER.^IAS 21 

sagrados principios ideológicos apu-estos a béli- 
cas demencias y' a aA'entuiias imperialistas conisti- 
Uiye nna garantía die su coiidnieta futura y un 
laurel de gloria inniacailada que nadie le podrá 
arrebatar. Un exceso de celo lleva a A gordo a pro- 
nunciar es.as palaibras opuestas a la realidad de 
las cosas y' a los acontecimientos que se anuncian 
para el porv^enár. Nuestras naciones aanericanas, 
fieles a los principias sustanciales die la solicHari- 
dad continental, nada deban temer para el futuro 
de la gigantc^sica naei<>n del Norte, y sostengo con 
Lugones que "el panaimen'icanisiino carece de sig- 
nifioación sin los Estados Unidios, qiuie representan 
en América la realizaición del dereciho a la inde- 
pendencia y el triunfo de la democracia " . En 
cambio, estoy de acuerdo con Agorio caiandto afir- 
ma que es necesario nivelar el formidable abismo 
que existe entre el estanoamicnto criollo y' la ci- 
vilización ang'loaimericana. Nue|gtra Amérioa^es- 
pañola debe colocarse a la altura de la época que 
amanece para ser digna d'e ella, y para oeujpar en 
el mundo un sitio de honor y un puesto de van- 
guaiidia. 

Agorio es ya una soberbia realidad en el escuá- 
lido oíaimpo de nuestras letras, implacablemente 
reducido en estos últimos añas a su mínima ex- 
presión por la muerte de Herrera y Reiissig, Del- 
mira Agustini, Florencio Sánchez, Eimesto Herre- 
ra y José Enrique Rodó. Todos los homena.jes 
quio se hagan a áu bello talento los tiene ine- 
reciidlos. Estamos acostumbrados a los honores 
postumos como si no les perdonáraanos a los gran- 



1*2 ALBERTO LASPLACES 

des hombros la cialidad ée serlo sino a precio de 
su vida. Hay que reaccionar. El ejeiniplo nos vie- 
ne esta vez, — como tantas otras, — de afuera. 
Debe halagarnos a todos los uruiguiay'os la distin- 
ción hecha a Agorio por la "Gnens de Lettres". 
Poseemos en él un verdadero escritor en ol sentido 
moderno e integral elle la palabra. Pasaron los 
tiempos on que el literato era un señor áe una 
ignorancia ejemplar que elucubraba largas dis- 
gresiones imaginativas sobre temías triviales. De 
ahí que literatura signitioara banaiidlad, smperfi- 
ciailidad, retórica. Qu'üdan aún algunos ejempla- 
res de esa fauna que se agitan vanamente en el 
vacío a la caza de una popularidad diesdieñosa . . . 
En estos tiempos die luciha apasionadla, tiempos de 
transición entre dos épocas sólidas, las primeras 
condiciones impuestas al escritor son la de la cul- 
tuira intensa, la del gusto depurado y la del aus- 
tero perfeccionamiento diarfio. Y anas inteirei^an 
los que más se interesan por la vida misma y des- 
cienden 'hasta el estiércol para arreibatarle su oix) 
puro. De esa legión, a la que .pertenece Agorio, co- 
mentarista apasionado de la vida liumana en sus 
grandes aspectos colectivos, saldrán la/J grandes 
normas orientadoras del presente y las generosas 
hipótesis, robusta^^ plasmadoras del porvenir! 

Agosto de 1917. 



José Pedro Belláii 



(1) 



José Pedro Bellán no es sólo un desconocido para 
nuestro gran públicQ, — gran, en el sentido numé- 
rico, — el eual se encuentra inoapacitado para ele- 
gir sus manjares literarios, sino que tamipooo es 
familiar en nuestro reducido mundo de las letras, 
a pesar de que hace vairios años que escribe y que 
tiene en su haber — antas que el presente — dos 
libros de indisiflutible mérito: "Amor", un drama 
raro e intenso y "Huerco", .historia^ fantásticas. 
Débese esto a la vida aislada, casi misiamtrópica, 
que hace este escritor a quien hastían icasd todos 
los espectáculos que non placen a los más. Siente, 
como Ili'ien, la necesidad de estar solo, exaspe- 
rado por la tri\'ialidad de los homibres de cuyas 
luchas y miserias no es anas que un distraído espec- 
tador. Cánsale rqpuMón la ^opuilaridad, fácil glo- 
rióla, y no quiere desperdigar su vida gastámdola 
en roces continuos con loi otros homb'res. Quiere 
reconicentrarla ipara gfustarla len toda su €(goísta in- 
tensidad, como un avaro su tesoro, como un ena- 
morado su bien. De ahí que escriba simplemente 
por necesidad p.s'íquica, como todos los verdaderos 



(1) Este artículo figura como prólogo del libro «Doñarr!vmona>, de José 
P. Bellán. 



24 ALBERTO LASPLACES 

artistas y no por vanidad cerno lo hacen uiuolios 
arri\'istas, esclavOvS del ansia d(; figurar a cualquier 
precio. Impresos sus libros, no se preocupó ma- 
yormente por >siu éxito dte librería, ni corrió de- 
trás de los periodista rajenciganido sueltos elogio- 
sos, ni dirigió djediicatorias hipócritas y acarame- 
ladas. Como nunca frecuentó icenácuilos literarios 
tampoco tiene de esos amiígos tpara todos los usoí^, 
de esos amigofí que ayudan a suibir en comandita 
poniendo en (práctica el principio de la soli<l!aridad 
y haciendo áonar ruidosamente, venga bien o no, 
el 'parelie sonoro idel boimbo Jiniíuo. 

Todo ello no es óbice pnra que Biellán posea un 
bello talento y positiva/! y sólidas cualidades die es- 
critor. Tanto en sus dramas como en sus cuentos — 
foraiaá en quje lia preferido hasta albora verter su 
inquietud — acusa un temiperamento original y fuer- 
te, alimentado por bien exltt-añas alegorías. Su pri- 
mer libro de cuentos, ' ' Huerco ' ', seduce y dei^rien- 
ta al mismo tiempo. Trátase de una obra exceipcio- 
nal en nuestro ambiente, poa* la rareza de sus na- 
rraciones atomientadias, producto d'e violentas y 
frecuentes pesadillas mentales. Habría que ir a 
Poe y Maupas^ant para encontrar escenas seme- 
jante!, en las louailes intendene miuicihias veces la fa- 
talidad omnipotente y oscura y bailan su danza 
maicabra los fajntasttnas de la neurosis. La impresión 
es rara porque no es normal ni vulgar, porque pro- 
fundiza y hiere y porque abre en el fondo de todas 
las almias vastos y siniestros abismo? que en vano 
tratamos de colmaír con rosas o de cegar con fáci- 
les músicas que encantan el oído. Los cuentos de 



OPINIONES LITERARIAS 25 

Bellán son todos de exjcepoión y describen con ex- 
traordinaria eñcacia, sombríos estados de conicien- 
cia que reclainan ser diasificadosí dentro de los do- 
minios de la psúquialría. Por írnediio de ellos, el autoir 
demuestra una emotividad delieadísimia, presta a 
vibrar al menor roce, una tendencia natural e irre- 
sistible haeia las dolorosas ir-trosipeocionjes que per- 
miten explorar hasta las más intrincadas brurnaá 
psicológicas, — vselva osiciura. — "Huerco" tiene 
pocos cuentos, tretóe, número simíbólico, pero todo3 
selectos y emocionantes. A ti-avés die ellos aparece 
la vida con un (peirfil mury' distinto a como la vemos 
generalmente. Un manto de^olador pone una ne- 
grura sobre cada celaje, una espina soíbre cada ro- 
sa. Son earficteres humanos, sin ningún velo gene- 
roso, sin ninguna curva que esfume la agresividad 
de los ángulos. Sobre esas energías desibooadas e 
irrespon&'íi})les no hay vestigios de la hueilla de la 
educación ni del ambiente. Se mue^itran en toda su 
temblorosa dlebilidad eamo un cuerpo deforme qne 
se hubiera despojado de las bellar> vestiduras que 
lo hacían aceptal^le y se nos ofrecen en toda su es- 
pantosa y repulsiva desnudez. El pesimismo im- 
placable aprieta coíiujo la lotía a la boca desdlenlada 
del sepulcro. A veces um relámpago de ironía, bri- 
lla como una pineelada excéntrica. Primorosos en 
ese orden son los cuentos "No se sabe cómo"... 
y "Perfiles de maridos". Las idiemás uatrraicioneG 
pintan estados de alma abstrusos' y complicadoi? en 
los cuales domina una angustia profunda que pa- 
rece buscar en el fondo del misterio el temblor más 
hondo que pueda soportar íSii; quebrarse el alma 



2() ALBERTO LASPLACES 

liiiiniana. Dos cuentos, "Yermo" y "Un suicidio" 
dan la. nota álgida en esa agria literatura quie pa- 
i^ece ser la carácter ítitica de eáte escritor, acusando 
en él un tenipieraiinento anormal agitaidb continua- 
mente por hondas temtpestades íntimas. Rebelase a 
través de dolorosos anonóíogos. contra lat"^ fuerzas 
ocultas que privan a su insaciable síed de ideal su- 
perior las sendaá escondidas que conducien a lais 
fuentes eternas. La muerte y la vida se dan un 
abrazo estreobo y se miran cara a cara oomo bue- 
naiS ioómplices. Un subjetivismo ipoderoso siean- 
pre despierto y vigilante, que podríamos diefinir 
como una mirada fija y penetrante vuelta total- 
mente hacia el interior, favorece tal tendencia en 
este sombrío perseguidor de e>pectroá que -en el 
fondo no es otra cosa que un almia clara y diáfana 
que se sorprende ingenuamente de que la razón de 
las eosas no se eneaientre como ujna flor al aleamce 
de la mano que la ansia. 

"Doñarramona", ensiayo de novela, tiene un 
plan distinto y parece haber seguido, en efecto, 
otro ca/mino. Pero no. E/He poema de la miseria in- 
telectual de una fannilia taai parecida a muchafi 
otraá familias, está dentro, por completo, de la 
concepción virtual que de la reaüidaidl tiene Bellán. 
" DoñaiTamona " es una sátira sanigrienta que deja 
el ánimo derrotado y sin fe. Esos seres que viven 
sin vivir, apretujados entre las rejas de las venta- 
nas de su caserón colonial y triste: que sienten 
vergüenza de suá lacras irredimibles pero que se 
conuprenden desarmados contra ellas; esos seres 
que pisan sin idlespertar un rumor, como sombras 



OPINIONES LITLRARLVS 27 

en la nave de una iglerfla desierta ; que hiablan sin 
levantar la voz, temerosos dei eco de suá propias 
palabras, sin una sola aspiración que paieda disciul- 
parlos, hacen el efieeto de una pesadilla sin desean- 
so, de una maldición sin olvido. Esa Doñarramona 
que cruza el océano, se sienta a la nier^a en su nueva 
ea&'a como si fuera su puesto designado de anteaiíano. 
La mirada que dlirige a los que componen la fami- 
lia a la que se agrega, es una mirada de tranquila 
confianza : aqní estoy bien, se dioe. Y en efeeito ; ese 
es su sitio. No es una distinta, es una más. Cuando 
se la anuncia, un escándalo quiere condensarse en 
aquel ambiente, inmóvil como un pantano. Pero 
cuando llega, nada parece haber cambiado, nada se 
ha roto. Trae de España alguna exterioridad reli- 
gio&'a, rezos a hora fija, vanas aparatosidadies. Todo 
ello no hace más que encubrii' una voluptuosidad 
impetuoisa que contagia inmediatamente a todos 
los demás con fresco olor de carne madura y sana 
que no quiere malograrse en castidades monstruo- 
sas. En apariencia, diespués de un instante de sen- 
sación, todo vuelve a sJu cauco, todo sigue pasando 
adlí como si no ipa'íara nada, y los días ruedan igua- 
les, unos detrás de otros, como las cuentas de un 
rosario entre unos dedos cansados. Cuenta pensar 
que haya quien viva así, tan sJin objeto, sin varie- 
dad, sin armonía. El autor ha recargado las tintas 
.sin darse cuenta, sugestionado por la misma basu- 
ra humana que expone .v revuelve. Se ensaña en 
personajes tan desespeiradamente insignificantes y' 
parece sentir un placer en acumuLar sobre ellos 
fealdad tras fealdad. Otro hubiera pavsado por alto 



28 ALBERTO LASPLACES 

mhre tanta miseria repulsiva. Bellán no; se detie- 
ne en esos pedazos de carne, en las cuales se l>ufí- 
cai'á inútilmente una cihispa de injteligenjcia, de ge- 
nerosidad, de saeriíicia. Hacie que se esfpíen los unos 
a los otros, felices en el malssno gusto d'e ooinpro- 
1)31' las debilidades ajenas. Y cuando las haai' com- 
probaidlo, se sienten ta:^nquilos y solidarios, satisíe- 
chod de ello, dichosos de poder justificar la propia 
falta en la existencia de las faltas de los demás. 
Espoleíaidas ipor una isexuialidad sin ninigún encan- 
to, producto qiiizás de la hipocresía y de la sordi- 
dez de S!Us vildlas, laa injujeres, — míenos la. menor, 
Dolores, que áe lihertla, — son míseros harapos 
consumidas por fieltros eróticas. Una bestialidad 
morbosa parece ser lo único iciapaz de estremierlas 
en espaísmos continuos, dándoles una enfermiza 
ilusión de vida. Un folletín pornográfico basta para 
removea* la podredujmjbire en una, mientras que la 
otra no tiene más que un pen&'amiento obsesionan- 
te y lujurioso: ¡si m'e huibier? casado! En miedio 
de ellas se mueve sdlencáosamente ese Alfonso, hom- 
bre de largáis barbas ya, pero quie no ha conocidlo 
aún caricia alguna de mujier. Eis un ser pausadio, 
casi invisible, sin brío, cuya única vajronilidad pa- 
recen ser es^as barbas que ise acaricia a mienudo en 
sus frecuentes instante irresolutos. Doñan*amona 
trae al principio un poco de bullicio en aquel am- 
liiente sordo y ifrío. Introduce un poco de economía 
en los gastos diarios del hogar, pronuncia algunas 
pailabras. Pero poco a poco, cwno saturada ipor la 
pesadez de la atmósfera, que la rodea, se convierte 
en un fantasma coano loa otros, que cruza las habi- 



OPINIONES LITERARUS 29 

tai-ioues sin ha-cer el menor ruido, sin dejar ningu- 
na huella (lie vida detrás de sus pajsos. Ella, que 
viene die España a oausia de la persiecución franca- 
mente decidida de \vn aiiozalbete que ansia su car- 
ne, siente que poco a poco la domina la voluptuai- 
dad y Uegia a enti'egarse en silencio, como todo lo 
qiue suoede entre taleá seres, sin una protesta, sin 
experimentar el menor plater, .sin conciencia d^el 
acto que realiza. Una especie de fatalidad aplasta 
y doTuina a todos esos personajes sin voluntad; 
una faítalidad sin poesía y sin grandeza que repug- 
na sin emocionar, (i'Ue entiistece sin estremiecemos 
lo más mínimo. Parecen enf'endrados/ para dejar 
una bruma grasicnta ante nuestros ojos, una des- 
agradable acritiud en nu/estro paladar, una eco dis- 
foiTiie y áspero en nuestro oídos. 

" Doñarramona ", ¿es reali'dhd? En Bellán triun- 
fa el subjetivo, orandipotentemonte. Por mucho que 
pai'ezca realista en esta- narración, no lo es muiclio 
más allá de las fantasniíagorías* de "Huerco". No 
si^e a sus personajes: haice que elloB obedeziean a 
su ix^nsamiento, aunque esto los falsee y los vio- 
lente. Acumula sobre ellos toda una montañía de 
desdén y los liaee mon&*truosos y siubhumanos a 
fuerza de exa.gerar .sus lacras, artificiosos por mu- 
cho quererlos verdaderos. La obra no termina, y' se 
ve bien claramente que la última escena, la capital, 
es la obira misma y que el autor no ha hecho más 
que empujar sus personajes a ese epÍÉJodio desde 
la*s primeras páginas, como quien empuja piedras 
a un pozo. Tanto se ha obsesionado con esta fina- 
lidad, que olvida en aibsoluto el estilo, ese fresco 



30 ALBERTO LASPLACES 

rqpaJG ée las ücUeas que costaba a Flaiiibert comba- 
tes interminables y victoriosos, que agotó a Julio 
de Goncourt y que el inásimo Zola preofcupaba has- 
ta el punto de hacerlo modificaí' muchas vecep euair- 
tillas emiteras. El lenguaje es desaliñado e inarmó- 
nico a menudo, falto de griacia, que es un ritmo 
vi'brante que arifitocratiza todo, que es como el alma 
misma de la belle2sai, y cuya iposes'ión dio a los j2:rie- 
gos el ce:tro eterno en los campos diel arte con los 
diálogos alados idle Platón, los verbos inmortales de 
Homero y' la estatuas esbeltas de Praxíteles, No 
hay en Bellán el amor por la frase pulida y' armo- 
niosa que da un encanto niusíical y sustancioso a la 
expresión del pensiamiento por medio de la pala- 
bra. Conozco su imiodo de .producir y sé que jamás 
retoca lo escrito, lo ciual es, sin duda, uma grave 
ifaltia que esterilizará muchos de sus esfuerzos. Un 
argumento lo atormenta largo tiemipo, lo preoeuipa, 
lo absorbe, lo miartiriza; vive hundido en él, no por 
voluntad sino a pesar de su \')oluntad. Pero a me- 
dida que lo vierte en el papel, va apartándose de 
lo que ha escrito como si esa fijeza que dají las le- 
tra/? señalara para él una verdadera (muerte. Pier- 
de todo interés ante su,« ojo«, un personaje que lo 
sugestionaba en el petríodo germinativo y que aho- 
ra habla y acciona rígidiannente en las cuartillas en 
que lo ha inmovilizsado. Ni sáquiera intenta modi- 
ficarlo, ampliarlo, corregirlo. No. Le toma una es- 
píetele de espanto invencible, lo aborrece cordial- 
mente. Con lo cual el personaje queda inmultable 
con tod!aí> las fallas con que lo dibujó en el primer 
diseño que no retocará jamás. Es ouriosia esta incii- 



OPINIONES LITERARIAS 31 

d'encia en un escritor que se desliga de su produc- 
ción y'a fija coano si no sintiera por ella el amor 
d^el padre por el vástaigo, del artista por su erei- 
tura. 

Belláo es, además de un cuentista excelente, un 
dramaturgo de primera fuerza. Su drama ^'Amor", 
un drama de acción y no de palaibras, así lo prue- 
ba, y así lo prueban taenbién otros diramas que 
tiene concluidos y que arrancarán el aplaiiso de los 
entendidos así como se reprepcnten. S*u prodiuc«ión 
en este aspecto tiene, como en los demás, una ori- 
ginalidad profunda. Desdeñando, o no estando 
conformado para abordar el dramiia de cx^tumbres 
o el regional o el dte crítica social, se mueve in«iu- 
perablemente en los catacliííiios paisioíniales que 
arrastran a las almas como míseras marionetas obe- 
dientes en un todo a la presión de una mano iaQ^á- 
sible. No aborda sino casos de excepción, y aquí 
tampoco sus personajes son reales, porque ^n con- 
densaciones de realidad. Huye de los espectáculos 
vulgares de la vida diaria que inspiran el teatro 
de Florencio Sánchez, insuperable pintor de cos- 
tumbres. Su subjetivismo se impone en ^s dra- 
mas más diespóticamente quizás que en sus cuentos 
y sus personajes están sieanpre atormentados por 
ansiaá irredimibles, marchan doblegados por fata- 
lismos incompasií\ios, aplastados por fallos irrevo- 
calbles. Nb son hombres ni mujeres esos que se mue- 
ven sobre la escena en plena acción : son .pasiones 
anidadas en cuerpos somnámbulos, incapaloes de re- 
accionar contra la maldición que los aniquila, im- 
potentes para deshacer el afbrazo que los ahoga. Al- 



32 ALBERTO LASPLACES 

guna ve?:, aquí también, un ipequeño y audaz rayo 
de sol apuñalea tanta .somibra y se ve sai luz brillante 
y efímera, pero es sólo por ur, insitante, oonio para 
hacer más espesas aún las tiniebla;í que lo rodean. 
Todo lo demás — característica de la obra dfe Belláai, 
— es atormentado y sombrío, cuando no, como en 
" Doñarraraona ", repugnante y desconsolador. 



1918. 



Ernesto llenera 



En Ernesto Herrera todo fué extraordinario : 
su a,'^pe«to, su vida, &'u obra, su aania, su fin en el 
lecho de un hospital ide tuibereulosos eoimo en los 
tiempos de ^Iiirger, sus alocadas aventuras y siu 
buen huimor inalterable. En aouel muichacho raquí- 
tico y encon'^ado, pálido y' sonriente que t^nía un 
chiste icle buena ley en medio de un ataque asmá- 
tico que ca-íi le privalba la respiración; en aquel 
peregrino que se em]>a,rieó para Esípaña sin al)o- 
nar pacaje, coi ) los clásicos etmig'rantes y que 
eonqudstó de i mediato a los pasajeros y el capi- 
tán del barco: "que me ba3<) en Río de Janeiro 
dándomje plata para que pudiera seguir el viaje 
eu otra nave"; en aquel bohejnio incorregible que 
usufruetaba un pequeño puesto público y no iba 
sino a cobrar, hasta que lo desitítuyerooi ; que se 
aburría en IMionte^'áidieo, en Meló, en Buenos Aires, 
en Barcelona, en Madrid : que no podía ni s'abía 
estar quieto, y sólo unos meses antes de morir 
cuando quizá no le quedaba ya ninguna esperanza 
en la vida nos dijo: ''me voy a casar". En aquel 
hablador ingenioso que presidía por la jerarquía 

OP. LIT.— 3 



34 ALBERTO LASPLACES 

de SU frase nuestras inolvidaliles nocihcs de litera- 
tura, había un personaje de otra edad, un tipo de 
novela roiaántiea, una sombra encapada de urna 
níQ'ia del Café IMotiuius, un ejemplar, ya ineonxjebi- 
ble en nuestra época, de hombre despreocupado y 
generaso, totalmente diefíeoinceedor de las verdades 
objetivas que nos aban a la mayoría, b-ieoí a pesar 
nuestro, al potro inexorable de la realidad. Un 
día cayó en nuestro oenáculo que cíonspiralba una 
reiviiita literariia, aquella "Bohemia" de 1908, ((ue 
fundamos con Julio Alberto Lista, Orosimán JMo- 
ratoiio, Ángel Falco, Alberto Matoció y' Leoncio 
Lasjío de la Vega, y nos sugestionó desde el primer 
instante. De inmediato sie esla'bleeió una sinnpatía 
profunda qoie duró hasta su nnucrte. Para el pri- 
mer número. Herrera nos di J unos quint-etos trági- 
cos, ¡ ¡ trágieosü, en que síiK^na un disipare a me- 
dia noche, natuiralmiente al finail de la composición. 
Pero en el segundo número de "Bohemia" apare- 
ció firmadlo por su psíeuidónimo, "Gninesillo de Pa- 
saanonte", ^i primer artíiculo sobre los "Temi- 
bles" en el cual estaiba ya íntegro lo más intere- 
sante de su personialidad literaria: sais dotes bri- 
llantÍRÍmas de escritor satírico. Oofmo siempre, co- 
mienza por reírse de sí mismo, de su aprna: "Gine- 
sillo de Pasamonte" es asmático. ¿Tienen ustedes 
algo que recetar? Bien sé yo que no es el asma lo 
que más molesta. Andar por esiais calles remedan- 
do el fú-fú dte los aiuitomóviks, agustanldb a la/? bes- 
tias y llamando la atención a los cristianos, tiene 
SÜ5 bemoles, pero eso oo es lo peo^r, ¡isi fuera eso 
sólo ! ¡ Pobrecito ! dicen las viejas compadecidas al 



OPINIONES LITERABIAS 35 

verme tan ílaco y tan feo ... y y'a con eso : pero 
luire, todo tiene remedio. El finadito de mi abuelo, 
— que Dios lo tengia en su santa gloria, — tani- 
bií^n Éíufría, pero se aliViaha con el remedio del 
perro pelado ... ¿ no ha heelio U(S.ted la prueba ? . . . " 
En este primer temible, el "recetador", la risa 
de Herrerita suda sangre. Bajo su carcajada se es- 
conde una eivipina que lo punza hasta ei fondo. Un 
Lepardi maldeciría todo. El, maldice también pero 
m tono de broma, y ridieulizándolos se venga de 
los demás que lo la-stiman coi. su lástima. ¿Habrá 
tenido la culpa su enferniedad dte lo agresivo die 
úu. obra, de 3u rebeldía, de su inada.ptaición al am- 
biente, de su espíimtai de erítiea y de mordacidad? 
Posiblemente. INIás de lo que parece el estado fisio- 
lógico interviene en la olira die los artistas. En los 
nocturno^ de Choípín y en las teorías de Guyau, 
¿no hay' algo de la inefajble transparencia, de la 
dulzura romántica, de la divina resignación de los 
tísicos? En los cuentos de Poe, ¿no hace gestos in- 
comiprensibles el demente y el ebrio? Em las no- 
volas de Zola, ¿no palpita la robustez integral del 
búfalo nefractairio al anaerobio? En "Ohilde-Híi- 
rold" y "Don Juan", ¿no se trai^arenta la in- 
com'pasiva cojera de Byrom, provocadora iclle tem- 
pestuosos estados de ánimo? Herrerita era asimá- 
tioo de nacimiento: "es la úniíea herencia que me 
han dejado", decía. ¿Ohiste o queja? Verdad, e^to 
sí, verdad. Falta de otros que él pagó con su vida 
y con fm muerte, con lau vida aitormentada y nove- 
lesca y con su muerte temprana e injusta en plena 
opulencia eerebrail. 



36 ALBERTO LASPLACES 

En 1910, vtiielto por primera vez die Euiropa y' 
América, después de nn viaje que fué una verda- 
dera y lainentalfjle odisea, publicó en ^Melo, — Ca- 
siano iMonej^al fué el Nabab, — su primer y único 
libro de cuentos. Lo llamó "Su majestad el ham- 
bre", y como subtítaüo: ''Cuentos bi-ntales". Son 
eáo, cuentos brutales, en donde hay hamibre, deses- 
peración, imbecilidad. Traducen un pesimismo la- 
cerante y a traivés de ellos se dibujo la vidia como 
una serie de muecias horribles sobre un fondo ttrá- 
gico y sombrío. Rafael Barret, el incomiparable, es- 
cribió urnas palabras de prólogo en la« que dice: 
"Ernesto Herrera es un inadaptado típico. Lo 
rápido y copioso de las comunicaiciones y de la pu- 
Micidiad, y lasí eostuimbres diemocmtioas, nos ponen 
en contacto diario con todas las infamias y con 
todos los horrores del planeta. Por otra parte, a 
miedida que el nivel moral agoienidle y la socied«d 
se depura. &! ansia de justicia se vuelve más in- 
transigente, aniás exasiperada, más dolorosa. A me- 
dida que nos hacemos' más perfeotos se hace más 
lúcida y más cruel la visión de la inmensidad que 
nos falta. Agregúense a estos factores generales, en 
E>mesto Herrera, el heoho capital dle haber vivido 
la miseria, de haber conocido las per?¡ecuciones, el 
abandiono, la congo jia. y nos expilicaremos que dfe 
la pluma ingenua todavía de este adolescente bro- 
ten frases que sangran". Los cuentos de Herre- 
rita son un verdadero proceso de la sociedad ac- 
tual tal como él la, vio, como se manifestó a sus 
ojos implacables llenos de justo reoicor. Pol)reza 
moral, bajos instintos, degeneraciones mal disfra- 



OPINIONES LITI'RARIAS 37 

zadas bajo cofituanbires hipócritaéJ, egoismos bruta- 
les, prejuicios cine pesan como losas sobre cadáve- 
res que andan, ricaclios que estiman en mucho 
más la vida idle un animal que la die un semejan- 
te, etc. Todo eso salpimentado por una sátira agu- 
da, siempre en guardia, que no perdona detalle y' 
hi<3irie allí donde saibe que la llaga ^erá mortal, lla- 
ga que desgarra después con una especie de friiic- 
ción neurasténica. Ni un rayo de sol, ni una bon- 
dad que juistifique tanta miseria, ni un justo que 
retiima tanto pecadior! 

Los cuentos de Herrerita soü bastante .ingenuos, 
—ya lo hace notar Barret, — producto de su edad, 
de su inexperiencia y de su subgetivislmo omnipo- 
tente. Poco a poco, su cerebro fué madurando y 
descubrió .sus condiciones de diramiaturgo. Una 
tarde triste y lluvicsa de sepitiembre elle 1910 asis- 
tíamos al estreno de "El Estanque", su primer 
drama en tres actos, en un niial síaión en el que se 
amoiitonabau dos o trescientas silla"^ y bautizado 
con el pomipaso nombre de "Coliseo Florida". 
Aquel primer estreno fué su primer gran éxito. La 
obra gustó e impus'o por medio de la crítica el nom- 
bre triunfante del bohemio. Desde aquel día pudo 
haber cambiado su género de vidja, ordenairla, en- 
cauzairla en vista de una iproducción ums intensa, 
de su s'alud cada día más quebrantada. No lo hizo. 
Pero siguió escribiendo exclusivamente para el 
teatro. Vinieron después "El León Ciego", estre- 
nado ipor Arellano en Cibils; "La moral de mii^ia 
Paca", por Rosario Pino en Soliis; "Mala Lay'a" 
en el Teatro Nacional; "El Caballo del Comisa- 



ALBERTO LASPLACES 

rio" en Buenos Aires, y "El pan amargo" en Ma- 
drid, más tarde. Al morir, dejó inconclusa "Las 
ñeras", tragedia que s>u;ponía su o>bra más per- 
f oota . 

De todo lo que esieribió Ernesto Herrera, una 
sola o))ra le sobrevivirá, una sola impedirá qu'e su 
nomibre se hunda en el olvido Ev3 "El León Cie- 
go". ¿Cuántos escritores fecundos podrán decir lo 
mismo? Después de Floren'cic Sánchez y Koberto 
Payró, ningún dramiaiturgo ríoplantense ha produ- 
cido todavía nada camparahlc a ese draina intenso 
y forraidlable en que eábá simbolizada en rasgos im- 
perecederos teda una época idie la vida de nues- 
tro pueblo. Tengo para mi que Herrera nunca 
acertó a apreciar plenamente el valor die su obra, 
en la cual hary elementos distintos a los de las de- 
más. Ninguna presienta su eontextuT'a robusta y ar- 
moniosa, su belleza, ni su verdad. Por lo general en 
todos «US escritos' está demaidaido presente su pro- 
pia pereona, su subjetivismo poderoíío y dominan- 
te. Semejante fuerza, no coutrolaidla por una sa-' 
bia y eficaz disciplina, malogró mjuchos de sus in- 
tentos, introduciendo en suis planes lo artificiosa: 
y lo inaceptaible. "El Estanque" es un melodnamí; 
sentiimentail en el que la verdad está dolorosaimen 
te violentada "La ¡moral de ]\Iisia Paca" es uní? 
comedia indecisa, contradictoria, aburrida en mu 
ehos casos sino en todos. Se 'destaca, eso s'i, er 
cualquiera 'dIe ellas, soherananiente, el dramaturgo 
— teenioamente hablando, — e! ha.l)ilÍ8Ímo maneja 
dor de fantoches, el millomario de reeuirsos, el ora 
dor oportuno que prepaim emioeionantes finales d 



Opiniones literarias 39 

i acto que extreanecien ¡al ipúblicc y le arraiiican su 
aiplauso espontáneo e irrefrenable. Pero eso no es' 
todo. Debe haber algo más dentro del vaso. ¿ Quién 
■para fabricar esoonas eomo aquel feícundísinio fo- 
lletinista de las tabla-; que se llajinió Victorien iSiair- 
do"U ? ¿ Y qué son sus obras al lado de las inefabi- 
lidades die "Pelean et IMielis-aindre" o die "La cóltá 
nuorta"? En teatro, el efectismo es siempre vm re- 
curso y Ernesto Herrera fué siempre un idrania- 
turgo que dio dema'siada importancia al efectismo, 
es decir, a la teatralidad entendida len isiu peor sen- 
tiidlo. Algunos erítieos de ocasión no Siupieron de- 
cir de él otra cosa que "era un segamdo Florencio 
Sánchez", que eá un moidb cc-mo cualquier oitro de 
da.r a ooniprender que no se ha entendido nada. 
No hay cosas más distintas que el teatro de Sán- 
chez y el de Eniesto Herrera. Aquiél, era un ob- 
servador portentoso, un objetivo; síus obras admi- 
ran por ^íu realidad, por su similitud' con la vida. 
En Herrera todo es siubgetivo, impresionante; ope- 
ra con la realidaid) pero la retuerce, la amioida a su 
peiLsíamiento y sus pensonajes y'& no son persoinajes; 
son símbolos cuando eoaiio en "El León Ciego" al- 
canzan la grandeza necesaria, pero no son más que 
sombras cuando no llegan a tal ailtura. Hay un tea- 
tro que no presenta sino admas desnudas. Todo el 
secreto de Shakespeare y Moliere no está (sino en 
eso. El teatro que mueve símbolosí, es menos hu- 
miano pero es más grandioso. Sálvanlo Esquilo, Cor- 
neille, Ibsen, IMaetterlinck. El símibolo debe tocar 
laisi fronteras de la saiiblimidad, sino no es más que 
caricatura. Herrera estaba conformado, esencial- 



40 ALBERTO LASPLACES 

memte, para ese ramo de la dramaturgia, pero lo 
malogró, en gran pairte, su creencia dte que era un 
oteervador, dte que tenía una visión exacta dé 
lasí cosas. ]\íallgastó jinidio de su gran talento por 
e3a senda equivocada, empefu'mdose en ser lo que 
no era. No fué nuncia ni uin estudioso ni un oom- 
prensivo. Vivió siemipre víetáma de una interpre- 
tación original de las cosas y no detiuvo jamás urna 
mirada lenta en la gran mianea q.uie le podía dar 
■materiales tan ricas a sus creaciones. Escribió por 
impubo, por pura dinámiea interior, exelu&'iva- 
miente, sin deteneirsie a comprobar (pie clasie de re- 
laciones había entre sus fiíbulas y la verdad Per- 
maneció siempre al margien de la vida haciéndose 
la iluBÍón de que se haülalba en su centro. Dio la 
palabra a fantiasanas creyendo qine eran seres de 
carne y' hueso. Desconoció as'í, como mucJior, es- 
critores, el valor real de su obra y no acertó a ex- 
traer de sus campos toda la riqueza de que ellos 
desbordJaban, en opulenta, f eeundiJdiaid . 

"El León Ciego", salva a Ernesto Herrera, y 
lo coloca miuy merecidaanente a la cabeza de nues- 
tra dramaturigia. Vale más una aola obra superior 
que cien mediocires. ]\lJuehos e^crit/xpeo persiisten en 
la memoria de los homhres por la ¡magia inmortal 
de un solo libro: Cervantes IMilton, Becquer, He- 
redia, Amiel, Montaigne. La temprana desaparición 
de Herrera impidió que añaidiera. a aquellas otras 
obras maestras que seguramente hubiera produci- 
do. Pero no poblemos juzgar su persomalidad lite- 
raria sino por lo que realiaó, por lo que de sui ev 
píritu queda. Y ella; reposa, enteramente, sobre ese 



OPINIONES LITERARIAS 41 

drama en el cual hay un soplo de divinidad, un 
extremociniiento de tragedia lieléniíca, un relám- 
pago de genio que llega hasta los lindes del miste- 
rio sus^taneial. Que fué obra incoaisciente, como por 
lo general lo es toda obra superior, lo prueba el 
hecho de que no fuietna "El León ciego" la obra 
preferida por Ilerrerita y que ésíbe se pronunciara 
por lo común respecto a elña en una forma miuy 
(Mstinta a como se lo miereeía Pero este detalle no 
puede interesar. "El León ciego" luchará ipor su 
nombre mucho tiempo. Alfonso Quijano el bueno, 
¿no está, aioaso, dando lanzadas todavía par Ce(r- 
vantes, mientras Pensiles y Seguismunda yacen en 
el más ilevantabLe de los olvidos? 

' ' Eil León ciego " no e« ujn draima individual : es 
un drama nacional. En él está conioretaido mejor 
que en ningiiina otra obra de teatro entre laá que 
conozco, un estado de espíritu colectivo dle nuestro 
pueblo uruguayo. Es, pues, una obra simbólica, 
poiYiue sin detenerse en ainiálisis psicodógicois ni en 
tramas sentimentales expone en el coronel Guiraer- 
sindo, — el "león ciego", — al representante de 
una serie de generaciones camperas* para las cuales 
el guerrear por el cintillo fué la única preocupa- 
ción y gloria. Es un drama sociológico porque eon- 
denisa en unas cuantíis escenas hiabilmente hiladas, 
un asipecto de nu-estra semicávilización criolla, poco 
aipta a las luchas por el progreso y presta siempre 
a la eXiposición del coraje pers'onal. Hay casi un 
siglo de muestra lamentable historia de pueblo li- 
bre en ese hombre, 'caído en desgracia ahora, y que 
se ha atraído la repulga pública por haber diego- 



42 .'LnERTO LASPLACES 

liado unos prisioneros. Producto de su aanbiente, 
el cual lo ha TOare.ado con su sello inexorable, — a 
la manera de T^aine, — justifícase con estes frases 
de p<rofundo ;ajlcanice: "Den<le que teaiía catorce 
años que ando metido en estáis cosas. El finan tatia 
fué el primero que me llevó a la guerra. ¡Y quie- 
ren que uno se avergüencie de haber matado eoowo 
homlbre ! ¡ Qué lo niegue ! ¡, Pero cómo lo va a ne- 
gar uno ? i Si e? t^do su ongullo, toda su cencia, si 
es pa lo único que ha servido uno en toda su. perra 
vida! Si es el destino de criollo, achurar o que lo 
achuren. Así murió mi tata, y mis hermanos los 
cuatro y' hasta m'hijo". Y cuando sorprenld'e su 
lanza en manos de su nieto, su indignación revien- 
ta y entre otras cosas dice uixa frase que e> una 
maravilla de síntesis: — "Un arma que jué el lujo 
de mi finau tata ; que hace mlás ;dje caen años no sa- 
be lo que es andar al ñudo ! Un arma que si su- 
piera hialblar, te contaría de painta, a punta la his- 
toria de este ipaís". Esa lanza aidlquiere así una 
significación .simbólica y de una simple arma pasa 
a ser un blasón representativo. Llega a las propor- 
ciones de aquella Durandal que anovían los brazos 
robu&'tios del fiero Rolando, y recuerda la clava de 
Thor, prestigiada por fantásticais hazaña.'?. Gu- 
mersindo no puede admitir que esia arma sagrada 
en la que vacía toda su ipersonalidad, la dte ñus an- 
tepasados 3^ hasta la de sus herederos, descienda 
hasta otros} menesteres que los de la luolia aibierta 
a campo libre. Por e.?o no puede retener su indig- 
nación apesar d)e que son brazos infantilei los que 



OPINIONES LITERARIAS 43 

la blanden esta vez, en un juego iiioicente en el que 
relampaguea }ia el instinto y la liereaiicia. 

La fatalidad, como en las tragedias griegas ol 
destino, preside la ae«iión y' la orienta con una fuer- 
za que nada podría contrairiar. La muerte, — uoia 
nmerte que no se ve pero que flota sobre todo, si- 
lenciosamente, — reina stoberana e indiseutida, y 
ante su despotismo no hay sino frentes resignadas 
y palabras de sombría impotenoia. El león oiego, 
que no ha hecho más que codeai'Se con ella desde 
niño, que ha perdido dos hijos arrancadois por ella 
dead'e la sonoridad del ecanbate, no tiene una sola 
condona para s'u maldición inexorable, no bu,nea 
una salida, no ensaya una liberadora rebeldía. Pro- 
nuncia frases amargas pero no acierta a revolverse 
contra quien debe. Aunque tienie una vaga intui- 
ción de que los tiempos han camibdado y que al fin 
y al oaibo no es sino una víctima ifatal de la nueva 
época en la cual su bravura legendaria y maignífioa 
va resultando objeto de musieo y tema de historiaj 
su cerebro cercado de brumas no dlistingue bien en- 
tre la enimarañada red de los aoontecimientas. Es' 
que é. tieimpo ha pasado y no inútilmente, y mien- 
tras el espíritu de las ccr,as, obedeoiendo a una mis- 
teriosa voluntad, se ha ido transformando, él ha 
peraianeeido siendo sieanpre el misrax), como lo hi- 
cieron sus antepasados y áu medio, la'? que pusie- 
ron entre sus diodos nudoi^jos y aoerados la lanza, 
los que lo tallaron en piedra compacta como el gra- 
nito, más enjdurecido aiin por el correr de los años. 
Así, inmóvil, lo halla la marea riiimorosa y icreicien- 
te. No puede comprender porque lo lacus'an, por- 



44 ALBERTO LASPIiACES 

qne no aprueban que haj'a hecho lo quie hizo siem- 
pre, por repetir una haziaña que si«iiiipre arramioó 
elogiosí y que lo impuso a la eonsideraicióii de sus 
contemporáneos. Lo que antes haibía atraído la 
aproba-eión y el prestigio desata ahoíra sobre su oa- 
]>eza desmelenada la repoilsa y el vituperio. En 
vaino quiere resistir, fuerte siemipre como una ro- 
ca cercada por la lemipestad. Toda su energ-ía com- 
bativa se pierde esa la nada. El león no puede lu- 
clhar cuando a su alrededor se agranda el vacío, y 
cuando hasta los seresí más allegados y más queri- 
dos lo acusan. ¿ Quiérese tragedia más lionda y más 
oscura? En esa lucha interior está el nudo de la 
ol>ra, y deja de ella la imiprefiión inás intensa y miás 
á.cida. Ese Ilércuics, última personificación de aquel 
Pacundo, "tigre idle los llanos" que inmortalizó el 
pincel expresivo de Sarmiento, llora su impotencia 
y su debilidad como uin pobre Sansón sin cabellos. 
La eeguei^a lo hace laimentable y ridículo; ella lo 
inmoviliza, lo convierte en una fiera inofensiva, en 
un derrotado sin esperanza. ¿Qué resta de su co- 
raje erijoillo, dte su coraje, único motivo de su or- 
gullo, único objeto de su vida? Restan sólo las Ma^- 
femias, los denuestos, la cólera que lo llena ame- 
nudo, la rabia impotente á.e la bestia enjaulatlla 
quie en vame intenta destrozar los hierros de su 
cárcel. Revienta de nuevo la revolución euandb 
ya no puede volver más a ella, mísero y desprecia- 
do como un hiarapo inservible. Todos se van, en si- 
lencio, borrosamente, como sombras, contra áu vo- 
luntad probablemente, pero van... Sólo queda él, 
con las mujeres y los niñoá atado por la eegr.era 



OPINIONES LITERARIAS 45 

iiieoiii.pasiva. Y cuando la revuelta terniina, y re- 
cibe la noticia de qne íi su segundo hijo lo hain 
nuierto tanibáén coiiiio al primero, sólo una cosa 
atina a preg'untar: "¿Y cx'wno jué, dhe?". Y to^lb 
8U pesar desa/pa,rece caiando le a/íegiuran que lia 
muerto bravamente, como un león, y tiembla de 
orgullo al constatar que ese también ha seguido 
fielmente la tradi-ción familiar y que ha sido síuctí- 
fieado, no le imiporta a quie, en un entrevero épico, 
luchando a facón limpio, como lo hacen los va- 
lientes. 

Termina el drama ahí. Cae el telón, pero ¿en 
realidad termina? No. Deberá concluir e^ vida, 
tendrán que aipaga.rse esos ojot^, que einimudiecer 
esa boca, que paralizarse los latidos de ese cora- 
zón. Y cuandlo todo esto suceda, habrá de suiceder 
otro tanto en muchos otros dte los cuales el "león 
ciego " es un símbolo y un retrato de pasmosa exac- 
tituid. E^ que Gumers^indo con su alma bravia e 
ingenua, en su moral rígida y varonil, cion su per- 
fil bárbaro y primitivo no efi un hombre, es un 
pueblo; no es una vida, es una historia; no es un 
ser, es una eondensaeión. No cree más qute en el 
coraje; no vive sino para su caiballería revokicio- 
naria, ni siente otra altivez que la de su divisa y 
la de s(u lanza. No puede cGnicebir-.'^ ^o a horca- 
jadWs de su ca;ballo favorito, majgnífico centiauro, 
al frente de su larga montcnera coronada de ro- 
jas l>anidlerolas. Así lo vemovS destacarse sobre un 
intenso erepiiseulo. viniendo del pasado y bajando 
unía mansa colina, para entrar definitivaimente en 
la sombra, de donde lo sacarán mañana nuestros 



46 ALBERTO LASPLACES 

hijos para ioaterustarlo en el mármol consagrador dic 
la le:>''enda. Ginmersindo es iiiiesitiro ayer feudal y 
sangriemito, es nuestro héi*oe modesto y formidable, 
el poseído d'e toda una époea que sintetiza con bier 
gallardos perfiles. No es ni bueno ni malo. Es s61c 
el dueño de inagotables energía^ vitales encauza- 
das por el ambiente ha^íia épicos entreveros y' re- 
sonantes iliadais de valor físico. Actuando en otrc 
eseenario hubiera sido un Bayardo o u(n Paez, qui- 
zá un Artigas, posiblemente un Washington. Nc 
ha paáado de ser Guiniersindo, "el leíln", pero nc 
es suya la culpa. Era de la madera de los héroes y 
so^bresaláó en su meid'io como aquéllos eoi los suyos 
Erneato Herrera ha creado un tipo profunda- 
mente personal y profundamente representativo a 
la vez. Esa es su mayor gloria, el doble mérito de 
su obra. El viejo guerrero ciego, asentado ^obre 
una base indestructible, vigila por su inmortalidad. 
en alto la fiera lanza invencible, prolongaición de 
9U fuerte brazo. Nadie mejor para velar por el 
prestigio de su nombre, por la repercusión de su 
gloria. Aquel mu<?hacho delg:aducho y aismático 
parece que no tuvo otra misión que la de idiar a luí 
ese símbolo y morir después, coniforme ciertof^ in- 
soctoá sucumbeai inmediatiamente de reproducirse 
resignados a la ley imiplaicable y misteriosa que lo« 
guía quieii sabe hacia que finalidad inabordable. 
El teatro uruguayo tiene en esa obra uno de sus 
mejoTOS exponentes, una d'e sus conieepeioines máí 
robusta y más felices. El "león ciego", .^rá consi- 
derado siempre como uno de esos hallazgos providien- 
ciales que constituyen los pilares de la literatura 



OPINIONES LITERARIAS 47 

dle un pueblo. Pasiairán los tiempos, y evolmñona- 
rán totalmente nuesttras earael erístioas al ascender 
trabajOÉíameníe hacáa l<a meta dte una civilización 
superior, pero Guanersindo seguirá siendo conno lo 
esculpió Herrera, ajitajdo sien ipre por las mismas 
pa'eocupaciones, juguete siemipre de las mismas 
fuerzas iriviástiblo'>, obedieLte séempre al pensa- 
miento que lo extrajo del liiiinus social en donde 
yacía para darlie proporcionies de estatua y firmeza 
de diamante! 

Julio de 1918. 



Horacio Qiiiroga 



Horacio Quiroga, — cuj'o primer libro en prosí 
y vei-so: ''Los arrecifes de Coral", apareció er 
1901, — es, ante toidlo, un fuerte, un original, ui" 
gallardo temperamento dte escritor. En nuestra li 
teratura nacida con este nuevo y' formidable siglo 
najdie hay qi.e puieda paramigonarse con él en en 
sai-tar en finos hilos de plata gemías de-^lumbrado' 
ras y en hundirse tranquilo ccimo piloto experto ei 
los brumosos mares de la ps'cología. Una vidia agí 
taida y dolorosa impulsada por una impaciencia' 
juvenil de agotar tddlas las ánibras, ide levantar lo/ 
velos de todoa \m paraísos, y que en un gram teche 
pareció desflizarse bajo la osieura piresión de un imi 
placable fatalismo, enriqueció su caudal de annar' 
gura y de experienoia y cuajó en flores raras y 
opulentas de eálido y sensual aroimia. Desde el Pa 
rís refiínado de los simboli^stas, el París deliciosa 
mente artificiail y sugestivo que concibió a Deí 
Esi&'eintes y a die Phocas, adorador die los plaicereí 
de quintaesencia^ de las suntuiosidades bizantinas 
de las paisaje^ eróticos, de las lujurias exquisitas 
y agotadoras, el Destino lo llevó a las misterioSíiií 



OPINIONES LITERARIAS 49 

joleckdes de las INíisiones, frente a frente a la Na- 
."uraleza virgen y' hcsca, y bajo el gran cielo ar- 
gente y monótono, Claro está que el aniibiente in- 
iuyó de un modo visible en ^i obra, pero su per- 
jonalidatt se destaca con el mismo iperfil en las 
Hicntoé! finos y atormentados del primer libro, co- 
no en las últimas narraciones cajmpesinas quie han 
bii'otado de su pluma. Su horror per lo vulgar y 
estrepitoso, por lo demiasáaidlo común y sabido, su 
tendencia aristoerátiica hacia lo extraordim^aaño, lo 
som'brío, lo desorieiitador, lo complicado, lo exóti- 
co, le dan, sin que quiera e'^to significar que lo 
Dceroan demasiado, cierto iparentosco, con Poe y 
Beauídlelaire, Lorrain y Huysimans. Pertenece, por 
?ierto, a un grupo de temiperamentos en el cuial 
está bien impreso un sello finisecular, en el que se 
se acusa a la vez un ansia brillante por eninoble- 
eer el arte d^e escribir, — doble retaecióu contra losi 
fáciles entusiasmos románticos y contra la artifi- 
ciosa serenikíad parnavsiana, — y una curiosidad 
que llega hasta lo enfiermizo, por ipenetrar en los 
catados mórbidos de la psicoilogía, producto de si- 
lenciosos catacliíímo^ patológicos. En sus prime- 
ros libros, sobre todio, está clara la iniflueneia del 
simbo-lismo francés, tan amante de la penu/mbra, 
del lenguaje velado, de la impresión a la vez in- 
decisa y profunda. Hay etn Quiroga, un tempera- 
mento id!e esa categoría., imás imelinado a la extra- 
¡vaganicia armoniosa que a la normalidad disonan- 
te; más a lo "épatant" que a lo común. Em sus 
Icreaciones. hay .-siempre un siello de excepción, y 
; hasta en sus tipos m.ás insignificantes, una suavi- 

OP. LIT.- 4 



50 ALBERTO LASPLACES 

dad aterciopelada o lima desconcertante confomna- 
eiím cerebral. Siiis hombres, eoimo ese diulce NarcKÍs 
del primer libro, están dibujados como a través de 
un vitral y hacen pensar miiohas veeeá en Garrie- 
re. Sui^ tra^edíias, como la de Reearedo y Luciano, 
parecen contaid'as por una voz lejana y di.splicente 
que llega a nuestros oídos entrecortada y temblo- 
rosa, cargada de penfum.es enervantes. Hay en to- 
do, una especie de cansam'io de gran señor a (luien 
hastían les espectáculos de todogí los días; una ten- 
dencia a la media tinta, a cortar los lazoi* qiie en- 
cadenan los acontecimientos para dejarlos que ges- 
ticulen aislados, como libi-es fantanraas. Parece 
expresar su credo artístico cuandio pone en labios 
de Reearedo csítas palajbras: "El cilasisismo había 
representado; el romanticisimo, expresado; ellos de- 
fíniíain. Nada más. j Sí !, definimos, repetía en su 
exaltaci(5n creciente, definimos todo lo inenarrable 
de esos estados intermediarios en fiue un sim/pi'e 
latido, bajo cierto equilibrio de palabras, puede 
dar la sensación de una angnstia suprema; en que 
las niáa ingenuas de^adaciones de la frase, aún los 
rufbóres más inadvertidos, responden, al ser auscul- 
tados, a un acceso de sorda fiebre, die delirio rentrin- 
gido en el tórax ..." 

En "Los aiTecifes de coral" hay pro=ia y verso. 
La primera, es indisicutiblemente miás originai de 
mayor mérito que el segundo. Es más humana 
y más bella. Sui? versos son retorcidos e in- 
comprensibles a fuerza tile quererlos liacer inideter- 
minados y sutiles; son incompletos y extravagan- 
tes. Desde entonces, al menos para el público, y 



OPINIONES LITERARIAS 51 

que yo lo conozca, Quirogia no volviiS a pecar en 
vei^s**). . . Sus deanás libTos "El caimen de otro", 
"Historia de un amior turbio" y "Ouentos de amor 
de locura y de muerte", todos estáai en prosa. Poco 
a poco se va afiranando su i^ersonalidiad, algo inde- 
cisa y' nebulosa en el ipiriauícr libro, deniiasdado líri- 
co. Los añcs y las amarg-uras le traen, como sedi- 
mento, una sensatez oadla vez rnayor. Ste afirma en 
su arte, y .-.te le adivinia más seguro como el mari- 
no que se va familiarizando con las inmenísidadcs 
que froeuenta. Pule má^ el estilo, no en el sentido 
de liaoerlo mm raro, .sino más roibusto, más fácil, 
más cálido. Su palabra es somora y profunda, vi- 
ril en todos los tonos, aunque siempre velada por 
una suiave humedad de misterio. No abandona por 
eso sus earaet^erísticas, aquellaí* que le dieron re- 
nombre en nuestras letras. Desarix^llenige en un 
país imaginario, en París o en las sJoledaldtes salva- 
jes de las ÍMisiones, se ve la misma mano trazar to- 
das las fábulpjs. Suí? pensonajes son ajneoiiido os- 
curos y obran como ipor arte de magia, ya obedez- 
can a tiránicas demencias en las cuales el autor 
gaisíja hundir el esealpelo con atenta y' grave cu- 
riosidad, ya perteíiiiezCiaai al mimdo de lo vulgar y 
lo común. Todo^ ellos tienen un parentesco indefi- 
nible, uji pairecido familiar que hace que se son- 
rían frecuentemeaite los unos a las otros con ges- 
tos de buenos herm)anos. Los hombres, capricho- 
s'os, cfegenerados, o rematadamente lóeos, o des- 
orientado ram ente simiples; las mnjeres, suaveñ áU- 
, creta,s, eonsnnnidas por aanores silenciosos que a 
veces estallan en huraicanes imponderables; moije- 



52 ALBERTO LASPLACES 

res de una ps'ieola^ía intriucada ern la (lue pone sol 
sello inconfundible el sexo dominador y eternio, 
todos ellos pertenecen al mismo mundo, forman 
una humanidad aparte que palpita en un miedioi 
extrafío y cabalístico en el quie hacen g-estos páli- 
dos con una eleganoia suiprema. 

En "El erimien del otro", segunicilo libro de Qui- 
rog'a, está hincadia hondamente la garra de Poe, 
el gran atormentado. El cuento que da título al 
libro, ise inspira en "El tonel de amontillado", uno, 
de los más impresionante'? del gran yankee. El} 
máíJmo Quiroga explica a.sí el origen de su extra- 
ña aventura, toda pQ^adilla: "Poe era en aquella, 
époea <el único autor que yo leía. Esie maldito loco 
había llegado a dominiarme por eoimpleto; no habáa 
sobre la mesa un solo libro que no fuera die él. Tmla 
mi caibeza estaba llena de Poe, como si la huibieran 
valed adb en el moldte de LHgeia. ¡'Ldgeia! ] Qu-é 
adoración 1;enía por esie cuento! Todos e¿int'ensa- 
mente: Valdemar, que murió siete meses ae^pués;; 
Dupin, em procuna de la carta robada; las señoraSi 
Eapenay'e, des'esperadas en su cuarto piso; Bere-j 
niee, muerta a traición: todos, todbs me eran fa-j 
miliares. Pero entre todos, "El Tonel de amonti-| 

llaldo" me liaJbía seducido como una cosa íntima! 

i 

mía. IMontre^or, el Carnaval, Fortunato, me eranj 
tan comunes que leía ese cuento sin nombrar ya a. 
los personajes; y, al misimo tiemipo, envidiaba tan-' 
to a Poe que me hubiera dejado eoirtaír, con gusto,; 
la mano derecha con tal de escribir eíia, mairavillo- 
s'a intriga. Sentado en casa, en un rincón, pasé mási 
de cuatro horas leyendo ese cuento con uTua fruición; 



OPINIONES LITMÍARIAS 53 

eii que entraba sin duda niitelio de advei'so para 
Fortunato. Dominaba todo ol cuento, pero todo, 
todo, todo. Ni una sonrisa i.or allí, m una pre- 
mura en Fortunato se esieapalía a mi perspicacia". 
La repetición idle la trama ideada por Poe, con la 
ayuda, de un personaje que se llama Fortunato 
tiaanbién' fo^rma toda la narraiión. Es un caso de 
sugestión imitatiwa irresistible en im cerebro dé- 
bil o enfermo, totalmente ocu paito por una idea 
fija que absorbe toda su actividad. "Una vez en 
la cama no me moví penÉiindo con los ojos abiertos. 
En efecto, mi idea era esta : hacer con Fortun-ato 
lo que Poe hizo con Fortunato. Emborraciharlo, lle- 
varlo a la cueva, con cuailquier pretexto, reir.íie co- 
mo un loco... ¡Qué luminoso momemito había te- 
nido ! Los disfraces, los mismos uombres. Y el en- 
demoniado gorro de cascabeles ! . . . Sobre todo, ¡ qué 
faxiilidad! Y por último un haílazgo diVino: como 
Fortunato estaba loco no tenía nieicesidad de em- 
' borracharlo. . . " Esa obsesión por los demientes, no 
ha inis*pirado a Quiroga esie cuento solo. En el mis- 
mo li])ro iparecen en "La justa proporción de las 
cosas", un maniático del orden en el tráfico y en 
"la "Historia de un amor turbio" figrara ese cuen- 
to "Los perseguidos", extraña odisea die Luca/í 
Díaz VeJez, además de aquel suave Narcés que son- 
ríe en el primer libro. No es, exclusivameinte, en 
'los casoíí psiquiátricos en donde va a buscar Qui- 
roga el vino fuerte, la excitaición profunda, el es- 
calofrío del terror o diel miedo, el aletazo brusco de 
la tragedia. Combina traman iniverosíimiles, histo- 
riiai^ fantásticas atravesadas pov alucinaciones mor- 



54 ALBERTO LASPLACES 

bosas. Em "Idilio", cuenta la historia de un amoil 
— lel maclio fuerte e imiperativo. la mujer débil, fe-' 
nilenina, — entre dos inendigoá qfUie tienden su leJ 
ctho en un rinoón ihúinedo de un oaiSierón inconiclusc' 
y feo. En "El 2° y 8.° número", los protagonis' 
tas son acróbatas: "él era. en resumidas cuentas 
un airtista de circo y ella, no tenía familia algu 
na". Lia escena se desarrolla entre brutadidadeí 
y golpea, celos, >' oruieklades. La historia de "Esti 
licón", es la de un gorila enamorado de una ií;u| 
jer. Como si la imaginación no le diera bastante 
Quiroga se deja tentar por los pairaísoB artifir-ialej 
y después d!e haber funnado una pipa de opio, siii 
efecto alguno, be(be " liastchieh ", san otro resultad 
que una atroz pesaidilla y algunos de^rreglos fi 
Biológicos producidos por la infame droga. En tod' 
lo cual sie nota que en Quiroga no isólo se impon 
el temperamento sino también la voluntad en I 
elección de las fábulas. Busica siempre lo exeejicio 
nal, lo detonante, la estuipefacioiente, y de él po 
diría 'decirse lo de Beauidlelaire sobre el poeta ñor 
teaimierioano : "Los personajes de Poe, o más' bier 
eO. personaje de Poe, el hombre de facultades sobre 
agudas, el homibre cuy'a voluntad ardiente y pa 
cíente arroja un desafío a las dificultadles, aque 
cuya mirada está tendida con la rigilcllez de una e"- 
pada sobre los objetos que sie agrandan a media 
que los mira, son Poe mismo". En las.' obras d 
Quiroga está siempre él mismo sin albandoaiar ti 
un momento a sus per.sonajes. Por eso eii qiue, s; 
bre todo, en esa época, la obra de Quiroga es poe 
variada, algo monótona, a veces pesada. A fuer;: 



OPINIONES LITERABIAS 55 

ie querer apartoise de la realidaidl, iiosí ofreicc f;;;ia 
dros que en ocasiones tienen menos iníterés que la 
:ealidaid misma. Y no eonsiguie imiponerlos del todo 
ipesar de su indiscutible encanto, ipor lo que tienen 
ie iniverosímiles, de artificiales y de brumosos. 

En síu tercer libro, "Historia de un amor tur- 
bio", Quiroga ha querido jugtifiícar una novela con 
una to:^araa domajsiailb igual y simiple. Allí no hay 
niiateriail sino para un cuento, ipaira mno de esos 
cuentos sobrios y delicioEos diel género de "Rea 
Salvia" y "Corto poema de Maríia Anigiylica", lle- 
nos de vida y frcJciiíra. La historia de un amor al 
que hacen desgraciado e imposible los oelos está 
beelia con una penetración finí&liima, con una ver- 
dad admirable. Pero era demasiado larga y hay es- 
cena'] que se arrastran llenas de iangniidez, en las 
cnales el autor exagera eíl arálisis sin otro efecto 
que prolongarlo innecesariamente. Por otra parte, 
Quirogia no insistió después de este ensJayo y vol- 
vió a sus narraciones breves e iimpire ¿onantes en 
las cuales se die^efnvuieLve con insiujperabie facilidad. 
Pero a esta altura no había encontrado todavía su 
originalidad. Hay en su obra, hiasíba aquí, — sin 
que por ello pierda una sola partíciula die su indis- 
i entibie mérito, — la huella viva de la orientación 
¡de un credo artístico, limitador como tedios lo^ cre- 
ídos, o la pretseoicáa de algún temiperamento genial 
¡que lo ha conquistado con su singular potiencia su- 
gestiva, a la cual no le fué fácil resitir. 

Con "Cuentos de amor, do locura y de muerte", 
— 1917 — aparece la obra definitáiva de Quii'oga. 



56 ALBERTO LASPLACES 

Toda su labor anterior da la iniípresdón de quien 
sube uttiía montlaña. Ahora, síe encuentra y'a en la 
cumibre, sólidainente instalado Una circunstancia 
die su vidla, la ha trasiniutado, influyendo el episo- 
dio en lel oaaiáciter de sai pi'oducción literaraá. Una 
prueba más en apoyo de las ob'íervaxíáonies de Saint 
Beuve y Taine. Algiunos de lo.s cuentos de este li- 
bro son todavía de la época anterior, sino en el 
tiempo por lo menos en la s'ustancia: "El infierno 
artificial", "'La gallina degollada", "Los toques 
suicidantes", "El almohadón de plumats". Desta- 
co de entire ellos, "Una estación dIe amor" y "La 
muerte de Isolda", dos de las tramas' más simples 
y más bellas que ha desennitlto Quiroga, Hay en 
laá dos, no sólo una halbilidad narrativa a que lle- 
gan únicamente los maestros en el difícil género 
del cuento, sino qne las estremece un hálito de pa- 
sión, de inocencia, de cordial eraoeájóín que conquis- 
ta y que a su vez, emoiciona. ¿Ha sido protagonista 
el autor de amibas tragedias .sentiimentales ? No po- 
demos ni siquiera sospecharlo, el anális'is está he- 
cho en una formia tan coimipleta, que bien lo pare- 
ce. Pocas veces Quiroga ha leído más clarajinente 
en las almas agitadas por oscuros Idlesignios, víctd- 
miais de fuerzas imponderal>les. Pocas veces la ac- 
ción ha sddo más interesante, más movida, más re- 
gular. Pocas veces ha encontrado la frase más opor- 
tuna, la palabra más exaleta y más representativa. 
Además, son dos historias, arranciadas sin fuerza a 
la realidad; osicenias sin desviaciones imaginativtas\ 
sin audaces fantaseos, sin espíintaibles prot'umdida- 



OPINIONES LITERARIAS 57 

des iisico-patológieas. Pequeñas obras maestras itte 
honradjez artís'tica. 

Pero, donde a mi piaireeer está lo mejor del li- 
bro y, por lo tanto, de toda la obira de Quiroga,, es 
en los cuentos cuyas argiiimentos se d^arrollan en 
el país abrasado de las elisiones ajrgentinas. Los 
nueve años que vivió en aquel ambiente han cuaja- 
do ea\ salwosos y bien madurase finitos literairios. 
Quiroga niianio lo reconoce cuando escribe : "de lo 
que más me enorgullezco en esta yiáa es dte mis co- 
rrerías por el bosque ea donde he tenido que arre- 
glármelas yo solo. Y desde luego, son las narracio- 
nes de monte las que me agradam más". La larga 
esítadía en aquella tierra aplastada por un sol tó- 
rrido, minada por víboras venenosas, cuyas llanu- 
ras interminables y' bosques espesos, atraiviesan 
ríos ^'a^tos y potentes, lo limi)ia ipoco a poco de la 
extravagancia, de la obsiasáón del tetmia dietonante, 
patok'ígieo o fantástico, y eá la Naturaleza la que 
emipapa ahora su tinta y afila siu pluma. Pero es 
una Naturaleza excepcional, misteriosa, traicione- 
ra, llena de peligros oscuros y de acechainzas des- 
conocidas, áspera y iprimitiva, rugiente e inhos- 
pitalaria. Quiroga — escritor hasta efl. momento, pu- 
ramente subgetivo, — se re\ela un fuerte pintor 
capaz de interpretar vastos panoramas. Su pupila 
vigilante y obsen^adora, apesar de los párpados 
adormilados y caídos que se adivinan, no deja es- 
capar ninguna línea sustancial, no apaga ningún 
tono imprescindible. Y así trasmite íintegra su vi- 
sión, con toda su grandeza y síu ©nicanto. No re- 
sisíto a citar e^tos párrafos de su ciuento " Yagual " 



58 ALHKRTO LASPLACES 

que dan una idea exaiota de su manera; idescribeii 
una seíoa: ''La sequedad del aire llevaba a beljer 
al fox-terrier cada media hora, debiendo entonií f s 
luchar con las avispas y la.s abejas que invadí. 
los baldes, niuiertas de sed. Las gallinas, com las al. 
en tierra, gemían tendidas a la triple sornubra <i(' 
los bananos, la glorieta, y la enredadera de flor ro- 
ja, sin atreiversie a idar un paso sobre la arena abra- 
siaida y bajo un sol que matamba instantáneamente a 
laiS hormigas rulwas. Alrededor, icuanto abarcaba h 
los ojos del .fox-terrier, los bloque-s de hierro, 1 1 
pedregullo volcániieo, el monte .misimo, danzaljaii 
mareados de «alor. Al oeste, en el fondo del valle 
boscofe'o, hundido en la depresión de la dloible sie- 
rra, el Paraná yacía, moierto a esa hora en su ai: 
de zinc, esperando la caída de la tairde para re\ i- 
vir. La atmósfera, entonces, ligeramente ahumada 
hasta eísa hora, ■se velaba al liorizonte, en deni^o 
vaipor, tras el cual el sol, cayendo sdbre el río, sos- ^ 
teníase asfixiado en peiipetuo círculo de sangre. Y 1 
mientras el viento cesíaha por completo y' en el aire \ 
aún abrasado Yaguaí arrastraba por la meseta, su j 
diiminuta mancha blanca^ las i-almeras, recortándlo- ] 
se inmióviles .sobre el río cuajiado en rubí, infun- j 
dían en el paisaje una sensación de lujoso y som- ' 
brío oasis". 

He ahí la opulencia de esa naturaleza extraña, 
a la cual nos imaginamos con mucba dificultad des- 
de la suavidad casi monótona dfe nuestros climas í 
templados. Quiroga la describe bien, a amplias 
pincelada=!, como corresiponde al áslpero y robusto 
conquistadJor de la seJlvaí, di^-cípulo dinámico deíl 



OPINIONES LITERARIAS 59 

geométrico lícosevelt. hh solodad, la gi-andeza de 
lo que lo rodea, la exacta comprensión del propio 
esjfuerzo en luc'ha con la hostilidad salvaje del me- 
dio, han bronceado su piel y su esipíritu, ¡han d'ad'o 
salud a su."? nervios y a sais múaoulo,^. No es otro, 
no : es el misimo. Sus cualidades de escritor son idén- 
ticas en el primero como en el último libro, Pero 
ya no pareoe aanar losJ viejos y amables divanes, ni 
los laberínticos procesos miéntales, mi las horripi- 
lantea fantasmagorías de la loeura. De la curiosa 
mirada a lo que lo rodea llecia sus arcas de vida 
palpitante. Un inglés flemático y prolongado y 
unos cuantos peones silenciosos' y fatalistas. Con 
esos elemeaitos no puede permitirse el placer de 
largias diseacionjes p1i<X)i6gicas, ni el estudio de 
exóticas morbosidades tam queridas a s'ii podierosa 
imaginaición. Lo raro está en que el hambre, que 
en las anteriores narraoiones de Quirogia es el cen- 
tro de la acción, en asitcis noievos cuentos no parece 
ser sino un personaje ¡seciundario. La mayor pari;e 
de las veces va y viene como a través/ de uina nie- 
bla, sin que se alcarucen a oír bien claramente sus 
pasos. Débil ante la magnitud die lo que lo rodea, 
ante los peligros que lo a^cieclian, adquiere una es- 
pecie de reságnlación que lo hace acieptar sin pro- 
testa todos los fallos, icon algo de musulmán o de 
inldlú. Su voluntad no es ya un impuísJo al que na- 
da resiste, y desaparece entre las fuerzas que lo 
rodean no como un ser que se impone a todo, sino 
como una simple vida más. La existencia se (simpli- 
fica y como en las cosmogonías primitivas, todo 
cae bajo el dominio de uno de los do^ demiurgos 



60 ALBERTO LASPLACES 

en que áe reparte el poder: Jeihovah y Luzjbel, Or- 
iimz o Arimáii, Visoliú o Siva, Tupa a Añang. 
No hay transiciones, y como la muerte amaga a 
cada paso, la mente en perpetua tensión siente 
un irresistible impulso a explicar los misterios sus- 
tanciales por nieddo de símbolos planoá, id'esp revis- 
tos de toda complicaición. No en vano los sistiemas 
religiosas monotei-ítas, han brotado como un nue- 
vo y' formidable árl)ol de entre las selvas equino- 
ciales, aplastaidias bajo el rayo implaicabile del gran 
astro. El hombre s'olo, frente a la naturaleza hostil 
e impresionante, parece necesitar de*l apoyo de la 
divinidad, — el buen genio, — para vencer a lo 
que se opone a sus designios, — el mal espíritu. — 
Sol)re e-sta eoneepciün simplista e ingemua como 
una línea recta. — sincero imipulso del corazón hu- 
mano, — se han levantado después tantos aibsurdos 
y pretenciosos edificios* de inaguantables teologías. 
Quiroga ha llegado ya a la madurez iplena de su 
talento. Lo dice con tod'a elocuencia el fruto sabro- 
so de "Cuentos de amor, de locura y de muerte". 
Desde ese tomo para el cual, muy justamente, la 
crítica del Río de la Plata no tuvo sino cálidos 
elogios, no ha dado a la imprenta ningún otro libro 
de la misma clase, aun cuando ha puiblieado des- 
pués de &'u aparición una porción de cuentos por 
el estilo, que bien pueden darle materiales para 
otro volumen. Vuelto a Buenos Aires, en donde 
reside desde hace algunos años, no ha olvidado el 
encanto áspero de la selva profunda ouyo> miste- 
rios tan bien conoce y tanto ama. A la originalidad 
de su inteligencia se amolda perfectamente la orí- 



OPINIONES LITERARIAS tíl 

ginalidad del país que ^ refleja en sus cuadros 
sobrios y' extraños, que díesorientan un poco nues- 
tro criterio de irreductibles gustadores de los pla- 
ceres de las grandes urbes europeizadas de nuestra 
América meridional. Por eso síus liljros últiiiijos 
serán los más leídos por lo8 públicos eultos de las 
ciudades, y su fama no tendrá nada de común con 
la de los que pintan el campo y' las costumbres de 
sus babitante«. de un modb fotográfico. Sus paisajes 
son siempre paisajes de ensueño, y sus personajes, 
ajun los má.s humildes e insignificantes, están en- 
noblecidos por una suaive dií?tineión que los hace 
únicos y encantadores. Y Quiroga será siemipre un 
señor desdeño-o de las cosas coiuiines y un infati- 
gable Simbad, en busca sienvpre de horizontes ma- 
ravillosos', decorados sobre el azul intenso áel cielo 
y del mar, por vasias sinfonías á'e colores. 



1918 



«El Teriüiio»), por Carlos Reyles 



Más aún qu€ por su valor liteá-ario, — que es 
muy' grande, induda'bleanente, — es la última no- 
vela de Carlos Reyles, "El Terruño", nn verda- 
dero acüinteeimiento en nuesitro roduoido mundo 
intelectual. Hasta aihora nuestros eontadíslimos no- 
violisías campeiros habían hecho obvra die índole dis- 
tinta: pictórica, histórica o cc-stunibrista, palpable 
sobre todo en lo que lievan «scrito Aicevedo Díaz y 
Javier de Viana. Lo que no se había tentado aún 
on una obra de g'ran aliento — y por eso re-presen- 
ta g'allardamente "El Terrufío" un nuevo ensayo, 
— era lia novela tendemcáosa, es decir, puesta al ser- 
vicio de un cuerpo de d'octrina¿í bien 'definido. Tal 
intento ha alcanzado la coronación que era de es- 
perarle en una pluma tain a\ezalda en esas nobletí 
lides como es la de Carlos Reyles y brilk: por igual 
en la fuerte enjundia de la obra, perfectamente 
conieluída y' conducida, en la valioaa observación 
pnicológica de los personajes y en la soberana lim- 
pieza del estilo. Desdte todos es;tos puntos de vistia, 
primondiales en una obra de a?ta clase, os "El Tie- 
rruño" una novela sol>resaliente que haice honoj; 
a nuestras letras y que acusft un fuerte espíritu 



OPINIONES LITLRAEIAS 63 

reador, alnimibute a la vez en riea savia ideológi- 
íay en proveeliosas diseiplinas nientaleíJ. 

Por niuclio que parezca dcsídeñar la Pedagogía, 
V trate de darle, venga bien o no, enérgicos y tiía- 
levolentes pisotones, Carlos Reyles ha querido ha- 
cer en esta noveila, obra pedaigógieía. De tal y' no 
dle otra clase es el sofplo que aninia a esas páginas 
brillain,t,es en la^s* que canta las exeelenteias de la 
vida sana y afirmativa, entregada por entero a la 
fecunda labor ded trabajo rurail, lejos dle la ciudad, 
propicia a las voluptuosidades enerx^adiora-i del ca- 
rácter o infeccionada por ideologías decadentes. 
Su misión es la del ipredicador, la del maestro : en- 
señar. Ya en otro libro siellecto, "La muerte del 
Cisne", había prodÓgado idéntioas ideas de rege- 
Deración individual y colectiva, enivueltas en el dis- 
fraz de una filo&'ofía varonil ennoblecida por la 
música de una prosa magnífica que es, probaible- 
mente, la más hermosa que se ha esOTito en el paí^. 
Si bien esas ideas no han sido hallazgos de Reyles, 
pues responden a las concilusiones a que ha llegado 
lina fuerte eorrieiute intelectual conte^mporánea, lo 
que hay de originarl e^ que ha sido Reyles el pri- 
mero que las ha ex5)u€r?to y defendid'o enitre nos- 
otros, con una rara valentía y uua completa pose- 
éón del asunto. El triunfo de la acción sobre la 
contennlplación, del impulso sobre el análisis, de la 
experiencia sobre la teoría, del pragmatismo sobre el 
intelectualismo, son con pequeñas diferencias, los 
principios fiJoiSÓficos que defiendeai un gran número 
de pensadores modernos que han traído al campo 
dle lia mpeculación nuievas e inquietaaites problemas 



64 ALBERTO LASPLACES 

a resolver. Entre ellos podemos contar desde los 
James y' Roosjevelt, obreros de la férrea democracia 
almiericaiia, hasta los Le Bou y Bergson y Idí 
Nietzsohe y Bernhardi, representantes de viejas ci- 
vilizaciomes que agonizan actualmente bajo la pe- 
sadilla de un sangriento cvepúsieulo. La bestia rubia 
del gran atormentado parece haber inspirado eí^ta 
vez el ideal de perfeooión, de siiperaeion aristocrá- 
tica a un inquieto soñadbr latino, brioso e impa-í 
cieffite, convencido de la infalibilidad die las ^ocia-' 
les jerarquías instituidas por las leyes iaitrasmiita-' 
bles que presidan el funcionamiento regular de los 
organismos vivientes. No es extraño que lo amar- 
guen los triunfos de lo que él considera la medio- 
cridad subalterna, — la eanallocracia del inigenuo 
Darío, — y que lo irriten espectáculos que contem- 
pla con el desdién que le dictan severas premisas 
aceptadas como artículos indiscutibles de una nue- 
va fe dogmática, en que la propia adoración es el 
primero y' el último de los mandaimientos inscrip- 
tos en sus Tablas de la Ley. 

He ahí porque ''El Terruño" significa un inu- 
sitado acontecimiento en nuesítro ambiente, pastoril 
todavía apesar de que la cultura europea latvie siu 
periferia litoral, pero que no ha ahondado hasta el 
miamo corarón del país. G-raveniente, hace profspe- 
rar Reyles hondos y triáscen dentales problemas so- 
ciológicos bajo un cielo virgen de tales preocupa- 
ciones que ha contemiplado sólo sencillas escenas d€ 
vida primitiva, ya amorosias, ya violentas, perc 
siempre ingenuas, ineomiplieaidas, a lo más, senti- 
mentales y casi siempre instintivas. Para ello \u 



OPINIONES LITERARIAS 65 

tenido que forzar la iHíalidad, crear tipos y' situa- 
ciones, imaginar con generosa esplendidez de hi- 
dalgo de las letras una trama interesantísiiua plas- 
mada enteramente por su fuerte y agresivo subg'eti- 
vismo. No importa que haga figurar alredeidbr del 
tipo central alginios persotniajes arrancados de eua- 
i jo a la realidad por su fina obserA^aieión ; el artisíta 
I gusta burilar sais criaturas en las cuiales contempla 
cariñosamente un girón de sí mismo, y las tortura 
j con suis propios entusiasmois^ como que ellas hau 
de dai" forma a laá ideas que las mnieven y al ser- 
vicio de las cuales han su.rg'ido de~:de la.s reoondiitc- 
e^ del misíierio en que yacían Esa unión entre el 
novelista y sujs personajes m má¡s o menos intensíi 
en todos los osícritores, aún cuando a^tén seguros 
de realizar obra plenamente realista, es d^ir, in- 
térprete fiel de las cosas tales como se presentan 
a la humana investigación. Ese su(l)getivismo ad- 
quiere, según la i.>siquis del escritor, ma3'or o me- 
nor importancia hasta el punto de aJbsíorber en al- 
gunos' casi por completo el dominio de las sensa- 
ciones y' hasta pasar, en otros, casi dlesapercibido 
entre el triunifo resonante de la obgetividad. Rey- 
Íes es de los primeros, un escritor de potente y ro- 
busta vida psicológica, una llama siempre encen- 
dida, un enéngüeo "centro dtel universo" que ansia 
encajar la realidad existente entre los límiites do- 
finidos del ensueño que lo agita. La orientación 
unilateral de su ipensamientc está mantenidla por 
una voluntad masculina que se rcATielve, como el 
le('>n en su jaula, irritada por el ticoiipo que tarda 
el mundo en conformarse a su fuerte ideal do- 



6 ALBERTO LASPLACES 

minador. Y se exaspera ims todavía por la iiidii'e- 
rencia, — eíía, resi^stencia de la inicoiinpresión, — cpie 
pcdea a su euipeciaiado batallar, liuérPaimo del sii- 
prenno aliciciitie de las futuras cos&ohas; por la ce- 
g-uedad de sus compatr"iotajS los cuales -loiirít'ii in- 
crédulos ante sus bellas metáforas ; por el vacío sin 
íin y sin éJonoridad' en que ha-n caído, como esitrcllas 
apagadas, sus arriesigadas oonicepciones esijiiritua- 
le'J y las radiantes pará.boilaís de sus altivos evan- 
gelios. 

Desde el pmnto de vista del dcsaiu-allo de ííd 
ti'araia es "El TeiTuño" una obra de corte senci- 
llo y uniforme, como que tcdí. la acción gira obe- 
diente alrededor de un ti,po central, Tóeles, que e> 
el quie mantianie la amnonía de la obra, de:5de el 
princiipio al fin. Todos los demás personajes que 
iniierváienen son secundarios, pues ninguna de ellos 
tiene vida propia y sólo han sido engendrados para 
sei-vir de marco al protaigoindsta o para auxiliarlo 
o eontrajilscirlo con el objeto de que se mainifiesite 
en í'U plenitud, tal icual es, con su alma cauílriante 
y contradictoria al desnudo. í^n el doloiposo proccioo 
psicológico porque liará pairar Keyles a e-ite per- 
sonaje e3tá la justificación de la fáb-ula, lia diuánii- 
ca que empujó la mano impaciente del escritor. Es 
Tóeles un hombre de cuerpo die»medrado y raquí- 
tico, poro de una initensia vida cerebral, que ha 
gastado sus mejores años quema ludloge las pestañas; 
sobre los libros intentaaido poseer Ioí ipi-imcipios de,; 
una filofe'ofía vana, abstrusa y palaibrera que da con 
él, finalmente, en la acción ipolíticia electorera y de- 
mocrática, — asilo común de todas las miedioerida- ' 



OPINIONES LITERARIAS 67 

les según, iveyles, — de>pués die ajiiibular estúipi" 
ilainentte por cenáculos de desorbitalclbs decadentes 
le lai^ga melena y hueca irnollera. Tóeles es un pro- 
lucto natural en nuestro ambiente de falsedades y' 
rasnocliados' roiiiantieisnios de geniu'ino origen la- 
imo. Es un hombre engañado por juegos de ai*ti- 
icio, que parece empeñarse en marchar a espaldas 
íe la realidad y cuyo fin tiene que ser necesaria- 
uente un fracaso tan, comi)leto como doloroso. 

Tóeles fracasa, pero entonces, en vez d-e recon- 
^ein'trarse en um acto de sincera coaitrilción, llénase 
le or^iUo sombrío y culpa a la etstiupidez de los* 
jtiros el martiráo laicerant\e de sus liabas abiertas. 
Dolorido contra todo y contra todos, va a dar c-on 
ius huesos y su mujer a easa de sus suegros, en 
T.edio diel camtpo, en donde reina una tranquila y 
.•econfortante sencillez eclógica. Allí lo toma el no- 
^'elista paira seguir pa;^o a paso la evolución que ha 
3e transformar total y' sustíindalmente su vida, 
fia comunión con ([ue la naturaleza, la libertad de 
9star a solan consigo mismo, la contemplación de 
la vida sana y de una sola pieza d¡e las que lo ro- 
dean lo convencen del profundo eiTor de que ha 
sido juguete, de lo ficticio die sus ensueños de re- 
[■•eneración colectiva a base de discursos y de leyes, 
de su ridicula y apestosia vanidad de sa-hihondo. 
Cuando llega el momento trascendental de efectuar 
un balance de su existencia, aporta a la conelusión 
dte ([ue tiene caiarenta años y está aún al pie de la 
montaña a que pensaba llegar, síin haber avanzado 
nn solo paso, eomo un sonámümlo que hubiera dado 
.vueltas continuas alrededor del mismo oírculo. Por 



68 ALBERTO LASPLACES 

medio de una súbita revelación interior, detscnlic 
((uie no lia heolio más quie correr tras ihisos e<|M>- 
jiginos, mientras ha desperdieiaido miserabletmctitc 
todaá las energías viril^ y afirmativas que de.sl;ni- 
d:a'ban en su almia. "A to/db traaiice, — piensa, — 
quiste sor un intelectual. La tal palabreja me (I;i 
dentera y revuelve las tripas. ¡Un intelectual! 'li- 
mo si lo supremacía de la razón razonante no l'm'- 
ra puria gollería, del mismo modo que la Libei-I- l 
el Dertíclio, el Ideal y otros fantaísmas tras los ( 
les corrí apartánidome de la send'a tortuosa, aíriii). 
pero cierta por donde avanza matando quimertíiN c] 
egoísmo de eadla criatura. Yo, al revéá, me mietí en- 
tre ceja y ceja el insensato proposito de de;sitruiii'lo, 
y aliora caigo en la cuenta de que ese egoísmo es 
lo único sano, la tierna firme sobre la quie el hom- 
lire levanta, obedeciendo a leyes inexorables, las 
fábricas de las religiones nobles y duraderas, Amor, 
altruismo, entuisiasrao, fe que no tienen esa base snu 
caprichosas arquiteoturais y ridículos castillos oii 
el aire". 

Tal el cuerpo de la doctrina. Ninguna novedad 
trae ella al campo de la especulación filosófica. 
Ninguna novedtad representa ta'm(i)oco dentro d,e la 
obra literaria de Carlos Re'j'les. Ya en "La muerte 
del Cisne" ha defendido con arre^batadora elocuen- 
cia idénticos principios que se le antojan clairos 
como la luz. Forman el esqueleto de su prédica, la 
idieología de la fuierza y la orietafíslica ded oro, ést€ 
oamo ¡premio inibio de los esfuierzos, aquélla come 
único vehículo para alcanzar el éxito, razón de 
nuestra vida. Todas las virtudes que llama cristia- 



OPINIONES LITERARIAS 69 

/ ■ ' 

has lio son sino efectos de reblaiideciiiiieutos cere- 
brales que conducen directamente al suicidio de la 
personalidad humana. Hay necesidiad de trasmutar 
todos los valores subvertidos ¡por largos y oscuros 
siglos de esclaivitiad mesdiánioa El homibre debe vol- 
a conquistar su triunfante animalidad, aplas- 
,! por una imontafía de prejuáicioi-i, de debilida- 
des, de nefastxDis reniunciamienlos que la privan de 
5U real dignidrad. El egoísmo es la primera fuerza ; 
la lueha por el dominio el sport iraipuQ'^to a toidU 
•'lula por la misima naturaleza. Todo lo deonás* es 
)fresía. afeminamiento, degeneración. El indi- 
co, solo, apartado de sus semejantesí por incol- 
niiados abismos e^ la potencia al>soluta y delirantie, 
la cifra siuprema, el principio y el fin. T,^nión, so- 
lidaridad, aimor, democracia y todos los coniceipto'í 
plurales, simiples palabras representativas de ver- 
gonzosas elaudieaeiones que dan origen a hecíios 
:iU)e atan al hombre en la cniz de síh-í .propios e irre- 
mediables desacierte», li&y' que reaccionar, imponer 
por la fuerza que es el nervio del in/undo, el orden 
lógico, extraviado por indeei>as quimeras que ja- 
más plasman en .sólidas y' duraderas realidades. 
Hay que dar a la voluntad indomable y al dolor es- 
timulante el primer puesto que reclaman. Al>solver 
para siempre las fatales quimeras idealizas, los 
propósitos de igualitarismo .social, hundir en el 
polvo de la esclaivitud para que ha sido hecho, al 
pueblo, enlocpiecido por latí farsas de los deanago- 
gos y devolverlo de nuievo al servicio de los magní- 
fi'co.^ aristos. Desipertar a la Humanidad idiel .^iuefio 
eneantado.r pero mortal en que la s¡umió la iluvslón 



70 ALBERTO LASPIiACES 

y ca.'rtigarla con lo.s látig-os crueley dv k realidiid ; 
eí^jpolear sus ñmitcos sangrkiitosí (í<m las agudas es 
puelas de la ainTbición. Nada de roJuanticism()> 
ños, de iiitelectuailásjnos iiife(-ii.ndos, de estíi¡ 
errores ti-aiSCiendeiitales. La vidia es aieción, no 
templación ; «riieldad, no pkáad; instinto, iv 
toligeiieia. Borrar d'e un golpe todo el pa.sia(l 
sino la tarea más fácil, la má,-; necesaria. Los 
sostienen lo contirario son unos utopistas, 
ni/einteeatos o unos pervertidos Todo e.s periu,/.;.^ 
menos violar el orden natural de las cosaíí. 

Hacia tales países ei\^oliieicna lenta pero finn 
mente Tóeles, el idealista impenitente, el ingeni] 
soñíador atihoipriaid'o de venenosa erudición libreso 
el amargado por todos los fracasos, por todas lí 
tundas que le ha dado la realidad. Como se ve, Ti 
eleá va liaeia Nietzsdhe, saigehtionado por el alar 
do resonante del gran Federico, el '.maravillo^ 
exaltador de la fuerza y' d)e la energía, d moralis 
lia que erige su áspera roca más allá de la essieTJ 
ética del Bien y del IMal y asipira al fruto mila 
groso de la última selección superadora. Pero ¡ ay i 
esa evolución no es tan profunda como lo juzd 
Reyles, y en este punto, verdadlera médula de I 
no\'ela, su intento failla por completo. Tóeles 
hace más que su&'tituir unas ideas por otras; 
víctima de un en&'ueño pasa a ser víctima 
otro que se le antoja antagónico. Si antes 
movía alrededor de un círculo sin fin, tam])ae 
acierta a salir de él ahora. Entonces, las idea 
eran el vino que lo empujaban. Fracasó pero, | 
culpa fué suya, no de la filosofía que intentó ponÍ! 



Ol'lMONHS MTEU.\K1A« 71 

en i)iáL'tica. Si cu vez de derrotado liiibiera sido 
liiiuifadoi'. ¿para qué hubierii servido Nietzsche? 
El ansia de triunfo que lo levanta y' lo enriquece 
11 lina ola áe saaigre roja y generosía no resáde en 
la excelencia del propósito que ahora lo anima sino 
cu la necesidad fisiológica de tentar una ruta nue- 
\a, virgen aún die sus plantas doloridar» y experi- 
mentadias. Si se hace egoí.^ta, cruel, duro, materia- 
lista, es porque poniendo en pi^.etica virtudes de 
otra clase no logró calmar el ansia que lo atornien- 
t<aba. que lo atormenta todavía, que lo atormentacrá 
siempre. Si reniega de su^ ídolos es porque no lo 
lian dado lo que de ellos esperaba como un don in- 
falible. Otra dirección en la brújula de su vida y 
el rendlado hubiera sido muy distinto. El efecto, 
no depende, ec<mo lo pretende Reyles, de la canti- 
dad de verdad y mentira que hay' en los principios 
imipulsadoi^es de su conducta, sino en otra fuerza 
que no llega a avizorar con claridad. Tóeles renie- 
ga contra todas las normas inteleetualistaíí que cau- 
saron el fracaso 'de su vida, sin notar que se en- 
trega, tan . indefenso y con tanta ingenuidad como 
antes, a otras noranas intelectualife'tas ; y troca su 
engaño, al salir de la embriaguez profunda en que 
lo habían sumido unas eitiantas palabnaéJ represen- 
tativas : Dereoho, Ideal, Democracia, Altruismo, por 
otra em'briaguez semejante que le caufían en su es- 
píritu otras palabras dle idéntico valor impulsivo : 
Fuerza, En-orgía, Libertad, Egoísmo. Ouéstale mu- 
cho, como es lógico, abandonar definitivamente la 
senda ,porque ma rehaba confiado y aún en plena 
( \olueión, ouando su espíritu miarcha a velas dieí*- 



72 ALBERTO l.ASr'LACfíS 

plegadas haeia los miovQs den-oteros, cae Ciii ajiiar- 
gos .minutos de duda, en hondas crisis puññcantes , 
que amenazan llevarlo a la dii^esperación, pero que, 
en cambio, lo condiucirán a la salud. 

Poco a poco se serena y eiwpren/de valientemente 
la ruta en el fondo de la cual brilla como un sol 
el éxito que desea como a una mujer, desipués de 
quebrar a su alredledor todo lo que pueda recor- 
darle un pasado (lue oree aliora abominar tanto 
como antes quiso. Nada más natural en un hombí . 
en plena madurez que pronto comenzará a descen- 
des por la ásp'Cra montaña de la vida, al extremo 
de la cual albre sni inmensa interrogación nunca 
contestada el mar misterioso del que no se retorna 
ja'inás. Tocleis .se vuelve juicioso y razonador, frío 
y' duro. Abandona suíí viejos ideales pero los aban- 
ilona con lágrimas en los ojos, como el que se des- 
tierra de un lugar querido en donde ha sido 
dichoso. La misma obra vuélvese asá contra el pen- 
samiento obsesionante del autor. El psicólogo de- 
rrota al doctrinario revstaibleciendo el natural equi- 
librio de la fábula y encajándola en normas reales 
y no violentadas). Ajsí, cuando Toóles responde a 
^Mamagela que lo interroga sobre si se confonnará 
eom el destino que le aguarda, afirma él, con una 
voz qne hnimedecen las lágrimas, que desde ai¡; 
no edificará m'ás castillos de naipes. Una noidie, 
guiado por la fuerte voluntad, que e^ un aspecto 
nuevo de su carácter, albre la maleta en la que guar- 
da los manusicritos de miuehas Obras malograda^*, 
en las que vertió lo mjejor de su espíritu, y melan- 
cólicamente los despedaza, jurito con cartas y otros 



OPINIONES LITLR ARIAS 73 

•ecuerdos efe amor que yacen juntos em aquel rin- 
lón en el que amontonó sus sec- rotos más queridos,'. 
)bra como un sonámbulo, como im místico, imipul- 
iado por una fuerza extraña en él, ante la cual no 
^osee defensa alguna. ''Aquellos papeles amarillen- 
os, cuasi caidavéricos en los que su ardiente juven- 
ud puso tantas .faátuosan esperanzas, su coraz(')n 
anto aanor, su iinteligiencia tanto getneroso desva- 
•ío, se le antojaron los restos mortales de un alma 
'enecida. ¡ Ouántais grandes ilusiones eabliam en tan 
jefiueño espacio! pCuántos muertos en tan breve 
'o-sa...! Uno a uno fué sa^c&ndo lo&' legiajoi^, los 
'nademos, los abultados paouetei? y luego de leer 
;al cual página, y'a reoobra'dio, las rompía a todas 
Y arrojaba al canasto con sombría entereza y ma- 
no temblorosa pero suimisia al mandato de la vo- 
iintad. El últiano paquete, el iniás voluminoso, es- 
aba sellado y lacrado. Eran cartas. Al desgamair 
la envoltura del papel de seda que las contenía 
cay'eron sobre la mesa muchos pliegos iperfumados, 
m retrato de m,ujer y algunas flores secas, desco- 
oridaa, próximas a deshaicerse en polvo. Tóeles 
contempló largo rato la candida niña die ojos so- 
ladores, boca infantil y cuello como el tallo del 
lirio. Esa pequeña eabeicita, miurmuró, tuvo mis' 
fielbres ; esos labios no mintieron ; esos ojos se lle- 
varon al otro mundo la encantada imagen del hom- 
bre que ella, ella so^la veía en mí y" que yo hubiera 
queriido ser. Luego estreehó el retrato contra su 
corazón, lo besó con frenesí y lo rasgó también". 

Oon esta escena simbólica termina la obra, coin- 
cidiendo con el final del proceso psicológico evolu- 



74 ALT5EUT0 J.ASPLACES 

tivü de Tóeles'. Est^c «e ha librado de la 'pesl( 
iiuuitiea, espiritualista., igualitaria, quie nuil 
sus más nobles y jóvenes energ-ks. Cada iin 
lc3 'demás pensoiiajes de la obra tiene su va!' 
ptícial, pero ninguno el relieve del protaig^i 
Main-ag)ela, la síuegra, es una paisana lal1)oriosM, 
cliaraohera, práctica y alegre que empuña conj 
tantas otras similares, con mano firme, el time 
d'el hogar qu^e prospera gracias a su iasltinto 
guro que la ha hecho .^.Ivar lo»s más diJPíciles esc 
líos. Tráela a propósito Rejies a la novela, pai 
hacer que esta mujer ítencilla, semi-ignora-nte, pe:^ 
dotada de grandes virtudes prácticas, sirva d 
contraposición a Tóeles y hasta sea su áncora i)r( 
picia en difíciles instantes de naufragio moral 
iMamagela llena páginas enteras del libro con ^ 
personalidad siianpática y movida, simple y arm( 
]iiosa ycon su palabrerío pintorcsico, con suá sei 
toneias de corte pei'ogrulle'ícc, pero sanas y si^ 
taiieiosas como fruta del eaímpo. En eaml)io Re] 
les nos ofrece una canicatura indigna en Aniah 
la maestra, la nmjer i-JIe Tóeles, débil y pedant 
simiple reflejo de los errores de slu marido, sin pe 
sonalidad ni brío, uin pobre ser, víctima taimbié 
del intelectualismo y del nefasto venieno que vié 
ten los libros en las alma/i inferiores;. Este pers( 
]iaje, es un grueso error de novelista que ha e: 
tremado en él los tonos oíJcuros hasta ofreetenn< 
un repulsivo haraipo. Por el contrario, tiene la fu el 
za de una figura epopéyica, el caudillo bravo 
adusto, Pantaleón. producto sintético de nuestj 
gauchaje levantisco, que no concibe la vida sit 



OPINIONES LITERxilíIAS 75 

a caballo y con uifa laa'ga lai.za eiitne los fuertes 
doJüs, y que niientras dura la paz sólo se ocupa 
de prepararse "para la otra''. Todo lo que se re- 
fiere a Pantaloóii está pintado áe nrano maestra, 
sobre todo slu muerte épica que forma una de las 
ipartes más emocionantes del libro. Hermosa tam- 
bién la tragedia de Primiti/vo, el paisano dotado 
de todas las virtudw serenas, que ve quebi-arse su 
vida por una honirl^ conmoción pasional que la 
vuelca totalmente ol)ligiándola a seg'uir rutas an- 
tagónicas a lai^ que. hasta ahora holliara. Hay' algo 
áéi fatalísimo g-riego en el destino de este persona- 
je abatido por la desgracia como el buque por la 
tempestad. Los demás tipos que presenta Reyles 
llenan el cuadro comipletándolo y dándole vida y 
movimiento como conviene a una nairración no- 
velesca . 

El estilo de "El Tierniño" es como todo el ule 
Reyles: musculoso y hrillantye. No ateusa por lo 
general la ipreoeupaeión laboriosa del artífice que 
se empeña en busoaír la originalidad, pero la al- 
ean?3a, aunque no icon tanto éxito como en "La 
muerte del Cisne". Salvo algunas frasJes de evi- 
dente eontor.-iión y de muy' dudoso gusto, como 
"oíase el silencio caflUipesino", y "ni una ehiapa 
de viento", el libro está escrito en leoiguaije rico 
en palaibras pero claro, conjciso y de oportuna y no 
i'^icairgada adjetivación. Léese con gusto, aún cuan- 
do no se participe dle sus ideas filosíófieas, m. se 
admitan sius conclusiones ideológicas, ni se enjouen- 
tren bien ciertas libertades de leiKguaje que a 
nuestro parecer afean innecesariamente algunas 



76 ALBERTO LASPIiACKS 

páginas. Todo lo enal quiere decir que la obra m' 
lee cou placer poríiue posee un real valor literario 
y por lo cual se va a imponer a la eom^ideraicióii 
del juicio d'e sus contemporáneos, y por lo cual 
tnínibién "El Terruño" no va a ser olvidado de- 
masiado pronto. En resumen, esta obra se nos 
presenta como un firacaso para el sembradior de 
iiTeas, para el dootriinairio de um nietzscliianisnno 
utópico, excéntrico y' sin base, al mismo tiempo 
qtie como un nuevo triunfo para el narrador, para 
el literato, para el hábil artis'ta de la frase que 
siempre lia habido en Carlos Reyles. 

Enero de 1917. 



El '^^ Ariel" de José Enrique Rodó 



Ariel, genio del aire, '^preso en bronce", está 
taiiiibién contienido en la serena prosa de este ser- 
món laico qme Rodó, en el pináculo de su talento, 
dedicó a la juventud de Hispano- Améri-ca. Si al- 
guna vez se ha cantado oon mística unción la su- 
premacía del alma sobre la materia, ha sido ésta, 
que recuera tanto a la sátira casi peeíLmista de 
Renán, amargado por el triunfo momentáneo del 
bajo espíritu. Rodó no pronuiicia su disicurso ante 
la juventud que lo escucha absorta, pendiente de 
la magia amable de su palabra : lo ofi^cia. Va(?o re- 
pleto de miel dulcísima, sólo sabe dar lo que guar- 
da, suavemente, como un río que se desliza por un 
plano insensible, entre dos orillas' pulidas y ar- 
moniosas. No hay una duidla que como uma piedra 
forme un remolino que enturbie la dulce corrien- 
te. Desde el principio al fin^ el mismo tono dis- 
creto, la misma frase cálida, el misnno giro musi- 
cal en que se adivina el horror por lo detonante, 
lo nervioso y lo inesperado Se comprende que 
marcha sin brusquedades por una ruta fácil que 
no llaga suá pies, y que sus ojos están fijos en una 
estrella que lo atre con fuerza iri-esistible. Si el 



78 ALBERTO LASPr.ACES 

■secreto ele la trasmisión de ideas y sentiiuientrw lia 
querido hallarse en el eapeetáeulo contagioso de la 
aAitosug'estión, nadlie se liia presentado a la lucha 
con mejores armas que Rodo, enteramente posteí- 
do por su va/íto ensueño, primera víctima de sai 
propio culto. Ha convertido el aula en templo, y' 
en él, desdie una pemimTíra discreta y agradahle 
predica a la inquieta floración humana que pron- 
to cuajará en fuerza integral, las buemas parábo- 
las de su evangelio. Sujeta con mano firme aunque 
acariciadora el potro piafante de ardientes remos 
y lo inicia en los primeros misterios de su resipon- 
yabilidad. y dieja en él, (x>mo una esipina claivada, 
la conciencia de los deberes ineludibles que poco 
a poco doblegarán sus espaldas, a medida que la 
existencia vaya tomando la forma de una estatua 
en la que grabe sufí líneas innutables el incompa- 
sivo cincel del tiempo. 

"Aíriel" apaireció por primera vez en 1900. Ro- 
dó no contaba entoiuices miás que con veiintioetho 
años. Pasma pensar que estuviera ya en sólida vi- 
rilidad intelectual y que su cerebro hubiera podi- 
do adquirir el repaso, la sobriedad y' el equilibrio, 
— dones de adulto, — en plena juventud física 
todavía. Es verdad que ante^ había ofrecido a la 
adiniración de suá contemporáneos varios trabajos 
repletos xle savia jugosa, de erudición selecta, y es- 
trem^ecidos por una noble inquietud estética. Se 
imipuso de golpe porque tenía que ser así en un 
í»mbiente de fáciles improvisadores, de perezopos. 
imaginativos, Idie in^fecundos iconoclasta^. A tira- 
vés de su prosa eadeneiosa, se descubre al medi- 



OPINIONES LITERARIAS 79 

itivo agobiado [)or sus nobilísimas preocupaicio- 
es, buscar la fuente .sellada, golipear la Eiífíngc 
uiida, ton voluntad intloiiialde, lleno de alegre es- 
eranza. ün iiii.piiso irresistible hizo die su juven- 
jd un noviciado austero y se recluyó en coinpa- 
ía de lo,s gramdcs espíritus a la edad en que to- 
es los demás dispersan sus energías d-esbordan- 
a en locas y desaforadas' empresas o vibran como 
17)88 íícnoras a la caricáa prof unidla del Amor. 
*ara la vida tuvo siemipi-e Rodió una mirada aviesa, 
onio de reojo, como convencido de la inferioridad 
;e sus pi'e-cntes aute los que gustaba sibarítica- 
lente en el tibio rescoldo de su pacífico estudio, 
arrastró su materia como un fatrdo del que no se 
)uede prescindir, olviicMndose totalmente de ella 
' teniendo para siis impcriosidados, cuando anas, 
'\ gesto resignaido del que cuniiple a la fuerzía. Pe- 
su visión fija en deslumbradoras iperepectivas, 
lecoró su existencia con generosa;^ compensaciones 
' llenó su alma áe músicas inelfables y' lo nutrió 
on el sustancioso grano de la siaüwduT'ía. El ocio, 
— actividad aristocrática, — que con tan suges- 
iva elocuencia aconseja, no fué para él un oasis 
ñenliechor y tranquilo entre el mar a^itaidb y tem- 
:>estuoso de la vida. Fué ^ vida misma, su no- 
>le labor, su vocación ardiente contra la «ual no 
teíDÍa defensa. Si alguna vez intervino' en Ids 
isuntos públicos, hizo suyas las incógnitas comii- 
lea e intentó compartir las inquietudes de las nm- 
O'hedumbres, no dejó por eso die habitar su pa.í^ de 
ensueño, al que hubo dte retomar al fin. ascjueado 
y herido, despuésj de una áspera lucha sin gloria y 



80 ALBERTO liASPLACES 

sin premio. De su contaicto oon los liombres no He 
AX) sino reeuemclbs brutales de feas luchas en (iiie s 
agotan todos los medios; de encontrones sim pie 
dad, siii belleza ni encanto. Su ideal lieflénieo d 
la vida no podía conformarse a la realidlad y' pd 
eso. aun([ue ludió con ingenua buena fe, hubo d 
retirarse vencidio sin que se le comprendiera, des 
pues de una larga tarea estéril, p'ero sin compreii 
dier él tampoco, sin atinar un momento a i'0.mo h 
de moldearHe la masa humama para esperar de ell 
las más rubias ocsetchas. 



"Yo aeré el espíritu intermitente de la Natura 
leza. Seré el azul del mar. la vida de la planta, e 
perfume de la flor, la blanca nieve de los ventis 
queros. . . Necesito de besos más castos. Todo idea 
lista será mi ajmante; toda alma pura será mi her 
mana; yo seré la nieve virgen del seno die las jó 
vene-;; seré rubio en sus cabellos* de oro. Florecerí 
con la rosa, seré verdle en el mirto, perfumado coi 
el clavel, pálido con el olivo' . Rstas palaibas sor 
de Renán completando el símbolo de Sliakei'Jpeare 
Ariel es, pues, la poesía. En cuanto a Eodó. lo de.s 
cribe así: ''Ariel, genio del aire, represe(nta en e 
sim/]>olidmo de la olira de Shakesipeaire la piarte no- 
ble y aiada del espíritu. Ariel es el imvperio de k 
razón y el f'enti.miento soibre los bajos estímulos ét 
la irracionalidad; e'^ el entusiasmo generoso, el mó- 
vil alto y desinteresadlo de la acción, la espiritua< 
lidad die la eultura, la vivacidad y la gracia de h 
inteligencia, el término ideal a que asciende la se- 



OPINIONES LITEKAUIAS 81 

j ieocióu humana, reetifícaiido en el hoiiiibre superior 
ilo¿>' tenaces x-estig-ios de Calibán, símíiolo de sen- 
siialid'ad v' torpeza, con el cincel perseverante de 
;la vida". Para su oración a la juventuid., Rodó ha 
.crL'ítalizado en un sínuliolo su ideail. en un símbolo 
de inmaculada pureza qiüe puede conoentraír ante 
la atención de los discípulos una norma definitiva 
y señalarles una senda de la que no habrán de vol- 
verse ya. El escritor es, así. un profesor de moral, 
:Con los labios deííbordiantes de miel, un maestro 
que hr.ice pensar en el Akíidemos y en el Gimnasio 
y ([uc perpetúa en nuesti'a rtiad de oro y demo- 
cracia la leyenda de los inmortales peuisadores de 
1,1 Tlélade que lo eran también de Himeto. En 
"Ariel" la moral se despoja totalmente de su ea- 
rÁeter dogmático o religioso y' se acomoda a la es- 
tética como el licor al ánfora que lo aprisiona. El 
■buen gusto, la suavidad, el liorror por lo vulgar y 
I lo groííero, el cultivo diel reino interior, el ocio que 
L de])e vS'er ])ensar, soñar y admirar, tales son los 
I vértices de e-^ta doctrina que destinó a florecer 
en el jardín de la juventud, normas de conducta 
simples y severas como las líneas ascenicionales de 
una columna dórica. Verdadero programa de 
aristos que no pla.íínará jamás en la mayoría de 
los hombres y que mfueho menos todavía, compren- 
derá la juventud (pie íie caracteriza precisamente 
por el obrar apresurado y violento, por el desdén 
a lo pulcro y' a lo medido y por el odio al ocio. 



82 ALBERTO LASPLACES 

Quiere autetodo Rodó, desarrollar en la juven^ 
tud el ideal eistéti'eo, d. buen gusto armonioso, la 
comprensión de los ritmos profundos y encanta- 
dores de la belleza. Toda la paiTmiera parte de 
"Ariel" oriente su proa hacie las países del arte 
y es como un blanco propileo die las demás. "Ye 
creo indudable, — afinna, — que el que ha apren- 
dido a distinguir de lo delicado lo vulgar, lo t'ec 
de lo hermoso, lleva hecho media jornada para dis- 
tinguir lo malo de lo bueno". He aquí un con- 
cepto de la ética hsjíta, cierto punto original, con 
eefpto que también 'puede extenderse, — diesde qu< 
son cienciag que en gran pairte dependen de la éti' 
ca, — a la Política y a la Sociología. Por eso pro 
testa sua^'e pero ñrmemiente, contra los avances d( 
la grosería materialista que iiívade todos los díaí 
nuevos dominios, empujada por un falso conceptí 
de democracia que es igualdad de idbrecihos frente 
a la eolecti\'id!ad, pero que no puede ser nivela 
ción de aptitudes. Democracia morbosa la llamí 
«se joveu y admirable Ortega y Gasset en una re 
quisitoria amarga e inspirada en la cual se eoloo! 
cía si en el mismo plano del autor de "Ariel" 
"Al amparo de la noble idea die la democracia - 
dice Ortega, — se ha deslÍ2?ado en la oonciencij 
pública la perversa afirmiaíOión de lo bajo y de li 
ruin". Tal peligro quiere evitar Rodó, peligro et 
el cual es más fácil que caigan las juventudie^ 
amerieanaá, en sociediades que carecen de la basj 
de una cultura secular, en pueblos que van cr( 
ciendo al azar, a tropezones, sin plan ni conitralo:i 
9,biertos v' propicios a las fáciles sugesitáones d'ii 



OPINIONES IJTERARIAS 83 

instinto, más imperiosas qu'e las del sentimiento y 
][ue las d'el jnitelecto. No hay más que airrojar una 
pairada ¿"obre nuestra juventud de hoy, absorbida 
bor subalternas preocupaciones, para comprender 
lasta que punto tiene rarón el nolble afán del sua- 
ve maestro. Lo grosero eis humano tamibién, quizá 
:0 más humano desde que es una emaniaeión vital 
ie la misiim animalidad. Pero la cultura que ha 
ieeho posible la vida creando el Derecho, nos ale- 
ja eada día más de la l>esitíi a lidiad primitiva, sin 
violar la génesis de donde partinnos'. La historia 
iel progreso huma/uo no es otra cosa que la, his- 
toria de nuestro perfe<teionaBviient« paulatino y sc- 
■^iTO, entendido como una liberaición de las reali- 
dades arcaicas. Fantaseaba generosa y l)rillante 
ipero erróneamente Juan Jacobo cuando aconseja- 
oa, el retorno a la Naturaleza viirgen, sólo propia 
la los animales y a los salvajes', incapaces de enten- 
iderla ni die adiaptarla. Allí donde existe unía chis- 
ipa de inteligencia briscase de inmediato la armo- 
nía y el equilibrio que parece desconocer la Na- 
turaleza. ¿Qniérese nada menos natural desde el 
punto de vista originñrio y estático que el Arte 
y la Ciencia, esos dos pilares fundamentales de 
nuestra civilizaeión caucásica, dominadora de la 
tieiTa entera? 

Resiéntese ''Ariel" en esa parte, sobre todo, dIe 
indecisión, de falta de virilidad y energía. E« 
ama divagación erudita que no deja detrás de sí, 
iino el recuerdo de algunos conceptos felicies ver- 
tidos en frases brillantes. Pcicas veces se Iva lle- 
ado en nuestro idioma a uma eaid'encia tan dulee 



84 ALBERTO LASPLACES 

en el enñazamiento de las ipalabras. Las íiaM- 
brotan serenas sin piiesentar la violencia de la 
isaltos bruscos ni la inmioivilidad malsana de la 
estanquies. Las metáforas al^iindanteis y oportu 
ñas contribuyen a aclairar los coiniceptos o»^ouros i 
difíciles y' abren aíraenndiO floridas ventamas a lo 
anchos panoramas de la poesía. La lecttura á 
esas {páginas impeealbles liace el efecto de un bañ' 
tiibio y adonnilador. Porque la proSfei de Rodó, — 
y ese es el defecto capital qwe le hallo, al empleattj 
la en una em;presa de entusiasi)io y de orientación 
— ^er-í de inia impasibilidad siípenluiimana. Las ps' 
labras que se deslizan sin una inliairmonía, no so 
las amájs apropósito para desfertar el instinto ge 
nero^o que debe estrem^ieer la sangre irapacient 
de los brazos nuievos. Ninguna imperfección peí, 
dona en el claro cristal del estilo, pero tampoo 
se deja llevar por la pasión ni por la eapontane 
dad que caraeteriza]! la accióm dinájmioa y feíciui 
da de la juventud. Esa 'perfeeición ailcajnzada pe 
nn cultivo paciente y extraordinario del intelecto r 
deja falla posi.ble para que se introduzca en U 
cerebros ni una gota del esipeiso vino de la sagraidj 
demencia pasfional que ajita en los corazones hii 
manos violencias angiistas y' que eá el único iii 
pulso renovador capaz de mc-difícar el aspecto ti 
lar> cosas y' de extraer ignorados países die la ii 
cógn.ita inexplorada de ]m océano^ desconocido;. 
"Ariel" no impulsa a la acción sino a la meditj 
eión, lo cual no es propio de la edad en que tot| 
arrastra al asalto, al amor o al sacrificio en una e 
peeie d!e embriflgnez in-eííistiblo y vil>r)ante. H1 



OPINIONES LITERAlíIAS 80 

¡era sino necesaria más viva<íiíliad en sus palaihras, 
iiás robustez, más fanatismo, niiás de ese fanatismo 
ue lo liorroriza al verlo a;plieado a priocáipios que 
D disgustan, pero que e^", ha sido y será síiempre el 
errio de acero de todos los avances colectivos, la 
auíiía primera de todas las realizaciones morales, re- 
giosas y políticas y del cual escribió Darío en un 
loiiiento de luminosa s¿ncei¡dad: "el fanatismo 
n cualquier terreno, es calor y la \'ida ; indica 
me el alma e^tá tedia entera en su obra dle elee- 
"ión. El fanatismo es Cil soplo que viene de lo alto, 
iiz que irradia en los nimbos y aoreola^s de los 
antos y' de los g'enioR". Así se explioa que Re- 
ían admita que el cristianismo triunfó en el mun- 
'.0 pagano, no por Cns'to, figura débil y decorati- 
a, sino por Pablo, ese fanático enérgico e ilumi- 
kado que había de repetirse siglos después en Pe- 
Lro el Ermitaño y en Ignacio de Loyola. 

Hay en "Aiñel", exageración dé intelectuailis- 
ao y falta de comprensión, euanjdb no impctrdona- 
ile desconocimiento de los gravísimos iproiblemíiñ 
^ue perturban la conciencia de la haimamidad con- 
em'poránea. Hay nioanentos en que la diseirta- 
ión iimrece dirigirse a seres de otiro nmmdo. Nii- 
rido por Renán, Guyau, Emerson, Comtc, Tarde 
' Carlyle, ha qu'cdado evidenteüuente un poco 
wtrás, no en el mundo cM pensamiento que no 
iene época, sino en el de las soluciones sociales. 
\^o parece darse cuenta exacta de la complejidad 
liel mundo moderno y no babípudo descendido a 
ienipo al estiérool d^e la \i<i;.. coano diría Alana- 
uerte, dtejó cristalizar en su cerebro una visión 



86 ALBERTO LASn.ACES 

falsa y totalmente subjetiva do la realidaicl'. Aitc-; 
mete, — con Comte en la mano, — continai la di-, 
visión del trabajo que obliga al lionubre a llevar ■ 
a oabo una tarea sola, lo que produce "espíiritusl 
muy capaces bajo un aspeeto úniíeo, y nijonstruosa- 
mente ineptos bajo todos los otros". Eiarte aiiLMi 
mentó, repetido por Le Bon, no indica .simio una 
consideración siuperficial y' capriciliosa. Gooitesta 
victoriosamente Novieow: "Cuanto más auttoTná-| 
tico es un trabajo, máá lidjire es la inteligenioia que' 
lo realiza. Cuando la mano ej-ecaitai incoaisKáente- 
mente la tarea diaria, nada impide a la iímagina-- 
ción trabajar y remontarse a las regiones más ele- 
vadas". La división diel trabajo ha sido impuesta 
por el maquinisimo, y éste no es más que un as- 
pecto de la prodiucción de la riqueza y de la cul- 
tura superior. ¿No hace girar Marx toda su teo- 
ría del anaterialisimo liistórico alrededor de la ola- 
&'e de medios de produc/eión de que Jia idfijspuesto el 
hombre en las distintas épocíis? La división del 
trabajo, fenómeno eminentemente contemporáneo, 
no síólo liberta esperitualmente al trabajador si- 
no que al hacerlo iníinitamerite más produictivo, 
acorta las horas de su tarea y le permite que sui 
vida sea muctho más digna, más variada, más be- 
lla, más huimana. Deibería probar Rodó, — por 
ejemplo, — que el traibajaidlor del campo, entrega- 
do a una labor integral de distintos aspectas. es 
más inteligente, más aipto, más progresista que eJj 
obrero de las fábricas o que el profe^onal y qu€¡ 
es por lo tanto una cifra de mayor valor en e] 
campo social en que actúa. 



OPINIONES LITERARIAS 87 

Alucinado por ^Vtenas, la ipresenta a m-eniido 
eoaiio un ejemplo único para la juventud, También 
en esto pisa un terreno sin eonsistencáa. Poír mu- 
cho <iue los eápe>otlíiculos que nos ofrecen loe pue- 
lilos va desatparecidos en la historia, sean atra- 
jTcnte.s y sugestíonadores, es servil y estéril su 
iinitaci<'jn. Recordemos unas frases de Rafael Ba- 
rrett : ' ' tal vez niuastra época deje de ster cristiana 
pero no sería paríi volver al pag-aniíaiio helénico. 
¿Volver a Grecia?; ¡qué horror!" Ilaiy mía dife- 
rencia t'orniildlahle entre el hoy y el aiyier. ]\Iae¿iiu- 
lay quería inspirar los iprograanas de instnieción 
en el espectáculo de la vida pública de Atenas. 
Los iniglcscs del>erÍ!an levantarle una ejitaíua por 
no haber realizadio semejafnite pensaimieoito. . . 
Nuestro deher está en crear vna. civilizacdón nue- 
va, en remozar los viejos moldes* con la audacia 
triunfante de nuestras iniciativas. La vida no es 
una conteuiiplaieiíSn sino una aicición. No h'«(!iw 
irnos cumplido con nuestro d^táno si .sólo heouos 
atánado a copiar ej'em.plos ilustres que, por otra 
partee, llegan hasta nasotros modifieadloá por el 
cristal kteformador de la distancia. ]\ráiramos así 
lai^ ediades que fueron y nos las rep resentíamos in- 
completamente. La historia diel pueblo ateniense es 
aidniirable, sin duda, j)ero sus caraetcirísíticat? no 
nos prestarían hoj' utilidad aJgiuna. Estamos mu 
olio más allá de sus político"?, de sus Licurgos }' 
Pericle^, de sus artistas, de síus Horneros y' de sus 
Praxitelea, de sus sabios, de sup Platones y sus 
¡Slíjicrates. Cuando la recordlamios, suprimianos a 
sa¡bienda.s sus defectos, sus lacras, suis imtperfec- 



88 ALBERTO LASPr.ACKS 

ciones. otro criterio 'parecitfo es el de aquello.s íiue 
■en alas de la imaginación veix en lia Edad Media 
otra épooa superior de la Humanidad, superior a 
la actual, se entiende, no inter!i>retándola sino ci- 
TTio propicia a las^ héroes y' a las caiballeros: Hn- 
landos y Bayardos. Garios Roxlo, ha escrito unos 
versos en que desarrolla ese pensamiento ingenua- 
mente unilateral, diciendo en caimibio uma verdad 
in/controveriáible : que él no es un hombre de mues- 
tra época de hierro y socialismo. Debemos soste- 
ner la primacía de nuestra, época, sobre las pasadías 
«alvo el confesar nuestra esterilidad y nuestra im- 
<l>atencia. De mi parte creo que nimguna ha exis'- 
tido conno la presente, más activa, miás viviente, 
más somora, más mnltifoi-me, más artísltica., con 
sus nituiltitudes agitadas por vastos y formidableB 
ideales de perfedeión, con su ciencia imponente y 
maravillosa que roba eadia día a la NaturalesKi. un 
.secreto que tenía celosamente guardadlo, y con su 
solidarismo adirairaible y promisor. Ninguna época 
más vairiada, más rica en aeontecámientos, más re- 
belde, más humamia. Debemos enorgiullecernos de 
haber nacido en ella. 

"Guando el sentido d"e la utilidad y del bienes- 
tar domina en el carácter de las socáedádes hn- 
mainas con la energía que tiene en la ipresente, los 
resultados del aspíritu estrecho y de la eailtirra 
unilateral son particularmente funestos a la di- 
fusión de aquellas preocuipacáones pnirameute 
idealft'í que siendo objetos de amor para qtuif^nes 
les consagran las energías más noililes y pers^ve 
rantes de su vida, se eonviertrn en una remoi? y'j 



.1 



OPIXIOXES LITERARIAS 8H 

(iiizii no sospeeliada región para iiiiia iiiiiie:::;^ 
)arte de lo« otros". De estos páiTafos einai*ge, 
ilarísinia, una eapriohoisa subversión de la rvíiU- 
latü. Los garandes ijHieblos de la liistoria, los (pie 
eraron a las edadeá siiteig^uientes iiniperecedorcs 
esoros de su existencia, los fecuntdos em todos 'os 
taitnpcs del Arte y de la Cienioia, íuieroini sienripre 
>ue1)los enriquecidos por el esfuerzo bumano, piie- 
>los que desarrollaron y conouistiaron sus riqne- 
?as por su labor material y' su aspiración priino- 
irónita por el bienestar. ¿Qué son, al fin y al eabo. 
ú. Arte y la Ciemoia sino aspeotics superiores del 
3ienestar? Olvídase demasiado amenudo en S.^aio- 
ogía la acción frecuenteauente idjeteisiva die lo<^ t'a<:- 
;ores estáticos para conioentrar en la initeligencia 
lisiada, — sigo así como uTiía iellw?pa dSvina — 
todo el mérito de los po^tivos avances. Grecia 
?ra ambiciosa y rica, tenía una iposieión geográfica 
admirable, su clima era dulce, mm!ve y' corditi], y 
ele un lado las montañas la defejidían de los bár- 
baros mientras que de otro el mar azul era una 
fácil ruta hacia las opulentas factorías m^editerrá- 
neas. Sus hijos eran prodaictores, comerciantes y 
marinos. Su aotividad) brillante e imcansíable, sus 
audaaias y su inteligencia explican a Platón y a 
Anaerconte, a Pericles y Deiiióstenes, Eil siglo de 
oro español surgió tras la victoria militar sobre los 
moros y tras la unión niajcional jurada ante la 
ruina del trono del último de los califa^ y no o1ie- 
deció sino a empresas políticas, que bien materia- 
les e inmediaitas son. Y cuando España emipobre- 
eió. agotiida por América — aventiiüra demasiado 



90 ALBERTO LASPLACES 

grande para »u robustez — y por los errores nioi'- 
tailes de la expulsión de sus luoros y sus ju|tDío^', 
que eran los únicos que ^e oc'Uipa¡ban en la penín- 
sula ide esas cosas puramente materiales que ¡is- 
quean a Rodló, descendió ráipiílaanente en todos lo-,' 
órdenes de la vida eolectiv^a, iso])re todo en la ca 
paoidiad intelectual. Las Praneiais niáis brillantes 
del Arte y del pensamiento, ñieron ^paralelas a las' 
grandes conquistas niateriales' de sius habitantes y 
hasta, para un buen ob&er\^ador, producto,' direc- 
tos de ellas. El sentido de la utilidad material do- 
mina en nuestra época a los pueblos como los do- 
minaba ayer, como lo dominam siempre a no str 
que se debilite en elloB el instinto de ciO'nservacñ<'»n 
y le^ sea indiferente morir. Lo que Siueede es fino 
en el e'ítudio de las sociedades que fueron se i f 
curre a los 'ejemplos de los ciudadanos griegos y 
romanos y de otras niaeionalidiades, en que la la- 
bor juaterial era o])ra de esclavas, parias y sier- 
vos, células iniferiore^ de la sociedad que se ocu- 
paban die los muy humildes pero muy impreHcin- 
diibles menesteres, mientras los señores invertían 
su oeio forzado en guerrear, en filosofar o en ga- 
lantear, tareas re^/em^adas a caballeros y no a es- 
cuderos!. Y se olvida, crueilmente, al lado de esa 
minoría todo lo brillante que .se quiera pero ali- 
mentada, vesitida y' sostenida por la masa sin per- 
sonalidad, a toda esa gran mayoría desdeñatdia por 
los filósofos helénicos y azotada por los señore-s ro- 
manos, que fué en esa época como lo será en to- 
daíí — pe^e a Carlyle, — el verdadero pilar, la 
obrera por exiceleneia de la civilización. 



OPINIONES LITERARIAS 91 

Nuestra eciiad luotlerna se caractieriza uuis que 
liiiguna otra, por la desapai'kión progresiva de 
jsos brillantes priWle^ajdos que podáan dedicarse 
)or completo a las más altas tareas por obra de 
a sumisión inquebrantable de las nraltitudes. El 
loseo del bienestar material en superior al de otras 
jipoeas por la sienicilla razón de que es niá,s a,ceiesi- 
Áe a todofl y porque los nuevos evangelios demo- 
írátieos, santamente niveladores, afirman el de- 
reolio a gozar de la vida por la simple calid'ad de 
aoanbres. Esa ansia será tiod(. lo brutal y antáar- 
tísica que quieran los pudibundos estetas, pero en- 
v^uelve un ideal de mejoraimiento de la existencia 
:iue ellos mianos no pueden negar por niuiolia su- 
tilidad qne empleen en sus razonamientos. No 
puede haber disensión ninguna entre si es supe- 
rior una humanidad aínbieiosa que 1 albora febril- 
mente para hajeer una vida más descan,sada, más 
bien nutrida, más variada, a otra en la ciual la 
gran mayoría síe resigna a la miseria sin esperan- 
za, a la esclavitud sin redeneión. Allí está la be- 
lleza de la lucha, la poesía de la ascención hija 
del esfuerzo y del trabajo ; aquí el dolor oscuro e 
irremedial)le, la oscuridad eterna., la feaWád y la 
muei'te . 

No se quiere convenir taimuweo, al juzgar las 
realidades del presente momento histórico, en que 
nos encontramas en plena época de transieión en- 
tre un mundo, el cristiano, qut' miuere y otro mun- 
do, no sal>emos eual, que aTiianeoe. Y a las' éipo- 
cas de transición, a semejanza de aquellos fabu- 
losos cataclismos que ocujpan los espacios entre las 



92 ALBERTO LASPLACES 

grandes eius geol<')g'ifas, eorresponcleii luchas As'- 
peras y (ínconadas, vastos eom¡bates, Ijatallas cojiti 
niias y mortíferas. Todas la.s graiiideí» (•iviliza..'io 
lies han oulininadb a su debido tiempo, cuando su 
período normal de orecimáentc hiubo concluido, y 
no en plena gestación. Rock' no parece darsíe 
cuenta de esta verdad tan sencilla, para compren- 
der la cual no es nieoesario d)sponier sino de sieur 
tido común. E insiste en aeonsejar a lia juventud 
de nuestro tiempo las virtudeh adiátas klle los pue- 
blos que llegaron a la seirenidad de sus» destinos"^ 
alcanzados, a la sensatez matural que da la expe- j 
riencia propia, erigida sobre infinitos tropiezos eli 
infinitos triun/fos. No sierían puelulo^ niuevoiíi ést^^s 
si sus hijos puidieran compararse en méritos» sus- 
tanciales a aquéllos que dieron lustre a los más i 
adelantados pueiblos qiie recuerda la historia. Cum- 
plen con su misión hoy, edif.cantllo penosa pero ale- ^ 
gromeute los cimientos de una civiliaaeión que ' 
cuando llegue a su pleoiitud tendrá sai cultura y' : 
su arte originalesí, su ética suiperior y su concepto ' 
jn'opio de la vida. Aquéllos, podrán entregarse ;i1 
ocio que acon!^«ja Rodó como refugio libera doi 
beato del espíritu. Entre tanto, los brazos hoy' 
deben descansar mientras haya selvate víi^enes, 
camipos improductivos y desiertos, miares inexplo- 
rados; iiuientraíí lejanos y misteriosos oestes ofrez- 
can a la aitdacia del hombre bravo y' fuerte, la su- 
gestión maravillosa die sus peligros d(esconc«idos ; 
mientras todo sea, como lo es todavía, un estimulo 
provficador de las energías vibrauito'^, un mar 



OPINIONES LITERARIAS 93 

aliierto generosamente al filo agudo y alegre de 
las proaá viajeras! 



La segunda parte de "Ariel" constituye una 
loíitii linaria suave pero inflexible contra la demo- 
cracia triunfante. Espíritu sielecfto y armonioso, 
desearía ver al mundo ordenado por otrais manos 
y convertido ixn- la aristocracia del talento, ciega- 
mente obedecida, en algo así 'Como una bella estro- 
fa sin disonancias. Auntque intenta refutar a Re- 
nán, cuando éste cierra, en un libro implacable, 
contra los aivancí^ de la pambeoeia nroudhomiana, 
no hace más ([ue a|>untal:ar cr<n nuevos arguimentos 
la tesis aristocrática del filósofo francés. Al prin- 
cipio ensaya una diofensa de las cosas tóales ouale; 
.son. esgrimiendo un razonau/iento que inmoviliza 
a todoá los posteriores, pei'o apesar die ello vuelve 
hacia atrás e insiste en el gesto asqueado, el deii- 
precio severo, la condena,ciói' irreductible. Alár- 
malo la faeiliiliad con que triunfain los medáiocrew, 
como escalan los pueetos que deberían re^rvarse 
a los espíritus de excepción, capaí*eíí de orientar a 
las sociedades hacia sus verdaderos destinos. "La 
seleedón espiritual, el enaltecimnento de la vida 
por la pre-encia de estímulos desinteresado^, el 
gusto, el arte, la suavidad de las costuanbres, el 
.sentimiento ñe admiración por todo pei'severante 
prop<>sito ideal y de aeataimiento a toda noble su- 
premaicía, seiá'n como deibilidador^ indefensas allí 
donde la igualdad social que ha diestruído las je- 
rarquías imperativas e infundada.-!, no las sustitu- 



94 ALBERTO LASPLACES 

.\'e oon otras que teiiigan en la influencia moral si 
úni<30 modo 'dle dominio y su iprinieipio en una ola- 
sificación racional." De ahí, pues, la nieeesidad d( 
las jerarquías naturale-s que ha querido y preten 
de hacer desaparecer la democraicáa, imiponiendo h 
voluntajd del mayor número y hacieanido desapare 
oer bajo el torrente despeñado de la cantidad, e 
oro solitario de la calidad. "La multitud, la ma 
sa ainónima, no es nada por sí misma; será un ins 
truniento de Imrbarie o de civilización según ca 
rezca o no del coeficiente elle una alta dineeciói 
moral". Hay en estos párrafos un rincón latent* 
de absolutismo que s^ burla, lleno de ironía, de 
aristócrata que en ramo intenta dislfrazarste de de 
mócrata. El coeficiente moral se desprende de 1; 
multitud misana y el desden hacia ésta en nom 
bre de las virtudes s.uiperioreíi de los eleigidbs po 
el destino, sería semejante al desdén de la flor or 
gullo'^a por la tierra humilde que la ha nutrido ¡ 
a traivé^ de los vasos de la planta, eu tarea oseur; 
pero noble, y\ sobre todo, inisustituible. La mas 
liuimana siente latir S'U razón de ser en sí misínia 
Equivóeanse los ególatras que se creen formado 
de una pasta disitinta cuan/:llo en realidad su únil 
co rol social eá el de servir los intereses de la muí 
chedumbre. sola razón por la cual la Naturalez! 
los ha hecho dueños de medios excepcionales, l! 
predominio del núraiero no es inmoble como lo sofí 
tiene Eodó, pues, a admitirle condenaríamos di 
inmediato a la Democractia que no es, espeeificíí 
mente, otra cosa. La lery de las mayoría.^ que rio' 
cada vez coii mayor eficacia no sólo los actoíí ede<' 



OPINIONES LITERARIAS 95 

orales sino que orienta en todos los sieiitidos la 
^onekIlícia social de los pueblos, es la única que 
puede apoyarse en el fuerte basítión de la justicia, 
í no ser que se admita la división en casitas, qu<! 
ín el presente caso serían la de los int-eligentes y 
a de loe mediocres o villares. No ihacen un ra- 
¡onamiento niniy distinto los monárquicos de nues- 
,ro tiempo para de!rao<sit.rar con razones atendibles 
a neeeaidaidl d'cl trono y' de ki noibleza, clase niatn- 
•aliiiionte dueña de la facultad del maindo en be- 
neficio de la comunidad, incapaz de orientarse por 
ms propios medio-j. Las n:ultitudes son más o 
luenog inteligentes según los pueblos y las épocas, 
r esa misma Grecia en la que Rodó ¡^ extasía, pa- 
fó miicbas veces con ingratitudes mortales, — ^prue- 
>as de bajas iiijcompiiesiones, — la obra de sus más 
fraudes políticos, guerreros y fiiló>"3ofos, ^n dejar 
)or eso de ser un pueblo inteligente y despierto. 
31 predominio del número no puede ofrecer peli- 
fro ninguno y basta puede llegar a constituir una 
•;^nitía para los verdaderos valores si la educa- 
prepara y afina a las mucihediumbres con su 
tgudo cincel. La evoluición social, inflexible como 
a fí^ca, se cumple siempre en sus oscilaciones nor- 
iales. El genio es resistido por las miucliedmn- 
)res porque es un pireciursor pero al fin es admiti- 
io por ellas mismas, con lo que queda paga la deu- 
da. No tienen razón Ilysen, ni Nietzsebe, citados 
por Rodi') e inspirados en un feroz e inhumano in- 
ilividuailismo. Otro^ grandes constructores de sis- 
itemas, espíritu/-! geomiét ricos, acuden a i^iu evoea- 
■eión. Est/m entre ellos Carly'lej Comte, Renán, 



1)6 ALBERTO LASPLACES 

Taiiie, Emerson. Faltan Cha.teaiu!brian<.i I )i 
Maisti'e, Boasuet. Y a lo lejos, en la penuiü 
se divisa el gesto a^grio y autoritario de Hoblx' 
No participo de los temores de Radió refert 
a la facilidad que prerta la Democracia al emnin 
bramiento de los mediocre^. En todas las orü.-! i 
zaciones sooiales ba ocurrido algo semejante. I.; 
vida mi'sma depura y seleceicna, y lo bace con iia 
yor facilidad y con mayor éxito cuando todos loí 
hombres pueden aspirar dentro id'e la legalidad i 
las más encumbradas} sitaiaciones y' cuando a lí 
emulación no se le atraviesan oh-táoulos odiosos i 
insalva'bles que limitan la ambición y coartan 
estímulo que debe rodear, para hacerlas más f 
cundos, a los verdaderos valores. Sólo la Democri 
cía puede llevar a la direoción de los desitinos di 
un pueblo a sus hombres representativos por máí 
que amenudo los pueblos se eciuivocan lamenta 
blemente al elegirlos^ por falta d'e senena depurají 
oión o por la incoan pete neia en (pie los mantiene sijl 
ignorancia. Paul Adam observa, también él, qu|! 
lo^ grandes pueblos eligen mal a sus gobernantes;' 
"La vida de Iñs naciones, — diee. — depende d' 
sus mediocres, de sus intrigantes, de sus rctórico«' 
de sus personajes brillantes pero insufieieaiitesf pal 
ra desempeñar misiones de importaiieia. Es prí 
ci'ío que aparezca una doctrina capaz d'e diestmi 
el piiestigio de los medioicres y confiar el destín 
de los pueblos a los máa clarovidentes, a los mal 
inteligentes. El problema e^ capittil. De su s{l 
lulfiión nece^'mria depende el porvenir de la ITuin? 
nidad. Es preciso que se li1)er-te d'O su fe en le 



OPINIONES LITERARIAS 97 

j ocres, de su repugnancia por los espíritus su- 
u'iioreíJ''. Hay en Paul Adaii: la misma vagueifiíad 
jUe en Rodo cuando se trata, de definir a esos es- 
)íritiui9 superiores y de señalar los medios de que 
üsponen los pueblos para descubrirlos y com- 
>ren'de.rlos. Lo proA'eolioso no es precisamente in- 
iicar normas, que en ese fácil terreno todos sabe- 
nos fabricarlas brillantísimas, sino liaicerlaiS acce- 
ábles, darles vida, conseguir que proslperen como 
>lantas de arraigo en el liumns social. La políti- 
■a es una ocupaición totalmente dliniámiea y' exige 
ondiciones especialísimas que mu<ihas veoeá los 
lomlbres que llamamos de talento, están lejos de 
>oseer. Además, la política, como todas las demás 
«tividades que acercan íntimamente a los hom- 
ares no es para todos. Hay que revolver demasia- 
h fango, sufrir demasiadas impertinencias, y que 
üluir, digámoslo de alguna manera, la propia per- 
íonalidad en la masa anónima agitada por fuertes 
pasiones, y a menudo irrespon salíale. Ni Rodó — 
iiie fracasó en política, — ni Paoil Adaim resisti- 
ían mucho tiempo a semejantes pruebaí^, lo que 
^o quita que, comodamiente, en libros elocuentes, 
e permitan señalar ruimJbos que no sie podrán se- 
aiir desde que no tienen en euenita los faotores 
ivog. que son los que deciden la marclia de los 
•ueblos a través del laberinto de la historia. 

El error de Rodó, — error que hiace e=3téril toda 
u doctrina sociológica y convierte a "xiriel" en 
;n siiniple sermón literario sirt idlemasiado trascen- 
¡entales consecuencias para lis vida, — reside en 
,aber concedido exagerada injportancia al símbolo 



98 ALBERTO LASPLACES 

espiritual de Ariel — esclavo del hombre de la 
obra de Shakesipeare, — siii)oniendo que él solo^ 
puodie y debe balstar para inspirar la existencia! 
humana. Al lad'o de Ariel, — si bien en siu extre-l 
mo opuesto, — colocó Sh¡aJ<espeare a Calibán, to-j 
do apetito instintivo, raaterialiicKad brutíiil, g.rose-| 
ría y estupidez. Francisco Gancía Caldeirón euen-l 
ta una entrevista que tuvo con IMaeztú en la cual : 
éste interpretaba los personajes del gi*an drama- . 
turgo inglés en una forma, a mi parecer mucho j 
más senisata. " Discutiendo conmigo sobre la in-* 
terpretación que hacía del símbolo de Ariel y' Ca-¡ 
libán en un libro mió, Maeztú me hizo comprender' 
5ÍU excelente sentido de las realidades. Para él no 
debemos olvidar a Próapero ni idealizar idiemasia- 
do la obra de Shakespeare. Hay que servirse <lc 
Ariel y Calibán a la vez. Prcspeiro, — el hombre,; 
el pueblo, la raza, — no puede ser exclusivista. 
Ingeniosamente me decía que SíhakasipeaTe se sir-' 
vio de Ariel y de Calibán^ de su genio y de suyi 
haibilidades de empresario para reconquisftar umasi 
tierras suyas, viejo hidalgo arruinadlo, en Strat-l 
ford-AVon. Cuando las hubo reconquistado ol-[ 
vidó a Ariel y a Calibián y' \\xi6 feliz como el Pnóis-j 
pero de su drama. Las ideaS; los ittstintas, las ri- 
quezas son medios; la vida es el fin, bello fin en: 
verdad..." El desld'én por la mediocridiad puedel 
ser muy lógi'CO y hasita perfectamente justificadoi 
desde el punto de vista individniail, refiriéndose aj 
un solo aspecto de la vida. Pero resulta estéril y¡ 
vano cuando se trata idle asuntos de orden colec- 
tivo, cuando el escritor se refiere a los intereses 



OPINIONES LITERARIAS 99 

e es<a iiiediaoridad, que es} la niiaina humanidad. 
>alibán, representante de ella, es miaíltratiado siem- 
>re por Rodó como lo fué por su niaestro Renán, 
fin darse cuenta que es imiposible imaginiar mane- 
a más torpe de enseñar a la muohedunibre que 
umúllándola con la invectiva o el deHpreoio. Po- 
irú argumentairse que en "Ariel", Rodó se dirige 
i la juventud intelectual a la cual arma, como a 
os caballeros antiguos, en h. orden de la direc- 
ión de la cosa ipública. Pero ^me jante criterio no 
>uede admitirse desde que la De(mocra.cia dejará 
le existir desde el mismo ir.'stante en que se edu- 
que para el manido a una cla^e cualquiera de la 
ocieid'ad, aunque sea la más p^retparada y la más 
nteligente. El cono/cimiento de muchos libros no 
apaxíita mayormente para dirigir una sociedad^ lo 
ual no quiere decir que sea un obstáculo para ello, 
oino lo so^iene, oolooándos(; en el otro extreano, 
)arlos Reyles. Los gobiernor. de aíbogados contra 
os que argumenta Pérez de Ayala, lleno de Ixien 
entido, en un artículo reciente, ison más bien un 
►eligro que una ventaja para nuestra América, 
mes llevan en ellos mismos todos snus defectos pro- 
esionaled. Hoy por hoy, eso elemento que sale 
le nucvstras uimversidades parece *''a prima facie" 
1 más indicado para ocupar los sillones de los 
parlamentos y para hacerse cargo de las carteras 
e los misterios; tpero esa preminencia, — inevi- 
able. — supone un gravísimo peligro para el des- 
rrollo ascencional de nuestros jóvenes pueblos 
merieanos, condenados todaivía a funestos errores 
tue retrasarán considerablemente su evolucáón.'. 



100 ALBERTO LASPLACES 

No es ese, otra oosa que el peligro de entregar a 
una clase cu¡alquiera de la sociedad la direocií'vn 
de áus desitinos. Todo monopolio o siiiipleiniente to- 
db preferencia, debe ser juzgada eomo un atenta- 
do contra la demioeracia en la única forma en qn»; 
debe interpretarse y practicarse. 

El ideal de Rodó parece ser una repiiblica ai'ih'- 
tocrática,, y'a que negar total y' aíbiortaimeinte la 
democracia sería hoy en día, en Aimérica, un 
riesgo sin eomipensiación .Sii vida pública confir- 
ma esa sospecha por cluanto combatió incansa- 
blemtent-e contra los extremos a que llegan ame- 
níUido los fanáticos reaccionarios y lo8 íaoiátieos 
demagogos. Presidió una importante manifesta- 
ción popular librepensadora que hizo sentir bien 
allto la indignación de Montevideo contra el fu- 
silamiento de Ferrer y criticó taimibién en u/na se- 
rie tclie artículos sensiaieionales la exipulsión de las 
imágenes de Cristo de las casas de caridad. Pero 
no siempre se halló en ese estado medio de tole-' 
rancia y de buen gusto. Era en el fondo un con-; 
ser\'ador a quien escandalizaban y atemorizaban 
las audacias de los partidos avanzados y que mi-. 
raba con espanto los ajvances icíe las ideas de re-| 
generación humana y' de igrüalitairisimo social. Por" 
eso se encontró siempre fuera o en contra de los 
grandes movimientois popularen que han extreme- 
cido también en muestro país a las mafias sufrien- 
tes. Oreo que jamás coanprendió en todla su vaste- 
dad, la imiportaneia de ese problema a cajusa de 
su poco contacto con la vida del pueblo, y de su 
actividad exciesivamente cerebral, extática y con- 



OPINIONES LITERiUlIAS 101 

temiplativa. Tras sue! gruesos lentes de miope se 
oicultaba uim, miradia vuelta hiaiciia dje^ntro, sólo 
I apta a las caiprichosas y oómodas erieaicioírLes del 
subjetivísimo. Lo asqueó el igualitarismo, procla- 
mando la necesidad de las jerarquías orientado- 
ras y teniendo buen cuidado, como es natural, de 
colocarse él mismo en la categoría de loa prepara- 
dos para hacer 0fecd:iva esa orientación. Deeíco- 
noeió, a sabiendas o no, la estructujra snstanjeial 
del alma huimana, y quiso imponer, con un afán 
nobilísiimo pero condienado a la eaterilidad comjo 
toda obra que se aparta de la readidad, Ariel ¡a 
Calibán, en vez de armonizarlos. \ Cluáinto más 
hu;mano, y por lo tanto más feíoundo, aparece el 
creador de esos persionajas, que lua aanasado la es- 
tatua de su inmortalidad con barro y' diaimamltes, 
flores y estiércol! ' ' S^hakesipeare, — dice Víctor 
Hugo, — es la misma antítesis. Los h.om,bres ¡no 
so deben, ver en una sola die sus oualidaides. Sha- 
kospeare, como todos' los poetas verdaderamente 
grandes, ha merecido él elogio de ser coainparado 
a la creación ¿Y qiué es la creación sino bien y 
mal, placer y dolor, hambre y mujer, ruigido y 
canción, ágTiila y buitre, relámpago y' rayo, abeja 
y zángano, montaña y valle, amor y odio, anver- 
so y' reverá, corrección y deformidad, astro y 
eordb, alto y bajo? La Naturaleza, es la eterna 
hifronte. Y esta antítesis, de donde nace la antí- 
frasi's, se observa en todas las costumfbre^ huma- 
nas!?, en la fábula, en la historia, en la filosofía, en 
ia lengua. A las furias se les llama E.uménádes, es 
decir: encantadoras; al fratricida se le llama Fi- 



102 ALBERTO LASPLACES 

ladelfo, al parricida Filopator y a un gran gene- 
ral se le llamó el pequeño ctabo. La antítesis de 
Shakespeare es eterna y univei'sal, es La ubicui- 
dad de la antinomia, la vida y la muerte, el frío 
y el calor, la justo y lo injusto, el ángel y el de- 
monio, el cielo y la tierra, la flor y el rayo, la 
melodía y la aipmonía, el alma y la carne, lo gran- 
de y lo pequeño, el océano y la envidia, la espu- 
ma y la baba, el huracán y el silbido, el yo y el 
no yo, el objetivo y' lo subjetivo, el prodigio y el 
milajgTO, el tipo y el monstruo, la luz y la sotmbra. 
Es la tenebrosa y fragante oontradicción, el per- 
petuo flujo y reflujo, el eterno sí y no, la irreduc- 
tible oposición, el inimeinso y' permanente aaiitago- 
niamo inwídiajnrtie el cuiai hace brotar Reimbrandt 
8uá tintas y Paracelso realiza sus prodigios. Si se 
quiere quitar al arte la antítetsis arránquesele pri- 
mero a la Naturaleza". Es con esa antítesis, 
más clara quizá que en ¡nánguna otra parte en el 
alma humana, que se ha de obrar si se quiere lle- 
var a cabo una obra fecunda. Rodó la desconoció 
al humillar siempre con gesto despectivo los ins- 
tintos que llamó, — como lo^ santios padres, — 
materiales y groseros y que no sólo existen sino 
que son, para una mirada exaota y penetrante, el 
humus rico y húmedo en el que germinan los más 
altos y puros ideales liumanos. Padeció de la ce- 
guera de Eonán, — aquel dulce fraile embotado 
por una educa,ción clerical y' un «mipecinado coai^ 
tacto con las edades muertas, — al creer que en 
Atenas exi&'tía "una igualdad de semidioses" y 
al desearla como posible y convenieinte para regu- 



Opiniones literarias 103 

larizíiT en el futuro nuestras soeiedlaJd'es liispano- 
americauas . 

Es una ingenuiclad suponer que las niu<sh€idiuTn- 
bres y los pueiblos pueden moverse con la sola es- 
puela de las ideaá puras. Los instintos, que cons- 
tituyen la base ind&struetible dte la vidaí, primain 
siempre en la orientación de las voluntades y etn 
la dinámica interna quA emjmja a los homibres 
hacia fines qute ignoran. No importa que obscuro^ 
lal)erintos psicológicos que no se conotcen y quizá 
' nunca se adiaren, permitan creer que la actividad 
iital pueda ser todavía, — como en el elájiico 
duialismo filosASfico que ahora pretenlde resuicitar 
de ííns cenizas la 'dialéotiea peligrosa de Bergscn, — 
independiente de la íntima palpitación die la ma- 
I teria. No es preciso descender haisita el materiíalis- 
; mo de Biichner, y' ni siquiera hasta el mjonismo 
i de Haeckel. La obispa de divinidiad que erejie- 
; ron ver las religiones en el hombre y a la cual de- 
' nominaron alma, no es más que una manifesífca- 
cir^in, distinta si así se quiere, pero tan hija de la 
materia como todo lo demás. Y Qia chispa, no 
puiede operar nunca isi no es rodeada de cáreuns- 
taneias favorables en un am.biente apropiado y 
sobre masas oibedientes, adaptadas por leyes' de 
ritmo oscuro y misterioso que se ocultan a nues- 
tro alcance. Por eso todo no es sano una corres- 
pondencia airnuoniosa y el equilibrio efe rompe 
cuando se olvid'an o se desdeñan ciertogJ factores 
iinprq'icindibles. E-dificaír en la arena, di-ría Je- 
' sus. De ahí la infemindidad de la prédica de Ro- 
■ do en esa segunda parte de su fannoso libro; de 



104 ALBERTO LASPLACES 

aihí SU inútil ataque a la deiniooraciia igualitaria y 
niveladora, fenómeno característico y básico de 
nuestra época vibrante y fonnidaible. La sociolo- 
gía de Rodó podría clasificarse fuera de todos los 
sistemas creados, con un lejano pareutescOj cuan- 
do niiás, con el ¡psiicologismo de Comte que más 
tarde prolongaron ;más juiciosameinlie Tarde y 
AVaird, y titidarse "sociología estética", risueña 
denominación que aquilaitaría por sí ^la el error 
fundamental que la vicia. El arte y la cultura, 
que están en el orden natural óel desarrollo de 
las ,8o<ciedades IramiaaiaB al final de todo, en el es- 
calón más prominemte de los progresos que es da- 
ble realizar y que son como el perfume sutil y 
quintaesenciado de los pueblos, producto laborado 
en largas cemituriaiá de asieención, esitán colocados 
por este original razonador al pirincipio de todo, 
como fuerza primera y punto dfe partida de la ci- 
vilización. Qiuiere que la juventud amiericana, 
antes de sati«i£aeer sus necesidades más exigentes, 
antes de hacer una historia, antes de acuimiula¡r 
unía cultura derivada como todas las demás del 
descanso y del ahita/miento de la carne, sJe dledá- 
que a ensayar el adtmán discreto, la i)alalbra sua- 
ve, el pensamiento de buen gusto y a afiranar su 
criterio " todavía no formado en los ásipero's com- 
bates ipor la vida, ha^ta llegar a repetir los ejem- 
plos ilustres de viejas edades que tan profunda- 
mente lo Sugestionan, Así se explica la ineficacia 
de su prédica y qne "Ariel" no hay 'a llegado 
hasta el corazón mismo de las muchedumbres anne- 
rioanas y que sólo pueda eonsiderar,^.e conno un 



OPINIONES LITERARIAS 105 

enáa-yo literario sin miaiyores consecuencias. Los 
valores igualitorios uo ham hecho más que crecer 
en intensidaid! y en extensión desde que fué es- 
crito "Ariel", y al misino tiempo que se desanone- 
tizan día a día, iniexora'Memente, todas las jerar- 
quías seculares, mooiárquicias y' religiosas, las le- 
yels humanas, obedeciendo a la presiión die las le- 
yes sociológicasí minan la jerarquía del dinero, 
única que restaba aún, deolarando a las fortunas 
individuales patrimonio social y reconociendo en 
2l esfuerzo de toldlos el secreto de la propiedad ma- 
terial e intelectual de las naciones. Cae el nol)le 
y el sacerdote, representantes de lejanas realida- 
des, y que existen todavía, aunque sin el pre^ti- 
wio y la influenicia de otras époeas, graicdas a la 
guiperviv encía 'de las ruinas. Y cae también el po- 
ieroso, el caipitalista, el privilegiado, desconocién- 
iaiele francamente, como al genio en el orden in- 
beleetual, la ajureola con que lo roidieó la ignoran- 
3ia y la sen'ilidaidí de las geotes. Todas la,s aristo- 
sraeiiafiJ degapaireicen, sin que amamiezican otras nue- 
vas a sustituirlas, que es lo que llena die pánico a 
Rodó, rfue no conoi'be el orden sin el reconocimien- 
to y el aicatamiento, consciente o no, hacia las su- 
perioridadej^. Carlos Octavio Bunge sostiene que 
ese hecho puede explicarse por la degeneración 
ie las eastias o clames -domijiadoras y por el gra- 
dual robustecóimiento y eficencia de las clases su- 
jeitas e infieriores, "Naturalmente, — dice, — 
mientras la especifidadi mantenga superiores a lajs 
bastas que mandan su dtominaoión eá justa. Se 
imipone por la fataÜdiad de las leyes biológieas e 



106 ALBERTO LASPLACES 

histói'icas. No así coiando los dominados aioaii/can 
una emergía vital mayor que la de sus decadentes 
concituistadoirai ; entoncies k. tdonii/iuiaeión fresultiai, 
aunque no todavía injusta, par lo míenos un tanto. 
Los inferiores dominan a los superiores. Y éstos, 
por su instinto animal utilitario se rebelan e ini- 
oian una luciha idle clasie^. Lia ociosidad de los ^ie- 
toriosos llega a ser el origen de siu ruina y el t i- 
bajo de los sometidos, la base de sai futura gi^ande^ 
za. El ideal de da luciha de clasie, será luego, eon^ 
tra una aristocracia oprobiosa, una heroica 1- n 
dencia igualitaria. Del misimo modo que las el 
domiuiadoras inventaron ante^ el dereieho a la tb s 
igualdad, las 'dlominadas inventam aihora el dere- 
cho a la igualdad! ". 

He aquí la interpretaición de un hedió social 
que, apesar de que no estoy' de acuerdo con ells 
en su totalidad, no puedo desconotoeirle ni penetra' 
eión ni exacto sentido de lasí realidades. Radió iK 
ha acertado a desicuJbrir lo que rompe los ojos dk 
cuialquiera: que estamos en una época de dopuira 
eión, de negación, de crisis profuinda del Dereclu 
y que es inevitailjie el entronizaimiento cada díí 
más completo de la mueheldorabre por medio d< 
la práetioa cada vez más extensa de la Domoera 
eia. La gigantesica evolución econóoiiiea realizad's 
en el siglo pasado y conitinaiada con fabulosa rá 
pidez en el presente^ es la que señala el ritmo a lí 
ley inflexible. Laá imuie!hediU'm]>reg, cada día má¡ 
ilustraidas, más conscientes de su papel en Ms so 
eiedades, más solidarias, se sienten más fuertes 3 
atacan a las .ierarquías que legó el pasado y la¡ 



OPINIONES LITERARIAS 107 

venjcen, segíin la observación idie Bunge. No li¡ay 
diOieiisa posible contra ellas désele qne no sólo dis- 
ponen del núineiro, decisivo en las luclias podítieas, 
sino que disponen tam'blón del brazo que lo liaice 
todo, tanto en el camipo en que conduce el arado 
y levanta la cosecha como en lajs ciudades en que 
interviene en todo y a todo mueve con soberana 
energía. Lo que corresponde a un espíritu avisa- 
dlo y elarovidemíte no e^ encerrai-se a buscar, como 
Rodó, en la serenidad del estudio aislado y con- 
fortable, las jerarquías que deben sustituir a las 
ique van desapareciendo, vencidas por la agresivi- 
dad vietoriosa de las nuevas realidades. No. Lo 
sabio es aceptar el fenómeno en su fatalidald) y 
trabajar porque las rnuoliediimbre^, cada vez más 
dueñas é>e sí mismas, se ca.pa'citen en esa delicada 
tarea. Hay que ayuídar a ensanchar el cauce y' no 
imaginar l>arreraá artificiosas que siólo podrán lo- 
■girar que la mamBa corriente se convierta en tem- 
■pcistuoso torrente , La sustitución de uaias ídolos 
■por otrc», no significa un progreso sustancial, des- 
de que el resiütado es el mismo o semejante, al 
iprovoear fenómenos correlativos* eon el material de 
los factores siemejamtes. 

Esta segunda parte de "Aried" termina con 
una espekíie dte golpe teatral. ''Al mi^mo tiempo 
que eonciliará aquellos dos grandes resultados. — 
dice — de la observación del orden natural, se 
realizará dentro de una sociedad semejante la air- 
monía de los doá impulsos históricos que han co- 
municado a nuestra civiilizaeión sus caracteres 
esenciales, los principios reguladlores de su vida. 



108 ALBERTO LASPLACES 

Del espíritu del cristianismo nace efeetivaniL-nte 
el sentiimiento de igual daid viciado por eiertü .is- 
eético menoapreeio d'e la selección espiritual y de 
la Qultura. De la berendia de las civilizaciones 
clásicas, niaeen el sentido del orden, de la jerar- 
quía y del respeto relá'gioso del gienio, viciado ])or 
cierto aristaerátieo destellen de los liumildes y Ins 
idébiles. El porvenir sintetizará ambas sugestio- 
nes del pasado en una fórmula inmortal". H^ 
aquí a lo que llega Rodó después) de veinte pági- 
nas de prosa rítimiea en que Rostiene la necesidad 
de eonsiervar el ordten por el acatamiento a la je- 
rarquía. Ese final, indeciso como todos sus fina- 
les, prueba aoabadaimentc siu imposibilidad) para 
señalar normas oportuíniaB y verdaderiamente re- 
novadoras. No encuentra nada mejor que fusio- 
nar el igualitarismo puramente espiritual de los 
cristianos con el orgulloso individualismo de los 
griegos. Difícilmente se emieontriará una manera 
más cómoda <3je no decir absolutamente nada, del 
dejar el problema totalmiente en pie sin haber he- 
cho otra cosa que rodlearlo de frases amables y 
floridas. He sostenido antes que la humanidad 
moder>na aun cuando derivada, — claro cuta, — 
de las antiguas, no sólo debe tener su originali- 
daid sino que ya la tiene, y bien viMble. Es necie- 
sario haber vivido como Rod(; exclusivamente en- 
tre los cadáveres dejados por la hisitoria para no 
encontrar una solución adecuada fuera del ejem- 
plo que han dejado los hombres que fueron, y que 
nnin/plieron su destino ^n pensar en su porvenir 
sino en su presente, sin la prcten<sión de dejar 



OPINIONES LITERARIAS 109 

^rientacioii'es insistitufbles que los perpetuaran a 
iravés de los isiglos. 



Estamos en la tercera y última parte de 
* Ariel ", la más importante de todaá en mi eon- 
©plo. En ese ataque decidido y hasta soipren- 
llent« en un cereíbro que quiere ser tan equilibra- 
lo como el die Rodó, estó la raz/wi fundaimental, 
í. núcleo palpitante del libro. Se adivina Mcil- 
tónte que la intención primogénita de Rodó al 
scribirlo, fué la de A^apulear sin consideración a 
% gran demociracia del Norte, en la que tan in- 
■msta'mente cree av^izorar algo así como el atalaya 
Be todios los defectos individuales y' colectivos de 
ue aconseja huir a la juventud hispan o-aonerica- 
la. Si observamos la fecha de la primera apari- 
ión de "Ariel" comenza.remo« a damoB cuenta 
leí ipropósito que guió su mano. Allá en 1898, a 
aíz de una guerra rápida España fué derrotada 
toa- los Estados Uniídos de Norte América, pueblo 
«icífieo por excelencia perc. inicomparablemente 
nás fuerte y más rico que aquélla. Rodó, como 
tros muchos, sintió bullir en sus venas la sangre 
tistpana — que la tenía en gran cantidad. — y 
on un criterio moieho menos aeertadb que dique- 
les españoles que a raíz del desastre proclam.aron 
alientemente que tales desgracias eran efeoto de 
08 propios errores y que lo que correspondía era 
.■egenerarse para merecer, — la emprendió eon- 
¡ra lel aimenazlante imperialismo de los robustos 
-anlds, intentando detener en parte de la juven- 



lio ALBERTO LASPLACES 

tud de Hislpaino-Aimérica el justísimo movimiento 
de iimitación que se dibujaba después de la reso- 
nante victoria. "Ariel" apareció en el pn'eeiso 
momento en que una rea eción apasionadla se pro- 
ducía en todo el miuoido latine contra los avances 
de la ikiiérica sajona, tan bien pertrecliada por 
la inteligencia y la laiboriosidad de sus hijos para 
vencer en todos los combates de todas las contien- 
das'. Co« su!s ataques a los Estados Unidos y sus 
iüXíitaiciones a una austera disciplina intelectual, 
llenó liasta cierto punto las neoesida;dles del mo- 
mento ante cierto eonjiunto de opinión para el cual 
constituy'ó de inmediato un scnoro evangelio y una 
bella baiiidera. Cedió a un prejuicio antiguo y 
íácil cuyas primeras raíces se hincan en el fana- 
tisiiio de las anuchedumlbres .cristianáis y no en- 
contrando otra cosa, arrostró a Ioíí norteamerica- 
nos "su imposibilidiajd áe satisfacer a una media- 
na conceipeión del destino hufmajno" por culpa de 
su utilitarismo girosero y enerviaidfor, lo cual no es 
sino un lugar coanún indigno de un escritor de la 
talla de Rodó, agregando que "huérfano de tra- 
diciones muy hondas que le orienten, ese pueblo 
no ha sa^bido instituir la idealidad inspiradora del 
pairado con una ailta y tlleisinteresada concepción 
del porvenir". 

Bastan esais dos eitas para compenetrarse de la 
injusticia flagrante de la empresa que intenta ha- 
cer iprosiperar Rodó bajo el símbolo inim«culado e 
inquieto de Ariel. Son dos prejoiicios puramente 
personales, dos afirmaciones gratuitas y ajpresíu- 
radas ^otbre las que quiere edifijcar, inútilmente. 



OPINIONES LITERARIAS 111 

íl castillo de su oensuria implacable al gran pue- 
>lo. Vuelve aquí otiía vez a manifestarse la ma- 
^or debilidad 'd« Rodó: su desconocimiento de la 
"«alidad y su exclusiva decoineintación libiTcsca. 
'aireoen haber sido escritas para él las pala'brais 
iel malogrado escritor cubano Jesús Oas'tellanof? 
j Manuel ligarte respecto a la eanupaña de éste 
ontra la república yanki : ' ' AJiora sólo le falta a 
u plan de viaje una escala final que por insigni- 
icantes quizás olvidó : la visita a los Estados Uni- 
tois. a la propia garganta del lobo. Contcstenie 
!on honradlez el gran eacritor- ¿cree qué se ipue- 
le juzgar de loa ruimJbas de "Wásihdngton desde Bo- 
gotá o Teguicigalpa ? Dios le guarde, querido 
Jgiarte, del prejuicio, venda de las más pertspica- 
?es pupilas". El prejuicio vendó las pupilas de 
íodó y le hizo escribir esas páginas exageradas 
|ue desdicen on él aquella serenid'ad mental que 
quiso erigir como característica sustancial de su 
ilosofía. Hace, ciei-taimente, «üguna justicia a los 
idelautos materiales a que han llegado los hijos 
íie la gran democracia del Norte, pero lo hace de- 
liberadamente para que se diestaquen con mayor 
litidez los defeictos que señala anas adelante. E|so 
ie que la civilización norteamericana no satisface 
li a una mediana concepción diel d'efstino humano 
^ una afinuación totaüimente personal que no tie- 
le ningún punto dte arpoyo ni nada representa mes 
lUá de los labios que la han pronunieiado. Toda 
ñda tiene su profunda significación filosófiíca, y' 
lún aquellas que no posieen nociones de lo que aon, 
li de lo que esperan, ni de lo que existe, m/arcihan 



112 ALBERTO LASPIiACKS 

empujadas por los iiiau datos oscuros y misterif. 
de la sniboonciencia. El pueiblo nort«aimericauo 
concibe el desitino a su manera, en la aoción fe- 
cundia y crealdtóra, en el aiprovecihamiento de to- 
das las energías de la niatoiralezia, -dcBde las más 
escoindidas hastia las máá palpables. Ha lieciho de 
la rapidez, del bieneistar, de la ajctiVidad no los 
ol>jetos en sí, sino los instruanentos más podoresos 
de la vida. Que la comciepcdón, al parecer idlogni.í- 
tica que tiene Rodó del destino humano no con- 
cuerde oon la del gran pueblo, no puede ser moti- 
vo de desdén para éste y míuicho meno^ una razón 
para que se prohiba la aquilatación de sus méri- 
tos y para que se veide »su ejemiplo a la adaptación 
de sus métodos útileg y feourldios. No hay que ol- 
vidar que estamos eai la misma época, que la <i- 
viliz¡ación impone, al universalizairse, una nivelu- 
oión creciente de medios, ^costumbres, y' hasta ma- 
neras de pensar y sentir. Triunfan los pueblos 
enérgicos, activos, laboriosas y perseveraintes co- 
mo los Erados Unidos, Inglaterra o Alemania. 
Es pueril suponer que ese triunfo es un hecho 
deshonroso, cómoda expliciaxiiórj e ingenuo consue- 
lo simiplemente verbal, para 'confonmar a los m\- 
potentes, incapaces de emprender la lucha en la 
jaiás libre de todas las competemieias . 

Ira segunida de las censuiras que citamos, la de 
que el pueblo norteamericano, huérfano de tradi- 
ciones muy hondaís no ha sabido instituir la idea- 
lidad inspiradora del pasado junto a una alta y 
desinteresada concepción diel potrvenir, es extra- 
ña también en un escritor como Rodó. Suponien- 



OPINIONES LITERARIAS ll3 

(!n (iiie la tradición sea una fuerza imprescindible 
en el desarrollo de las sociedades, ningún pueblo 
aiincírieano la tiene niásí variada, más rica y más 
honrosa que los Estados Unidos. Tradición social, 
religiosa, política, ética, ¿en qué terreno de estos 
puiode 'Compárarsede ni desde una lejaiuísima dis- 
tancia cualquier otro ipaís de su eiiliad? Desde el 
estallido de la revolución separatista de 1776, 
¿qué otro pueiblo de Amiérica ha emprendido y 
llevado a caíbo, no y'a s^us hazañas miateTÍalc*i, dos- 
ipreciadas por estos nuevos Catónos, sino e-píri- 
tuales y nioraks?. Mientra^ loB países íiispano- 
ameri'canos, a Iqs cuales quiere defender Rod/) cc- 
losanieaite de la ituitación norteaanericana,, no han 
logrado realizar nada sólidb en ajctividades' de or- 
dten mental y sion todavía, y lo serán por iimclio 
tiempo aún, un palenque de luclia entre la anqui- 
losis que herederon del coloniaje español y las co- 
rrientes de reoioviaeión • europeas, iinrportadas sin 
plan ni concierto, los Estados Unidos tienen ya 
su personalidad propia y definida que se roilwiste- 
oe paula-tinamcnte v' ste perfecciooia como un dia- 
mante al qu-e oaKJIa día que pasa se le arranca una 
nueva faceta. Réligiofsidad sin fanatismos toipes 
ni ridículos, tolerancia con las ideas agenas, opti- 
mismo irreductible que se trad'uce por una auda- 
cia creadora sin precedentes en miinguna liistoria, 
amor a la justioia que plagia, fu^ra de lals siono- 
ridades huecas de nuestros discursos, en una gue- 
rra gloriosa para librar a los esclavos de los Es- 
tados d'e la Unión de origen franco-español y en 
la doictrina de Monroe que ipone frente a la vora- 

OP. L.IT. — 8 



114 ALBERTO LASPLACES 

oidad 'de las apolilladad monarquías de Europa la 
altiva protQsta de la joven Auiérica. 

¿Oóuix) ha caídio Rodó, — dejándose llevar por 
iniípulsos tan distintos a la reflexión, — en un 
prejuicio eomún, propio de superficiales espíritus 
inoapaoes de Idlini^ir a las cosas una mirada pro- 
funda e investigadora? El pueblo norteamericaino 
de Rodó no se diferencia auuicho al pue))lo espa- 
ñol que pintan algunos, eaaiacterizado en un frai- 
le ádpero y ílaico, un torero viejo y lamontable, una 
mamola que sonríe con su boca gruesa y volup- 
tuosa; al pueblo fraoi'céis representado por una ho- 
rizontal refinada y morfinómana, sacerdotisa diel 
vicio y do la corrupción; al pueblo liisipano-aDie- 
rioano que es aún para la may'oría de la opinión 
d'el viejo mundo urna montonera semi-negra, semi- 
india, áviclla de matanza e incendio, que lleva so- 
bre las largas pioas que emergen, las cabezas san- 
grientas de s'us aidiversarios. Es muy fácil pero 
muy erróneo también juzgar a un pueblo por una 
sola característica, aún eaiando como «n el norte- 
amerieamo parezca a Kiimple vista adqjiíiárir pro- 
porciones de completa absorción de todas las de- 
más actividades. Tal preji-icio en el que caen 
casi toidios, pero en el que nunca debió haber caí- 
áo Rodó, está risueña pero exactaanentc tratado en 
un artículo firmado por S. Key Aya'la y que copio 
de la fa.mosa revista venezolana "El Cojo llvip- 
trado", de 1912: "El Benjamín dte los dólares 
isolo conoce el cliché. El cMché exhibe a todo un 
puelílo eonsa.gracio a la caza del dólar. De París, 
de Londres, de IMaidrid, de cada pueblo que visa- 



OPINIONES LITI BARIAS 115 

— ¿no es vendiad Paui Groussac? (1) — no 
án sino lo que liovaron por adelantado : el 
'. De Nueva Yorck, el diehé de Nmeva Yorck, 
I aplican además a toda la Yankilandia. I^o- 
■jLii cuantos miHones* invierte esa Yankiiandia en 
comercio de libros y como desaparecen laiS edi- 
ioncs de obras sino siempre de arte por lo menos 
e literatura. Saben, — y esto les basta, — que el 
anqui e^ una máquina de ganar dólares pero ig- 
oran los millones que los Carneggies destinan a 
:istituciones que nuesitros prácticos juzgan líri- 
is sin apelación. Saiben que hay en Nueva York 
i&'as tile treinta pisos pero ignoran que allí exis- 
ó Walth Witmaun, un poeta alto de cuarenta 
isos. De los "trusts" conocen el manejo y los 
lanejos^ pero ignoran ouantos millones moviliza 
i 1¡eneíicencia ncrteannericana.. Saben cuauto'5 
lillones 'ooiisuimió en su naufragio el '"Titanic", 
ero ignoran el gesto gallardo con que los multi- 
lillonarios .yanquis siilpíeron ¡redimir mii locos 
lardes de riqueza. No era, ciertamente, una me- 
a máquina die ganar dólares el americano Asítoi* 
ue i>udo arrancar a ^laeztú ese grito de convic- 
ión: ¡era un hombre!" 

Rodó niega al pueblo norteamericano una ca- 
acidad mental propia para producir una civili- 
acióu superior, aipta y digna de la imitacióni. 
observaré que el esieritor no contó con el factor 
iaiiipo, como aquel que quiere edificar una casa 
' olvida la piedra con que construirla, Claro está 

U) Est'i pregunta es del autor del presente artículo. 



11() ALBERTO LASPLACES 

íliie desde el punto de visita de la intensidiad die la 
cultura, — úmico femióaiieno que parece interesar 
a Rodó entre los anal de que Sle compone la vida 
social, — los Estados Unidos tienen que ser, fa- 
talmente, muy inferioíres a los ipueblos de larga 
vida en los oualles la cultura se va heredando, ge- 
neración a generación, y los que a bu vez recibie- 
ron la cultura d.e otros 'pueblos ya desaparee! '^o» 
que leíí legaron sus ensieñanzas y sus experien 
Comparar dos realidades sabiendo de antemano 
que en el terreno de la coan.paraciófn una tiene qm 
ser neoesariamiente inferior, es infantil. Pero en 
eia Tiiif?mia inferioridad cailtural sobre la que in- 
siste Rodó, con tan mailevolente intención, en esa 
falta de tradición estática, de firmeza en los idea- 
les, de una ya definitiva eor-ieepición del de- 
humano, está a mi ver en lo^ Estados Unidos, :■ 
su snitperioridtó no ya sobre sus hermanas conti- 
nentales, sino sol>re las mismas sociedades euro- 
peas. Ix)s Es'tados Unidos son la juventud bn- 
lliciosa, emprendedora, limpio el cerebro de 
dioionales telarañas, limpios los brazos de esliM)!- 
dos otetáculos seculares. Eis la vida vilbírante te- 
dia nervio y múscuilo, toda inteligencia crea ' 
y' generosa dladivo-idad. Ese pueblo que ^ sica- 
te joveíi y entero, alegre y afirmativo, sano y li- 
bre, se ha lanzado de lleno, en un conAate 
ravillosio con la Naturaleza, anultimillonaria ' 
bien que lo aimaiinanta, a la conquista de la 
dad por el camino de la acción y no por el el' I- 
meditación. Pero no ;por esc — contra lo (juí 
afirma Rodó, — ha dejado de dedicar a los pro- 



OPINIONES LITERARIAS 117 

lemas espiritualefi el valor que ellos tienen en la 
üda de los hombres y die las colectmdades. He 
huí lo que dice una opinión tan respetalble como 
i de Emile Boutroux resuivdendo latí impresio- 
nes de su viaje a la gran república en 1914: "El 
g'lo último ha desenvuelto hasta lo infinito ¡en 
orte América el poderío material; pero se pre- 
bupan, sin embargo, de trasmutar la materia en 
píritu. Es por eso que se da tanta imíiwrtan- 
a a las escuelas y que el objeto quizá esencial 
e las preocúpale i ornes de ñioj' esi la eduicaición. 
otemos que por ese téraiiiino, la^ ingleses entien- 
^n: instmoción, mientras que nosotros los fran- 
íse; entendemos : educación. Los norteaimericsi- 
^ están convcnciidbs de la potencia casíi ilimita- 
do la educación. Y aiguardan de ella la for- 
'ación de um alma propiamente aanericania. No 
trata para ellos, al solicitar leociones de los 
ofesores de otras naiciones, de copiar o de pedir 
estado lo que otros hayan hecho, sino de asi- 
ilar y transiformar q%s elcmentosí extraños en 
ata de una nu^eva síntesis". Y el gran filósofo 
anees cita más adelante, una astrofa de Henry 
m-Dyke que resume el espíritu norteamericano 
amostrando ipreeisamente la excelencia de lo que 
usura Rodó. "Yo sé que Europa es admirable, 
•canta, — pero cireo que tiene un defecto : el pa- 
do ejerce en ella demasiada presión y las gen- 
5 miran hacia atrás". Los norteameriicaiioi^ de 
)utroux nos apao'eeen pues, bastante distintos a 
j de Rodó, preocupados noblemeinte en la for- 
«íión de un alma nacional, ouyas earacterísti- 



118 ALBRRTO T.ARPLACES 

cas angulares están y'a robustamente perfilada 
tarea que realizan aleg're e inteligenteiuente por i 
e&'tudio serano de lai-! tendenciajs espirituales die 1( 
demás pueblos a los cuales no temen y de los cui 
les saben extTaer lo conveniemlie. A través de 1( 
versos de Van-Dyke, son los fuertes y entusiastj 
obreros del porvenir, libres del pasíad'o, esa gra 
cadena que imallogra tantas energías con isu loí 
pesada y su opio traicionero y fantasimagóricc 
La tradición no delje ¡interpretarse jamás coix 
una causa sino como un niedio. Los pueblos q\ 
la respetau en superticiwa adoración se e&'tante^ 
irremisiblemente y se pud'ren en la inmovilidad í 
mo carroña al sol. La vida es, esencialmente, n: 
vianiento, y' movimiento es imiuietujd, renovació 
novedad. La tradición quiere diefinirse como \ 
lazo social que nos une a nuestras antepasados, 
través de los albismos del tiempo. Pero es .siemp 
un lazo. Para avanzar en cualquier sentido b 
que violarla siemipre. No podemos renegar en i 
soluto de ella, pero hemos de miairebar no para 
lamente a su ritmo extinto, sino hiriéndola coi 
tantemente. Al aprovechar sus prolongaciones 
davía vitales, la deformamos para ipo^iei^la acón 
dar a las nuevas e imperiosas solicitaiciones . 
vanidad nacional, ese seintiiráento de que se ^ 
jam arrastrar amenudo nuestras repúblicas, ere 
toldos, los días nuevos héroe® tradicionales alribi 
yéndioles hazañas que jamás cumplieron, í^V'i 
cias que nunca pronuniciaron. Después de i 
dais esas creaiciones efectistas a las cuales - 1 
rodea de todo el oropel y la eliuirriguera de qu 



Opiniones literarias 119 

Sí I^iicda echar mano, esos héroetí comienzain a 
diapjitiii' sobre quien es más gloria», sobre el que 
lealizjó empwsas más formidables o soñó eon 
realríaciones más ivastas. La obra, emiirendida 
con luia seriedad emocionafn'te tenmáma en indigno 
aúnete, Gracias a esa ridicula egolatría, gracias 
a esa obra die ÍüIho y pailurdo patriotismo, Bolí- 
var y San iMairtíJi se miran llenos de odio, no co- 
mo colaboradores dte una misma obtra emajicipa- 
clora, sino como irréconcilialíles rivales prontos a 
irse a las manos. Las proiporeiones de uno y otro 
o se elevan liasta perderse de visita y se hunden 
en la nada, según que el que los contfianpla se en- 
cuentre en Bogotá o en Buicnos Airee. Una lite- 
ratura hist)órieíi deformada por criterios unilate- 
rales y estrechos, crea así una tradioión totalmen- 
te artificial soibre la cual, más tiairde, dómines oIj- 
tusos síupon-en que se podrá levantar el edificio de 
nuestra civilización. 

Los pueblos nuevos ni tiericn tradición ni ne- 
ceíJítíin crearse artificialmente una. He ahí lo 
que ha olviíllado Rodk) al juzgar a los Estados ITni- 
dois. A no ser que considerc'mos justo el orgullo 
de les petimetres dIe sangre aizul en cuyo orguilo 
fe'álo huimea el recuerdo de las hazañas de sus an- 
tepasados y jamás brilla el mjérito de lavs proipias, 
del)emos felicitamos die que nuestra historia sea 
tan corta que todo esté aún por haicer ante niiei^- 
tros brazos impacientes y ante nuestra voluntad 
que ansia el estímulo del obstáculo pa<ra endure- 
eerae y paira feeimdiar. No hay otra ailtivez legí- 
tima que la díe la propia obra eumjplida. Todo lo 



120 ALBERTO LASPLACES 

demás qj satisfaoc-ióu parasitaria y humillantes^ ' 
Cada héroe tradicional ensalzado hasta el frenesí 
se asoma de^de su ¡paz e interroga con espiroea 
ironía: — ¿Y vosotros, qué dejaréis?. En. li ac- 
'ción, no como un fin sino como un arraia, «tá la 
juíJbifieación soberana dte nuestraj? yidm Los 
muertos nos imipiden auovernos a nuestro gusto, 
son demiaisiado exigentes^ y, sobre todo, no puedein 
volver a moderar ciertas admiraciones dtespamípa- 
nantes que creemos sentir por ellofi. El secreto die 
nuestra f'eouudidad, reside en que el pagado ocu- 
pe poco lugar en nuestras lioras. Enseña más un 
minuto de presente que un año de ayer. Hay que 
moverse armoniasiattuente en el tiempo y no contara 
él, ni fuera die él. Y si lo hacemos haibremos sem- 
brado en un erial. ¿Qué es lo que caracteriza la 
juventud en los organismos sino la ausencia de 
pasado? 

"La idealildkid de lo helnmcso no ajpasiona al 
descendiente de los austeros puritanos. Tampoco 
le apaldona la idealidad de lo verdadero. ]\Ienos- 
p-reciía todo ejercicio del penisamiiento iq¡ue pres- 
cinda dio imuiediatia finaJlidaid ipor vano e infecun- 
do. No le lleva a la ciencia un desinteresado an- 
helo de verdad, ni se ha manifestado en ningún 
caso capaz de araiairla por sí misma". He aquí un 
cargo de Rodó que ipuede aplieaiiHe, integramente, 
a todos los pueblos úk la tierra sin exceptuar uno 
solo. ¿En qué pueblo ded mundo ajpasiona la idea- 
lidad de lo hermoso? Sería cuestlión de p^regun- 
társelo a Larra, Wilde, Flaubert y a todos aqué- , 
los que han sido una protesta vibrante contra la j 



OPINIONES LITERARIAS 121 

iiiediot-ridad que los ha rodeado. ¿De qué naciona- 
lidad €d ^Ir. Proudihoimuie, tprotatipo de la a^tupi- 
de trascendental? "No ipoiedo salir a la calle, — 
confiesa Zola. — sin que a cada paso tropiece con 
dios imbéciles". ¡Y eso en París, no en Nueva Yoa'k 
ni en San Frajnoisco! La injusticia de Rodó se 
hace más patente cuando se piensa que la ideali- 
dad de lo hermoso no ha apasionado jamás sino 
a una minoría reducida especialmente coniforma- 
da para ello. Y llega al colmo, ciuandb para pro- 
bar la 'inferioridad d,el pueblo liorteamleatcano, 
dice: "El arte verdadero sólo ha podido exisítir 
en tal amlbiente a título áe rebelión individual. 
Emerson y Poe son dot"? ejemplares d'e una fauna 
expulsada de su vejidladero medio por el rigor de 
una catástrofe geológica". ¿Y dónde irán? ¿Irán 
acaso a la Alemania de Heine?, ¿a la Francia de 
Yerlaine y de Bloy?, ¿a la IngMerra de Byron?, 
¿a la Rusia de Puskin?, ¿a la América esipañok 
de ]\Iontalvo, de Alberdi, de Juan Carlos Gómez, 
de Julio Herrera y Reissig? Poe fué un ipoeta ina- 
diaptable a cualquier ambiente, uin alucinado que 
vivía en un mundo aparte. En cuanto a Emerson, 
ignora Rodó que es el filósofo más admirado y 
mejor comprendido en lod Estadios Unidoe de hoy 
y que no fué, en forma alguna, un exti'año en su 
país. Y aún cuando ambos hubieran tenido que 
lueliar contra la imcompresión del ambiente, ¿no 
es éste un fenómeno regular en todas 'pai^tes? 
¿Vamos a catalogar dentro de la estupidez a Ale- 
mania porque silvó a Wagner, a Noruega porque 
se escandalizó de Ib^n, a Francia porque lanzó 



122 ALBERTO LASPLACES 

al sui'eidio a Bijset, a España porq/ue dejó mo^'n- 
en el más grande silencio a Beoquier, a Ingl 
n-¿i porf|ue rió de I>UTne Janes y íívl escuela? Tudo 
ííitista oT-igiual diocará necesariamente contrn la 
costmnbre y el prejuiedo, en los Ewtaldos Un i 
ocino en enalquiera otra parte. No es esa i 
Tñmn valedera para oondeniar a todo nn pue' 
En ese párrafo, Rodó emplea la palailira ''< 
interés". Ninguna otra está repetida en "Ariri 
nn número de veces semejante^ — salvo quizíi ;il- 
g'unos} nombran qn^e apuntalan siu idloetrina y' \ i- 
gilan sai erndioión: Eenán, Taine, Gruyan, Eü 
son, — ¡viejas soniihras a las cuales debemos - 
obediencia, por lo menos oairiño! — En la ! 
diica de Rodió, la palabra "desinterés" adqui 
nn aspecto sobreña tr^ral ¡y e"? algo así coanii 
"fíat'' en labios de Jehoa'^ah o el "taibou" en hi 
boca de los polinesios. Es una pallabra sagrüla 
que no puede pronunciarse sin cierta unción y 
hasta siin cierta "pose", entornando los ojos, cii- 
ticabriondo los labios y ananteniendo el cuerpo cii 
una actitud de digna rigidez. Para él, todo lo in- 
teresado es bajo, material, inferior, dei'jprecialih^ 
Lo desinteresado, en cairabio, alto, Imeno y bir- 
moso. Si nos atrevemos a emprender una peqn 
exeursión por los) dominios todavía tonebrosos 
la psicología encontra.remos en el interés no i 
uno de los impulsos sino el único miiml de l;is 
aiceiones liuira,a.nas, como que no es otra cosa > ! ' 
la. relaeión existente entre el hecho en sí >■ 
consecuencia inmiediata o futura. Toda ae^ li 
tendría su razón de sier en sí misima, si no se ' x- 



OPINIONES LITERARIx\S 123 

tendiera en el tiempo, coano la luz en el espacio, 
eu lina o en varias icíireccioiies. Si acjuello suce- 
diera, el desinterés sería posible y' lógico. Pero es 
imposible e ilógico. El egoisauo, según lo observa 
Le Dantec, es la base biológica de la vida tanto 
en los seres simplas emno en las colectividades. 
Y lo es tanto en los que no obran sino en vista de 
ullieiiiares provec"hos como en los qaie se ,ereen 
hnipuílsados ecilajment.e por serntámiientos siip erro- 
res y suponen que áe libertan de las leyes impe- 
riosas del instinto. Al egoismo diel individuo, hay 
que agregar el egoismo de la especie, cuyas ma- 
nif estación es pueden dar lugar, a veces, a fáciles 
aluicinaciones die nientiroiso altniísmo. Amor a sí 
mi'imo, aimor a la ITuimianidad, aimor a Dios, todo 
e&'o no as sino noQiibrar de un imodo distinto el 
mismo fenómeno. El desinterés puro no sólo es 
un imiposible sino que a existir, llegaría a lo abi^r- 
do. No se modifica nada sin interés de hiaoerlo. 
Si n¡o existiera el estímulo embriagador del triun- 
fo que baoe sonreír en el porvenir quimérica)^ e 
indecisas esperanzad, el mundo se estancaría corno 
las aguas pesadas y muertas dtel Asfaltiten, mal- 
ditas por Jehovab. Ningún esfuerzo podría justi- 
tificarse así ; no habría aliciente para el heroi^no 
ni para el sacrificio, y ni siquiera raizón de vivir. 
Rodó no ipuede referirse, bien lo comprendo, a cfe'e 
desinterés interpretado en general, y' cuando de 
él habla se refiere ai interóí material, al objetivo, 
el que se traduiee ante todas las amibiciones por 
brillantes monedas de oro. Cuanicllo ipredica el 
desinterés tiene sólo en vista la transación comer- 



124 ALBERTO LASPLACES 

cial, el plan del mercader que pesa las probabi- 
lidades de atraer a s)u arca el dinero omnipotenl: 
y eorruptor. No cree que la juvem'tud deba empa- 
ñar el cristal de su lirescura con el oálanlo indigno, 
ni correr tras el espejismo de las bajas satisfac- 
ciones de la carne. Las airubiciones puraimente es- 
pirituales, los saerifioios que no dejan más' satis- 
facción que la idiel deber cumplido, la sana alegría 
del que se siente puro y fuerte, generoso y fe- 
cundo, deben orientar la vida y encarrilarla den- 
tro de austeros caminos. El desinterés ante la 
paga y la prebenda debe empujar las accionen, 
dándoles un prestigio de Ümipia nobleza que sea 
para ellos como una aureola de inmarcesJiíble san- 
tidad. Sólo los ideales extraños a los groseros ape- 
titos insitintivos idlairán relieve la nuestras almas 
asaltadas por los tres enemigos clásicos', amte los 
cuales la ma^yoría sucumibe. 

Estamos, casi, en pleno innesianismo. Aconsejar 
a los hombres el desinterés material, es predicar 
en desjierto, as violentar nuestra naturtaleza. Con- 
dionar la inclinacáón natural del honuíbre a satiss- 
faeer todas sus necesidades y' a prevenirlas, es su- 
poner que puede llegar a ser una especie de án- 
gel, según lo imaginan ingenuas mitologías. La 
filosofía, sobre todo la que tiene la ambición de 
ser un evangelio de aooión, no debe colocarse fue- 
ra s'ino dentro de la vida. De ahí el fracaso de 
tantas construcciones puramente subjetivas que se 
han levantado como edificios isobre la arena. Todos 
los grandes movimientos colectivos han sido espo- 
leados por causas materialeis, desíde los cataclismos 



OPINIONES LITERARIAS 125 

religiosos ilmminacfcs por camales esperanzas de 
una vida feliz en el cielo, haí-ta los porfiados com- 
bates modernos en que las nrachedumibres, desidte- 
ñando la vida extraterremia., exigen su biemcsitar 
en este mundo. Hay una gran distancia aparente 
entre las exigencias del salvaje de cerebro roidi- 
mcntario que obedece a un 'número limitado de 
solicitaciones y las del europeo que ha llegado a va- 
riarlas hasta el infinito. Pero en su punto origi- 
nario, en su sustancia fisioh'gica y psicológica el 
proceso es el miisono y ambos' marchan obedecien- 
do a idéntica fuerza que vicme desde las tenebri- 
:idades inexploradas del instinto: la de su con- 
servaoión, la de su persistencia. Si analizamos y 
dpgccnnponemos serenamente los ideales' que pare- 
cen estar más alejados de los fines materiales, en- 
contraremos que no son otra cosa que eso y que 
bajo un aspecto distinto, se oculta la satisfacción 
de parecidas' necesidades. Deberíaanos volver al 
absurdo criterio dualista paira tentar una diferen- 
ciación entre altos y' bajos intereses; admitir dos 
vidas en nosotros, la espiritual y la carnal y .su- 
poner que los intereses de una están en oposición 
con los de la otra Mi opinión es distinta; creo en 
la coordinación y no eu la oposiición; en la uni- 
dad y no en el dualismo. Creo que no hay nada 
innoble en la vida humana fuera de lo que va con- 
tra la vida misma, de lo que tiendle a disminuirla, 
a empequeñecerla, a restarie variedad, a evitar 
que cumpla con las leyes fatales que la rigen. Son 
sus enemigos la minseria, la ignoranicia, la esclavi- 
tud, la enferm.edad, la tristeza, Y el interés, — 



126 ALBERTO LASPLACES 

sea cual sea, que para mi la vida no tiene ííino un 
solo interés, — es su eooiidieión primera y' última, 
el invisible fluido que la animia, pule sus ániguloc» 
y la hace fecunda como a una mujer. 

Toda la eneini&tad de Rodó contra los Estados 
Unidos se apoya en ese erroi inconsistente, origi- 
nado por un prejuicio medioeval lieclio carne en 
su Cerebro. "Utilitarismo vacío de todo contenido 
ideal, vaguedad cosmopolita, nivelación de la de- 
mocracia baiitarda", lie alií las palabras que Rodó 
emplea para profetizar el porvenir de la gran re- 
j)ública del Norte. No han dieho nada más humi- 
llant'i ni Ugarte ni Blanco Fombona, esos dos 
incansables apóstoles de la causa anti-yanki. Difí- 
cilmente podría encontrarse en boca de esos dos 
ccDisores desprecio') más profundos, condenas máé! 
severas. Por eso quiere salvar a la juventud de 
Hi'ipano-Ajmérica poniéndola en guardia contra 
las características de aquel gran pueblo, esa febril 
actividad preferentemente material, ese espíritu de- 
mocrático que cada día respeta menos jerarquías, 
e;a falta de s'olidez nacional producto de una emigra- 
ción formidable que año a año recibe en sus puer- 
tas abiertos a tedas las rutas del mar. Allí no pros- 
pera como una flor de invernadero ese desinterés 
ari&'toerático del hidalgo o del ateniense que pron- 
ta a la vida una significación e-.pecial y la circun- 
da con un nimbo de santidad. Todo se pesa, se 
mide, se calcula, sje preA^iene. Ningún servicio deja 
de tener su recompensa material y en la lucha so- 
cial, los combatientes no tienen siquiera necesidad 
de ocultar sus amlaiciones, a las que muestran en 



OPINIONES LITERARIAS 127 

ni íntejrra de;»iu<íez. Refractario al ocio, — quo 
>ara Rod(5 es la más' pura de las actividades Im- 
iianas, — no <?oniiprende el descanso, y' a í?enie- 
anza del legendario Asheverus que castigado por 
>ios había de andar y andar siempre, sin que tai- 
•iera un minuto comipasivo para sus ptfbres pies 
agarrados y sangrientos, este pueblo parece tani- 
íién expiar im crimen en el castigo de no descan- 
ar im instante, en tensión todos sus mús'culos, vi- 
olante- su ímpetu nunca satisfeolio, poseído por 
ma evpcxíie de demencia creadora que da resultados' 
íortentosos que asombran al mundo. AVilliams Ja- 
nes, se ha visto en la necesidad de predicar el 
ivangelio del abandono a sus eompatriotas, inci- 
ándolos al reposo espiritual y aiconííejándoles, 
'aquella bendita confianiza interior que Spinotía 
olía llamar ' ' asquescentia in se ipso", que brota 
- •ula uno de los elementos dol ser huanano, bien 
ido, impregnando su alma de satisfacciones, 
"do a un lado toda cons'ideraeión sobre su uti- 
I meoániea, un elemento de higiene espiritual 
iprema importancia ' ' . 
Aquí parecen coincidir Rodó y James, que no 
51o es el primer pensador contemiporáneo de toda 
:\jmérica, sino también el filósofo representativo 
e su país Pero toda coineidencia se evapora así 
DOio reflexionamos un momento sobre en al es el 
«áblico al cual uno y otro se dirigen. Es necesaria 
1 la gran república resanante de 'actividad la pré- 
iea de la utilidad fisiológica y espiritual del de">- 
mso, del abandono higiénico y refrescante. Pero 
\ contraproducente y absurda en sociedades eomo 



128 ALBERTO LA.SPLACES 

las niíestras, corroídas por iina exc^iva e infecun- 
da pereza en todos lo^ órdenes de la vida, haj'^ta en 
la mental, que se traduce en un literatura hueca J 
frondosa, en una política indecisa y sin relieve, er 
un individualismo rabicso y exasperado que malO' 
gira los más prometedores movimientos solidarios 
en una inanición muscular y económica que noí 
mantiene débiles y míseros en medio de la más 
vasta aioumulación de tesoros de que ha sidb capa; 
la Naturaleza. James apunta un defecto nacional 
y a él va, directamente, armado de su limpia iu 
tención. Rodó, al contrario, va a buscar los defec' 
tos de un país» extraíío y los expone ante la ju 
ventud hispano-americana para que los evite. ¿Eí 
qué hemos llegado a un estado tal de perfecciÓT; 
que nada se encuentra en nuestras sociedades qui 
comlbatir, nada que extirpar, nada que tranisfor 
mar? James predica el abandono en el país de I*' 
actividad. Rodó aconseja el ocio en el país de 1 
pereza. El resultado no eá difícil de preveer. L 
actitud del filósofo de "Ariel" no sólo aparee 
errónea y poco feliz sino hasta poco honradla. N; 
solamente contribuye a justificar y hasta robusta 
cer los vicios nacionales sino que intenta crear u 
odio nuevo ihacia uaia nación americana que nj 
merece sino el tribuito de nuestra simpatía y 
nuestra admiración. Doble íalta que haj' que sí» 
ñalar con toda energía para que no prosperen a 1 
sombra de un libro de un escritor como Rodó, dej 
ahogos de raza y tendencias suicidas que inspira! 
hoy en día la propagnada de algunos pseudos apó 
tole=} que buscan en el sensaeionalismo y en la v! 

I 



OPINIONES LITERARIAS 129 

ruleneia de su prédica un renombre que no supie- 
I ron o no pudieron conquistar por vías más rectas 
'' V procedimiento'? menos dudosos. 



Rodó atirma que actuailmente nada hay en (?1 
pueblo norteajnericano dig-no de ianitaeión. "Plspe- 
^remoá — lice — que áe la enorme fragna snrgi- 
■ rá, en último resultado, el ejem-plar Inimano y ge- 
\ nerosjo, armónico, selecito, que -Spencer en un y'a 
citado discurso creía poder augurar como término 
d-cl costoso iproceso de refundición. Pero no le bus- 
quemos en la realidad presente de aquel pueblo, 
,ni en las |>erspectivas de sus evoluciones imnedia- 
tas" ¿Deben, pues, ante la curiosidad his'pano- 
,aniericano pasar en la maj'or indiferencia los re- 
sultados de la formidable labor yankee en todos 
los órdenes de la laboriosidad creadora? No se tra- 
ta ya, de repetir estúpida y ciegamente a un sólo 
pueblo como el norteamericano que ha demostrado 
ser el más apto de todos para la vida contouporá- 
nen, sino que el pensamiento de Rodó, lo niega to- 
talmente al análisis curio ?o de nuestra juventud, 
apartando de sus ojos su ejemplo y sus éxitos. No 
puede imaginarse nada más injusíto, miás parcial, 
más negativo Los intereses de la civilización son 
semejantes en todos lados y los pueblos no prospe- 
ran sino em/pujadcs por idénticas s*olieitaieiones. 
Cerrar las fronteras del espíritu a las corrientco 
que de fuera llegan es conspirar concientemente 
aontra el bien de los ¡pueblos. Las 'naciones no es- 
tán, como en la antigüedad, cerradas a cal y canto, 

OP. LIT.— 9 



130 ALBERTO LASPLACES 

oelosaí) de las características de su civilización es- 
pecial, catia una con su religión, su derecho, su 
ética, su arte. Ya no hay más que una scla civil i 
zaoión qiue bate hasta en sus últimos reductos la-*» 
particularidades regionales y estáticas (pie nos' le- 
gó el pasado. Esto podrá líer oonsiidlerado con do- 
lor por loíí infaltables Jeremías de siempre, pero es 
fatal. El internacionalismo es un hecho indiscuti- 
ble e inevitable Las fronteras han s*ido Ijorrada^, 
— salvo en el orden político, — y hasta en ese 
mismo carácter están prontas a desaparecer para 
sieimpre. ÍQ. intercambio de ideas es tan intonso 
como el eo7nercial, y las costumbres, producto del 
niismo género de vida, adquieren cada día nmy'or 
unifoi^midad. El pueblo que re&'iste a la gram ola 
niveladora se estanca dentro del esrt^reciho marco 'b 
su egoísmo y sigue, penosamente, a retaguardia de 
los que, más dúctiles, han sabido abandonar a tiem-i 
po los estorbos tradicionales y' entran sin vacila- 
ciones en la gran loorriente moderna. Sin que 1»^' 
Estados Unidos pu-edan cou^itituir uTia norma O 
ca ante nuestra ansia de mejoramiento, ante mu 
tra ambición de cumbres, es indiscutible que pue- 
den ofrecernos útilísimas enseñanzas, experiencias; 
bien depurada^, métodos y procedimientoi y hasta 
orientaciones ideológicas que igmoraba Rodó, pues¡ 
no Pe puede admitir que a conocerlas, hubiese, de-; 
liberadaniente, pasado por alto sobre ellas hasta el 
punto de confundir al pueblo norteamericano con 
utna masa anónima y torpe, empiijada únicamente 
por bajos instintos, masa sin relieve y sin profun 
didad, síin historia y sin futuro. 



I 



OPINIONES LITERARIAS 131 

Rodó afirma, como Blamco Fomibona, que los Es- 
tados Unidos son un país refractario a las artos, y 
en eso se basa toda su censura al gran pueblo. Ese 
punto de vista anibateral es injusto en dos* senti- 
dos : primero porque, en general, todos los ¡pueblos, 
toda las masas sociales del mundo, sienten por el 
arte una atracción muy relativa, y segundo, 
porque en el balance de intelectuales dignos de e^ 
niomibre, ninguno otro de América y ipocos en el 
m.nndio presentan en un período tan corto de exis- 
tencia tantos nombres ilustres, tantos creadores de 
intensa influencia, dentro y lejos de las fronteras 
nativais. Aquí, e^ impresteindible repetir todo un 
párrafo del profesoí argentino Alfredo Colmo, ya 
que de mi parte tendria que hacerlo con casi las 
mismas palabras- "Decidme que país de América 
latina puede ostentar en poesía un Poe, un Lfong- 
felow o un Walt Wliitman ; en historia a un Braud- 
eroft, un Irving. un Prescott ; en Dereciho un Sto- 
ry o un IMarshall : en ciencias físicas un Rumiford, 
un Morse, un Graham Bell, un Hughes o un Edi- 
on ; en pintura "Wliistler ; en ingeniería a toda esa 
2udaz creación dte edificios imposibles, de puentes 
ini 111 aginados, y de la complejísima maquinaria in- 
instirial ; en Psicología a un Baldwin o un James ; 
^n Sociología a un Gididings o un Ward; en edu- 
cación a un Horacio Maim: en Filosofía a un Ja- 
nes o a un Emerson (1). Deeid>me que país del 



(1) A estas citas hechas por el profusor Colmo añadiría las siguientes 
in tener tampoco la pretensión por eso de haber agotado el tema: en es- 
ultura a Saint Gaudens; en pintura a Aloxander y Sangeut; en dibujo a 



132 ALBERTO LASPLACES 

niiiindo, — no ya de América, — puede alardear de 
un síisteana eduieacional más admirable que el de la-» 
y'ankees. Decidme que país 'diel mundo es menos 
utilitario que los Estados Unidos, donde la benefi- 
cencia privada, las instituf^iones solidarias y al- 
truistas han sido llevadas a expresiones nunca vis- 
tas ni soñadas, en hospitales que son una maravi- 
lla, en asilos y refugios que son uuia gloria, en bi- 
bliotecas, universidades y esítablecimientos educa- 
dores de todos los órdenes que son la apoteosis de 
lo que hay' de más devsinteresadio y superior en la 
gama de las idealidadies humanas". ¿íEs un pueblo 
indigiio de ^rvir de ejemplo ese que tiene ya en 
el orden 'concreto del ipensimiento todo un método 
filosófico original, el pragmatismo, cury'os iprinci- 
pios han sido aceptados por las escuelas de la vieja 
Europa hasta oontribuir en ella, en prinuera línea, 
al remozamiento de la.s ideas? Esa filosofía ameri- 
cana, cuyo lejano precursor fué Franldin y cuyos 
nombres más ilustres son los de Sprage Peirce y 
Williams James, ha venido a dar un wieleo en el 
¡pensamiento universal desorientado entre la meta- 
física especulativa die Hegel, el mistieii?mo positi- 
vista de Comte, y el dte^carnado materialismo 
de Hajeclcel. ¿No están los Estados Unidos, tpor 
ese solo hecho, a la altura intelectual de Fran- 
cia, Inglaterra y Alemania, y a cien codos so- 
bre nuestra América Latina, tan pobre en ideaij 
directoraíí, hasta el piunto de tenerlas que mendi- 



Gibson; en literatura a Bret-Haite, Mis Harriet Stowe, Hiipton Sinclair, Fe' 
nimore Cooper, Washington Irving, Marck Twain; en Sociología a Small 
Paiten, Ross, Dealy y Wilson; en educación a Dewey; en Economía Políli 
ca a Heary George y Seligman; en ciencias a Fulton y Tylor.— J\r. del A 



r 



OPINIONES LITERARIAS 133 



gar en otros mercadk>s? No hay orgullo más ridícu- 
lo que el de lo miserable, lo débil y lo feo ante lo 
rico, lo fuerte y lo bello. Sólo el raquitismo espi- 
rilTial puede vedar la adimiración por lo admira- 
ble, allí donde se eneruentre. Pocos pueblos, en el 
proceso mismo de su crecimeinto podrán ostentar 
en el orden miental, las excelencias de los E<stados* 
Unidos, pccos de ellos defenderán su historia con 
beohoi^ alíenos reprobables, con previsiones máá ge- 
niales, con más opuleoita^ iniciativas, Todb el or- 
den admirable que preside en esa, la más grande 
Babilonia áe razas que ha existido en el mundo 
{de qué es obra sino de una sapientísima organi- 
zación, no orientada seguraanente, de im modo ex- 
clusivo hacia la^s actividades estéticas, únicas que 
sugesticnjao. a Rodó? Esa "vaguedad cosmopolita" 
de que habla el autor áe "Ariel" con tono des- 
pectivo es el seno fecundo donde se gesta la graa 
raza qu^e dominará mañana, no por la fuerza de la 
fuerza, como lo han hecho siempre las socield'ades^ 
euroipean, £Íno ipor la fuerza del trabajo multipli- 
cada por Ja de la inteligencia creadora. Faltóle a 
Rodó — repitiendo la frase de Jesús Castellanos — 
visitar la misma garganta del lobo. Si así lo hu- 
biera hecho sus palabras serían opuestas a lo que 
son. El doctor Erncfto Nelson, el eminente educa- 
dor argentino, describiendo su viaje a los Estados 
Unidos se expresa así: "Uno de los rasigos que más 
me imprasionarou al llegar a los Esta)d'os Unidos, 
fué la aJdmirable unidad de ideales y tendencias 
que se descubre entre lo'? hombres, así provengan 
de \ofi rincones más apartados. En el tren, en la 



134 ALBBRTO LASPLACES 

mesa común de la casa de huéspedes, en los pasi- 
llos del teatro, en la reunión ocasioaial de los sitios 
públicas, en todas partes se descubre un aire d • 
parentesco que llega a pronunciara tanto en el 
espíritu del que ol)serva que desde luego éste se \ o 
en iposesión de un santo y seña para facilitar i 
acercamiento con la.v gentes. Y esa unidad de es- 
píritu que se exterioriiza allí a de=?pecilio de la hete- 
rogeneidad étnica traída por la inmigraoión, e^ lo 
que hace que ouando la opinión pública no acom- 
paña una tendencia o una idea, puede decirse que 
estos son antiamericanos. " "Los norteamericanos, 
— dice otra parte del mismo libro, — han descu- 
bierto que el principal requisito de la vida nacio- 
nal es la capacidad para vivir reunidos. De ahí 
deriva el signifiioado profundo que ha de darse a 
la palabra "cultura" Por el contrario, la raza la- 
tina co>ntinúa interpretando ese vocablo en un 
fjentido egoísta, considerándolo un iproceso de per- 
feocionamiento individual a que se Ueg'aría me- 
diante la adquisici-Sn de conocimientos de orden 
intelectual". El doctor Nelson, sin sospecharlo, 
probablemente^ no sólo destru^'e con estas palabras 
la leyenda poco feliz de los Esitados Unidosá pin- 
tados por Rodó: "utilitarismo vacío de todo con- 
tenido ideal, vaguedad ca-^mopolita, nivelación de 
la democracia bastarda", mostrándonos un país 
completamente distinto, sino que tamibién destruye 
el prejuicio de que sólo Ariel, os decir, las acti- 
vidades de orden puramente intelectual, síom aptas 
para marcar rumbos definitivos a la vida humana. 
¿ No es admirable un pueblo que tiene ;poco más de 



OPINIONES LITERARIAS ISfí 

cien año.> y que ya presejita ante el peregrino cu- 
rioso ([me la visita características tan sólidas? Y, 
sobro todo, ¿no es digno de imitación para nues- 
tras ropúblieasi hispanoam-ericanas, que no han aid- 
quirido aún, y astán lejos de adquirirla, una ft'ío- 
noniía propia? Recono<eer las .superioridades aje- 
nas es siempre muícluo más noble que neggjrias, 
aunque ello suponga el dolor de una confesión que 
no nos puede halagar. "Frente a nuestros Rozas', 
Gu;'Tiián Blanco, García Moreno y otros tantos ti- 
ranuelos sanguinarios — dice José Antonio Ra- 
mos, — los norteamericanos ipueden aponemos sus 
Jefferson, suá Adams, sus Limcolin; frente a nuo?- 
ftra politiquilla de campanario y' de bra.buconerías, 
íelloT pueden mostrar sus plataformas esenoialmeoa- 
te económicas y de sabio practieismo ; en vez de 
nuestro sectarismo religioso en pro y en contra, 
su templado misticismo, lleno de ingenua fe; frente 
a nuestro aristoeratismo de blaión y de holgaza- 
nería, su aristocracia «del dólar y del trabajo; fren- 
te a nuestras remotas tradiciones de raza llenas 
de conquistas y dorainaciones brutalef; y sangrien- 
ta.'!, su ]>revo historia y' su fuerza actual, no tradi- 
cional pero desconcertante, no "gloriosa" pero ca- 
paz de aplastamos con toda nuestra tradición de 
un solo zarpazo. " 

Todo eíto es tan verdad que ya nadie sie anima 
a sostener lo contrario. La leyenda de la ¡grosería 
y del m.aterialismo como atributos característicos 
del pueblo norteamericano se ha es'fníraado en un 
océano de ridíioulo. Y en vez de despertarse un odio 
vigilante y deapeetivo hacia Norte América, al re- 



13G ALBERTO LASPLACES 

vés, cada día se intensifica la admiración y la sim- 
patía de estas repúblicas hacia «u hermana mayor 
del Norte, en la cual no todo es bajo cáLouilo utili- 
tario como lo pretende Rodó. De ahí qne la pré- 
dica de "Ariel" hay'a caído en el más ilevanta'ble 
de los fracasos, y que ^ prosa armoniosa mesne 
en nuestras oídos arropando un error imiperdona- 
l)ile que no se puede tolerar en silencio en un autor- 
q^ue tiene sus prestigios justamenite conquistadosi y 
que por lo tanto puede ejercer alguna influencia 
sobre el anibiente. Todo "Ariel" está en esJa terce- 
ra parte, y el propósito íntegro del libro reside en 
humillar a los Estados Unidos. Quiero pensar que 
hubo una cristalina sinoeridad en Rodó, que en 
efeíto pensaba todo lo que escribió. Pero en ese 
ea&'o no supo juzgar serenamente a un pueblo que 
es' uno de los orgullos de nuestros tiempos, y, so- 
bre todo, de nuestra América, ni aitinó a ver claro 
en el pon^enir. Su espíritu fué inepto para descu- 
brir la realidad del presente, e inepto para intuir 
el futuro. No fué ni un observador ni un vidente. 
Plizo mal en salir de su verdadero rol dentro de las 
letra'í, de aquel paTa el que fué dotado suntuo-a- 
mente por la Naturaleza: la crítica artística y el 
ensayo literario. Dejóse arrastrar por una velei- 
dad sociológica, arrastrar, eso sí, por lo que creyó, 
equivocadamente, una buena causa. Siempre hubo 
en Rodó un espíritu geométrico y reaocionario, un 
criterio con mucho die colonial, según lo obserA a 
acertadamente Ortega y Gasset, clausurado a toda 
novedad, a toda audacia renovadora, temeroso de 
nue\^os ritmos, apegado a tradiciones y prejuicios 



OPINIONES LITERARIAS 13? 

llares y casi ciego ante la maravillo^ palpita- 
iiMU de la hora actual, más llena de milagro y de 
siiuestión, más carinada de opulentas proiniesas que 
cualquier^ otra de la historia. Sintió horror por 
• lo avance, por todo progreso que rompiera la 

etría de lo existente, y conspiró, por lo tanto, 
itra todo progreso y' contra todo avamee, ineon- 
fi-i)ibles fuera de lo a^imiétrioo y lo disonante. ílay 
demasiado de Renán en su conioeipto del mundo y 
de los hombres, del R/enán de la decadencia y ide 
la vejez, amargado y pesimista porque había visto 
a la realidad castigar incompasivamente a su suib- 
getivismo ingenuo y' poético, creador de vagas y 
teatrales fantasían. No fué él-, ciertamente, otro pe- 
simista, pero ni su doctrina abre a la juventud am- 
plias horizontes ni le marca rumibos claros y defini- 
dos. Intenta demoler pero no atina a construir y en 
su crítica concede más importancia a lo Auperíieial 
que a lo profundo, a lo visible que a lo sustancial. 
No quiere significar esto que no haya muiciho, mu- 
chís'imo que hacer en nuestra América, en donde 
todo eitá por hacerse, en política, en arte, en so- 
ciabilidad. Lo que quiere decir es que Rodó no hizo 
incapié en uno solo de nuestros defectos y de nues- 
tras imperfecciones americanas, que pa^ por alto, 
sobre todo aquello que hay en inosiotros de censiu- 
ra]>le y' de apto a un progre^ o a una mejora. Ni 
el caudillismo, ni el latifinndisimo, ni la ignorancia 
de las masas, ni la miseria irredimible de las po- 
blaciones rurales le distrajeron una sola palabra, 
le inspiraron una sola protesita. 'En vez de colocar- 
se dentro, concretamente, de Hispano-América. sa- 



138 ALBERTO LASPLACES 

lió maa allá de sus fronteras para detener, lanza 
en ristre, a los gigantes imaginarios del utilitaris- 
mo yankee, como si nada hubiera que hacer en 
casa, como si aquello que defendiera huhiera lle- 
gado a los últimos e instuperableá límites de la per- 
fección Por e&'o su esfuerzo fué eistéril aún cuando 
"Ariel" forma parte de lo mas' esipontáneo, freico 
y viviente de todo lo que escribió. No sólo fué allí 
su pensamiento más ágil sino tam'bién más agrada- 
ble el estilo, menos pesado y frío que en obras 
posteriores Bien se ve que ese Rodó en el mismo 
que esiculpdó uai pórtico mairaAtiloso al «palaioio ' 
encantado de "Prosas Príofanas". La seducción 
elegante de su prosa y las ideas de aristocratismo 
veladas tras engañosos juegos de lu/ees democráti-^ 
eos, le atrajeron -el éxito entre ciertas clases dte la 
sociedad americania que intentan aclimatar en estas 
tiei*ras de libertad y de porvenir icaducas antigua- 
llas jerárquicas de las cuales el viejo mundo se va 
liberando lenta y' penosa pero firmemente. Rodó ' 
fué uno de los última'? deíensores del pasado, en 
nombre de una estética quáetista y icadarv^érica . 
llenos oportuno que Ruskin, tuivo las pupilas cie- 
gas ante el espectáerailo de alta y vigorosa belleza 
que ofrecen los tiempos modernos y no atinó sino, 
como hábil lOopista, a repetir viejas experiencia 
en vez de lanzarse al riesgo s^emidivino de los jóve- 
nes ensayos. Por eso he considerado necesario re- 
futar sus doctrinas, por inactuales y erróneaís, en 
la seguridad de que frente a su criterio estático 
pre&'tigiado por ecois amables de armonías extintas, 
han de afirmarse con indomable energía los prin- 



OPINIONES LITERAKUS 139 

cipios renovadores y evolutivas por los que debe- 
mos combatir y por los cuales nos debemos sacri- 
ficar llenes de sonritnite alegría, soguro-i de que con 
ello llenamos el íínico rol que nos han impuesto las 
o^rcuras leves de la vida. 



A'bril de 1919. 



Florencio Sánchez 



Florencio Sánchez, fué no sólo el fundador del 
moderno teatro rioplatense, sino también, hasta el 
presente momento su figura culminante, su gioria 
más pura y más simpática. Por una incidencia 
realmente milagrosa, su teatro, — obra robugJta y 
definitiva, — no tuvo precursores ni diseípulos, ni 
arrancó de un período germinativo anterior ni 
dejó otras huellas que las ipropias al revivir año 
tras año, glorio'^amente, eai los escenarios de nues- 
tras cÍTidades. Desde el mteonoraMe es"treno de ' 
"]M'hijo el dotor" que señala el primer éxito reso- 
nante y consagrador hasta ahora, ninguno de nues-i 
tros comediógrafos hia demostrado aiptitudes úmi-l 
lares, guatos paroeidos, ni uaia orientación para- 
lela. No ha surgido un solo e^íritu fraterno al 
suyo, ipor lo cual .% destaca bien plenamente en 
nuestras letras con su luz inconfundible, como el 
diamante límpido de Sirio en el terciopelo pro- 
fundo de la noche. Su manera tan personal, su 
estupenda habilidad pajra emeadenar las escena"?, 
dentro del ritmo nonmal de la am<Sn, su ideal de^ 
nobilíííima superación que es como el perfume se-j 



OPINIONES LITERARIAS 141 

Icfto de su obra, bastan para farmarle un pedei?- 
[ tal indestructible sobre el que se asienta, vemc-edor 
'"'■'I tiempo y de la ind'iferenicia, y sobre el ({ue se 
one a noiestra agradecida admiración que ha 
ser eterna ipara ser justa. Caído inesperada- 
., alte, cuando su talento robusto dejaba entrever 
el oro claro de nuevas y ajbundanties coseclha>, ha 
dejado delftás de sí mérití)s bastanteis para ser cla- 
sificado entre lo más sobresaliente que han pro- 
' ducido en la América hispana las actividades del 
: inteleicito, todavía pospuestas emtre naiotros a ta- 
[ reas subalternas que sonríen a la vida con mayor 
1 amabilidad que los prodoietos de los dolorosos alum- 
niientos mentales. 

L'no de los signos» más evidentes de nuestro atra- 
i so se en-juentra en la tardía justicia que hacemos 
a los hombres que con tanta gallardía combaiten 
por nuestro bien desde las peligrosas atalaya^ del 
; arte y del pensamiento. Absorbidos* por otros pro- 
: blemas de menor cuantía pero que en nuestra idio- 
sineracia, — por un fenómeno de relación directa 
entre la calidad de la .produicción y la capacidad 
de comprensión, — adquieren una importancia 
mayor, olvidamos con frecuencia a los qoie noi? 
salvarán del olvido ante el porvenir, a los que 
íji'emibran en surcos feciundos la gloria que más* tar- 
de, generosamente, será para todos. Hay que reac- 
cionar de una vez, contra esa realidad que supone 
una falla vergonzosa y eonfíciente y' que origina, 
por lo general, un .fatalismo a la otomana que ha- 
ce que se acepten los hechos sin protestar con- 
tra ellos. Florencio Sánchez triunfó a medias, gra- 



142 ALBERTO LASPLACES 

cías a que el escenario es más atccesi'ble a las niu- 
oliediuinbres que el libro, pero su triunfo no adiqui- 
rió, en ninguna forma la debida amplitud. Si co- 
nceió la miseria antes de la consagración popular, 
misieTia basta cierto punto com|peai«adia por los ju- 
veniles arrestos que son por sí solos una opul< d- 
cia, después de su victoria en nuestros escenarios, 
no enoontió el consiguiente éxito económico que 
lo pusiera a salvo de las asperidades de la exis- 
tencia y que le permitiera dedicarse por completo 
a su arte. Hubo de ser pensionado por nuestro 
gobierno para trasladarse a Eurotpa — viejo y 
quierido en.'meño — y bubo de caer, lejos del ^- 
lar patrio, abatido por las heridas que en su orga- 
nismo abrieron las ingratitudes de nuestros pú- 
blicos. Su muerte al igual de la de Herrera y Reis- 
sig aislado en su torre de ensueño como un lepro- 
so, iserá siempre un índice acusador de nuestra in- 
di ferenicia y de nuestra torpeza, más aún cuando 
aoostumjbramoá a elevar ídolos fáciles sobre nues- 
tros entusiasmos del momento o hijos apresuradas 
de nuestra,^ pasiones que invierten amenudo el va- 
lor de las cosas y de los hombres. 

En su conjunto, la obra de Florencio Sánchez 
puede agruparse en dos etapas bien definidlas, si 
bien no totalmente distintas la una ¡de la otra pues 
tienen un sui^ancial parentesco. La primera, fór- 
manla sus obras en las cuales, apesar de existir la 
orientación ideológiica parece predominar la pin- 
tura directa de nuesitro ambiente rioplatense, ya 
la ciudad, ya el campo. Y la segiunda ef^tá forma- 
da por suis obras en las cuia-les aún sin mudar de 



OPINIONES LITERARIAS 143 

aiiiibiente, sobresale la tesis oomo nervio dinámico 
de la aeción, como germen vital y causal. En la 
primera etax)a, que es la primera también en fe- 
ciha de producción, la obra die Sántíliez es regional 
no sólo por los personajes^ que liaee intei^venir sino 
también por losi temas sociológicos que aborda. 
Pertenecen a ella entre otras, "M'ihijo el dotor", 
"Gente honesta'', "La gringa", "Barranca aba- 
jo", "Pin familia", "Los Muertos" y algunos pe- 
'¡ueños cuadros del arrabal portevio como "Mone- 
da falsa" y "La tigi^a" que son un modelo de so- 
briedad y exactitud. En esa serie de obras es quizá 
donde el autor se mueve eon maj''or libertad y don- 
de es más fre*o y espontáneo su talento. Asombra 
la realidad con que actúan sus fantoches humanos 
arrancados de la vida misma y presentados con 
una fidelidad admiral>le, jamá^ superada. Es un 
prodigio de objetivación esa parte considerable y 
valiosa de áu teatro que acusa en él cualidades ex- 
cepcionales de observador profundo y vidente. To- 
do un mundo se agita en sus dramas y comedias, 

— tan alejados de las .fantasimagoría.s románti'cas, 

— un mundo eon el cual nos codeamos ya en la 
urbe apretada y' envsordecedora, ya en la campiña 
síemisalvaje y tranquila. Nos extrañamos muchas 
veces de la veracidad de sus tipos, presentadoi"? tal 
cual son sin un solo detalle falso ni desproañsto 
de im-portancia, tan idénticos a como los vemos 
todos los' dáa,s que no concebimos como han podido 
ser llevados a la escena, quimérico país del arti- 
ficio. Alguien ha pretendido reprochar eso a Sán- 
chez, como un baldón de su obra, cuando es ese, 



144 ALBERTO KciSPLACKS 

precisamente, uno de sus más grandes méritos. La 
realidad es s'iempre más rica, más abundante, más 
enérgica que la fícción; hay que saberla ver para 
extraer de ella lo bueno, abandonando lo demás. 
Sólo el ciego busca en paraísos imaginarios moti- 
vos y personajes que más perfectos y más bellos 
de lo que puedo conicebirlos se encuentran al sim- 
ple alcianee de la mano. 

La -segunda etapa hacia la cual evolucionó San- 5 
chez insensible y ascendentemente, está bien clara 
en su última obra "Los derechos de la salud" en 
c|ue aparece en una nueva y victoriosa faz dte su 
dóctil espíritu, abordando con valentía el difícil 
drama áe tesis, moderno en la técnica y' univers'al 
en ia, proyección de las ideas sustentadas. Culmi- 
na su labor en "Nuestros hijos" y en "Las dere- 
chos de la salud" que levantaron tempestades de 
comentarios, deprimentes unos elogiosas los más. 
En ese género dramático que llamaremos de com- 
bate, se ponen de manifiesto las irresistibles ten- 
dencias de Florencio Sánchez hacia las solucionas 
progresivas y avanzadas, y se no^ pres^enta como 
un generoso cruzado de las buenas doctrinas có- 
mo céluia enciente y viril, ansioso de desfacer en- 
tuertoá y de resolver inquietantes y dblorosas in- 
cógnitas morales. Ningún arma más gallarda ui 
más fuerte que su teatro para hacer triunfar los i 
ensueños revolucionarios del que fué agitador de 
multitudes obreras y periodista defenisor de los - 
desamparados de la suerta. Arma formidable que 
manejó con sapiente maestría y que vino a inmo- 



OPINIONES LITLR ARIAS 145 

vilizar para siempre el beso helado y osicuro de la 
amorte . 

Tanto en la obra costumbrista como en la ten- 
denciosa, el genio de Florenjcio Sánchez se desen- 
volvió con vsoberana altura, alcanzando cuinibr^ 
por nadie holladas ni antos ni después de él en 
Liiestro teatro. "M'hijo el dotor" fué una inicia- 
ión luminosa que ooncil'uyó con los Moreira, Cue- 
llo, Soldado, etc., que hacían la delicia de las mu- 
Aedumbres amontonadas en las gradas desiguales 
do los circos» suburbanos. Su iprimera obra fué esia: 
3niiol>]eeer el drama nacional, depurarlo, elevarlo, 
laeerlo digno de codearle oon cualquiera otra dra- 
matutrgía. Tal prcipósito fué alcanziado desde el 
:)riiner intento con un ímpetu tan juvenil y ven- 
cedor que su éxito en ese sentido al desterrar de 
a ¡primiera lanzada los dramoneá malevo-polieialies, 
medie eomparai*se al que obtuvo Cervantes con su 
nm.ortal Quijote sotbre las fábulas de caballerías». 
']M'hijo el dotor", — decía el mismo Sán-chez en 
ma conferencia pronunciada en el Ateneo de ]Mon- 
evideo, — reflejando costumbres \'iividas, produjo 
ina revolución. Su éxito estrepitoso se debe a la 
'erdad y' a la sinceridad con que fué escrita la 
)bra. El público lo 'Comprendió así y comipensó mi 
abor con las o^'aciones más grandes que haya re- 
ibido en mi carrera artística. Inolvidables ovacio- 
les, que marcaron el rumbo definitivo de mis as- 
tiraciones, encarrilaron mis actividadies intelectua- 
2s malgastadas hasta entonces en tanteos estériles 
¡n el periodismo y me proporcionaron pan para 
limentarmo, estímulo para luchar y hasta, ¿por 

. OP. LIT — lO 



1 .] () ALBERTO LASPLACES 

qué no confesarlo? hasta una «omipañera quie ale- 
gra mi vida y comparte mis insomnios." 

De aquel éxito resonante que según la pintores- 
ca palabra de Florencio, produjo "una revolu- 
ción", parte no sólo la ¡fama deil gran dramaturgo 
srino también el teatro moderno ríoplaten.se. Antes 
dé él sólo se habían producido simples balbuceos, 
oibras que no resisten a una crítica severa que exi-j 
ja arte o pida definición de caract«rer?, exacto co-^ 
lor local, preocupaciones sociológi'cas o tramas sen-^ 
ti/mentales. Algunos héreos falsos, 3'a bravucones 
de puííial, v'a gauchos perseg?uidos por la autori- 
dad implacable, ya almibarados trovadores de g\ú- 
tarra encintada, — que hacen suspirar a las mo- 
zas con sus quejumbrosas endecha^!, — malevos 
^foreira^ o malas eopias de Martín Fierro y San- 
tos Vega, — encantaban a públicos poco exigen tea 
que no pedían más porque no suponían que se pu- 
diera arranear otra cosa del venero regional. Ijos 
públicos cultos de las igrandes ciudades se confor- 
maban con el teatro extranjero, con las exquisite- 
ces y las oomplieaciones del alto drama y la co-; 
media fina que importaban buenas compañías tam- 
bién extranjeras. Fué necesiaria la noche glorioísa 
y resonante de "M'hijo el dotor" para que, dtí 
golpe, se abriera ante los ojos maravillados de au- 
tores^ actores y público, el e^ectáculo deslumbra- 
dor de un verdadero país nuevo, casi iins)Jspechado 
hasta entonces. ¡Ah, sí! Estribamos rodeados dé 
tipos iriteresante&', perfectamente aptos al teatro; 
había a nuestro alrededor, caracteres, pasiones, 
problemas colectivos, personajes originales. Falta- 



OPINIONES LITERARIAS 147 

1 

'p& sólo la mente observadora y' la mano hábil ipara 
^jj-anííportalos a la escena infundiéndoles vida. El 
CJolón de esa tierra virgen de fecundidad infinita 
fué Florencio Sánchez y "M'hijo el dotor" el pri- 
ner islote surgido de entre los misterios de la bru- 
íBa marina. Doipaiés de él, como detrás del glorio- 
so genovés, surgió una verdadera pléyade de auto- 
res que han abordado todos los géneros. Cabe afir- 
ínar, sin embargo, q-ue en ningnno de ellos ha res- 
Dlandeeido el genio y las dotes de dramaturgo que 
labía en Florencio Sánchez. Su obra copiosa y 
')ptima lo iiiípone no sólo como el primero en el or- 
len cronológico sino tamibién como el primero en 
)rden de riiérit-os. Hasta ahora no ha surgido nada 
roe pueda hacerle &«om;bra. Permanece siendo, ade- 
ri.H de fundador, único. 

Fué inmenso lo que realizó Sánchez con su tea- 
ro en pro de nuee^tra cuUura tímida y naciente. 
Sobre S'U ensayo feliz y' duradero ha de edificarse 
luestra escena futura pa^í- la cual será un guía 
irme y niotivo inagotable de rica inspiración. Si 
dguna vez descendió a los bajos fondos sociales?, 
'omo en "La Tigra", "Moneda Falsa" y "Los 
iluertos", fué siempre en misión científica, como 
igienista o sociólogo, como el Zola de "El Vientre 
le París" o el Ibsen de "Los Esipectros". Jamás 
iianciliió SRi obra con fealdades inútiles, con defor- 
nidiades sin justificación. Gustó sí, como artista 
' ob>ervador, llevar a las tíihlas a algunos' derro- 
ados de la vida, a seres s.¡n perfil y sin voluntad, 
i degenerado:? por la acción de la propia culpa o 
)or sugestiones del ambieíjce. Pero jamás hizo con- 



148 ALBERTO IjASPLACES 

cesiones a lo soez, a lo repugnante, a lo grosterc 
como afirman algTinos críticos de la talla de Roxlo, 
Su obra está prestigiada por un sano realismo que, 
como es natural^ no puede ajgradar a los que nc 
encuentran belleza en la vida tal cual efí e intentar 
hacer segriir al arte errados laberintos en los qu( 
prima la artifieiosñJad y lo retorcido: arte pálidc 
y sin sangre como pobre planta de invernadero 
Los dramas de Sánohez. humanos y lógicos, sobrioí 
y fuertes, fiel reflejo de la existencia de nuestrí 
gente de campo o prodigiosos en la pintura de 
tipo de la escoria de las ciudades, vinieron a dai 
una pauta definitiva, a s'olidificar la materia dis 
persa, a infundir vida a todo un m.undo no sospeí 
ohado hasta aquel momento y que escapaba a lí 
ponetración de los que se dedicaban a escribir parj 
el teatro. Por eso, no le vendlría mal el epitafio qn( 
en la tumba de Tespis, uno de los fundadores de 
teatro griego, escribió Diosccrides: "Aquí dasteans< 
yo, Tesipis. i\ntes que todos imaginé el canto trá 
gieo, cuando Baco guiaba aiin el carro de las Ven 
dÍTüias y cuando aún se ofrecía como premio ui 
lascivo macho cabrío con una cesta de higO)'? áticos 
Nu)ei\''Os poetas han cambiado la forma del vcrs) 
primitivo, andando el tiempo otros vendrán a ertí 
bellecerla con ritmos nuevos. Pero el honor de 1 
invención me pertemoee". J 

Noviembre de 1916. 



Vaz Forreira, coiiíerencisla 



El público de Vaz Ferreira solicita para el maes- 
tro un salón mayor al que se le ha destinado a su 
cátedra. ¡Loado sea Dios, que siquiera crece el nú- 
mero de sus oy'enteá!... Después de inteiTujnpir 
dos meses su curso de conferencias para poner en 
condiciones de ser impresas las anteriores, ha vuel- 
to a í-ii puesto, como um toldado al combate. Co- 
mentó ya dos libros, uno de Unamuno, — ese vasco 
agresivo e indi\áduali&ta, — y el otro de Ramón y 
Cajal, — el paciento investigador envejecido sobre 
el microscopio. La juventud aún cuaudo no en la 
cantidad que debía, llena los escaños y oye en si- 
lencio religioso la palabra del filósíofo. Es un am- 
biente cordial y tibio en que la simpatía es,piritual 
acerca el profesor a los discípulos! Se establece 
un lazo vibrante entre uno y otros, y ausentes la 
rigidez y la aparatosidad, todo transcurre, en una 
forma amable, en una inalterable armonía. Vaz 
Ferreira no posee eso que llamamos oratoria y que 
no es £íino vaciedad relumbrante, palabrerío vano 
y ensordecedor, despreciable retórica. No. Su pa- 
la'nra as sencilla, su frase clara y justa, sin orope- 



ALBLRTO LASPI.ACES 

les ni meditadas insmiraentacáones. Su ademán 
es lento y suave; su voz aterciopelada y síin un 
teatral registro de tonos. Su rostro, en el que ar- 
den dos grandes ojos negros y húmedos, vsáempre 
asombrados y sus manofj finas y pálidas en perpe- 
tua inquietud, son sus armafí más eficaces, sus más 
poderosos medios de sugerir y de atraer, de con- 
vencer y de arra&'trar. Su elocuencia es más quizá 
de mímica que de palabra, de gestos que de soni- 
dos. La palidez de su faz, delicada y transparente, 
como que es hija de la reclusión con los libros y 
del perenne meditar, se ilumina así como pronun- 
cia las primeras frases. Retrátanse en su rostro 
sus pensamientos y' los acompaña, ya expresa/ndo 
entusiasmo, ya severidad, ya admiración, ya cen- 
sura. Pero todo esto sin llegar a ninguna exage- 
ración, san ceder a ninguna artificiosidad. Se ve 
perfectamente la ¡pura llama interior que anima 
y dá fe y esperanza a éste místico de nuevo cuño 
que ha hecho de la enseñanza su caballería andan- 
te y no cesa en su noble tarea de barrer el camino 
del pensamiento de mala^ zarzas que han crecido 
allí hasta adquirir la proporción <!« desmesurados 
■gigantes prestos a porfiadas resistencias. 

Pocas vidas más gloriasamente fecundas que la 
de Vaz Ferreira. Hace ya muchori años que su 
actividad asombrosa dá frutos magníficos, genero- 
samente ofrecidos. Tan modelo como sabio, gusta 
vivir en el silencio, rehuye la glorióla tra,s la cual 
vemos correr alucinados a los papanatas, y en una 
especie de indiferencia ¡por el elogio y la aproba- 
ción agena, ¡si'gaie como un sonámbulo, amonotonan- 



OPINIONES LITERARIAS l5l 

' SU dorada cosecha, el rico grano de sus campos 
: rrinics) y dadivosos. íi^ta fiebre de producción, 
lio apresurada y superficial sinio constante y pro- 
l'uiiid'a, propia de su talento ecléctico y de su in- 
quietud sagrada, da a mi obra proporciones en- 
lopédieas dentro del «aaiipo del pensamiento y 
( :;¡';icteriza su optimisJta batallar, su firmeza de ilu- 
minado, en un ambiente refractario, ipoco propen- 
so a la consideración y al e&Í:udio de los más gra- 
ves y oscuros probleanas de la vida. Tanto en la 
dirección de la enseñanza, como en el profesorado 
d(^ Filosofía, como en la cátedra de coniferenieias, 
V;i;^ Ferreira ha trabajado sin un desmayo ni una 
;;!:dicaeión y no solo ha trasmitido a sus disícípu- 
Iik; en síiitesis brillantes y oportuaias, las solucio- 
nes dadas a la gran incógnita irresoluble desde Pi- 
t ligo ras a Bergson, sino cjue perseverant emente, 
con el gesto suave y la palabra inspirada ha bus- 
cado el en or con sutil penetración y ha saludado 
a la verdad inmortal, allí donde la ha encontrado, 
con el caballere.^co galardón de su pleitesía. Gran 
parte de su obra eT de depuración, de esclareci- 
miento; oscura tarea de separar del carbón el dia- 
mante, de la cizaña el trigo; tarea útilísima pero 
sin gloria a la que mue!ho« homibres de ingenio no 
se resignan por eso mismo, ávidos antetodo de éxi- 
tos resonantes y eonsagradoreñ. 

Pronto se publicarán las conferencias pronun- 
eiadas pof Yaz Ferreira. Obra magnífica, sólida 
y armoniosa como una pirámide. Hasta ahora gus- 
' tó solamente el placer de oirías, un grapo de fie- 
les discípulos, insignificante en número si consi- 



153 ALBERTO LASPLACES 

deramos los que pudieron haber sido. ]\Iientras uu 
partido de fooball remie treinta mil apasionados, 
Vaz Ferreira, cuando más, ha enseñado a dos^aien- 
tas sibaritas. No hagamos cargos inútiildS: compa- 
dezcamos. Publicadas sus conferencias podrán ser 
gustadas por lo^ mismos que las oyeron y por mu- 
eihos otros a los cuales no ha sido positole acudir a 
escucharlas Además se podrán destinar a la me- 
ditación, que siempre no haga peligrar a la vida 
con su opio eiien^ador, es ;^aludable y aguda, y' des- 
í>ubre aíite nuestras ansias milagrosos panoramas, 
y no5 turba cojí hallazgos inesiperados, con Cipan- 
gos opuleii-tos, en ruta hacia los cuales' se "regar- 
dait monter dans uní ciel ignoré, du f ond de 1 'ooean 
des etoiles nouvelles" como dice Heredia en su so- 
neto inmortal. 

Cuando se creó la cátedra de conferencias para 
Vaz Ferreira, tuve el honor de escribir los siguien- 
tes párrafos: "Vaz Ferreira tendrá slu cátedra de 
conferencias. Más (.me él, debemos felicitarnos nos-' 
otros mismos. De su palabra suave y serena ¡comul- 
garemos el J2an de la sabiduría bajo el ala flotante 
y protectora del Siento Espíritu. De^e su nueva 
silla proseguirá este maravilloso y porfiado maon- 
tro de cultura, sn camjpaña en pro del mejoramien- 
to intelectual del país, al cual ha obsequiado tan- 
tas veces con las magníficos y pulidos diamantes 
de suá libros. Aunque algo tarde, se le ha hecho 
justicia. Esta cátedra libre, sin programas y' sin 
imiposicioncs inflexibles, es oportuna a su idiosin- 
•cracia. Los programas que ^suelen ser provecho^s 
para la mayoría de las inteligencias, son siempre 



OPINIONES LITERARIAS 153 

contraproducentes para los espíritus superiores. 
Estos s^ encuentran más allá ele lajs limitaciones 

treelias y necesitan expandirse a su gnisto, ipues, 
se ahoí^an en los ambientas icomunes en donde se 
mueven lo." más 

E^to no quiere decir que esas inteligencias i)ri- 
vilogiada^s sean desordena/das • al contrario. El ge- 
nio, al sentir de Saint Beuve. es la suprema armo- 
nía. Pero su programa se veda a nuestros ojos 
heelios a la tranquilidad de los caminos abiertos y 
confiados*, conforme no comprende la moralidad 
de los amorales el que necesita para su direcdón 
del catálogo indiscutible de las tablas de la ley. 
Vaz Ferreira dará, pues, sus leoeiones a su plajcer. 
Con libertad galopará a sus anohas por las amplios* 
eaimpos de la Filosofía. Y así, su obra será lo que 
debe ser: bien a su imagen y semejanza. Expondrá 
como él sólo sabe hacerlo el pensamiento de los 
hombres ilustres y nos dará de ellos lo que la alie ja 
de la flor: la miel. Con sai suavidad habitual, con 
.sus anchos ojos fijos en la alto, con su palabra m^u- 
sical y' acariciadora, derribará errores, combatirá 
prejuicios, desmenuzará falsas creencias. Conoce- 
dor profundo de la filosofía contemiporánea, en 
cris'is después de la desaparicicSn de racionalistas 
y agnóstieoi?, nos participará de la divina inquie- 
tud de su pensamiento, comeailtando las nuevas 
orientaciones en donde James, Bergpon y Wund, 
se disputan el verde laurel apetecido. 

La misión del sabio no es saber, sino enseñar, 
trasmitir su luz a las enigmáticas tinieblas que lo 
circundan. Los tesoros en sí, nada valen, nada re- 



1 



154 ALBERTO LASPLACES 



jiresentcn. Hay que 'buscar el valor de las cosas en 
SU;; prolongaciones Enriquecerse es' prodigarse; 
crear es repartirse; vivir es extenderse. Por eso es 
que la inteligencia tiene la facultad die disgregarse 
sin empequeñecerse de brillan' sin consumirse. Una 
gran energía imperecedera, vela por su eternidad 
desde el fondo brumoso de los siglos. 

Vayamos, pue.3, a oir al maestro, hoy más ágil 
que nunca para sus asoeniciones milagrosas. Re&'a- 
citemos con nuestro respeto y' nuestra admiración, 
ya qu« él d-esde su puesto lo hará tan dignamente, 
las lecciones de la Hélade, cuando de los labios» se- 
mid'ivinosl brotaban las frases inmortales bajo la ca- 
ricia de uu cielo taai puro como el mármol sobre el 
er.al palpitaba la dorada «onrisa de los dáoses". 

Esto escribí hace unoa años y no debo ahora re- 
tirar ni una coma. Desde su dátedra, Vaz Perreira 
respondió en un todo a ese perfil trazado con tanto 
cariño eomo respeto. Fué más allá todavía de la 
previsión hecha y dio a sus lecciones una variedad 
de motivos que como una campana al vuelo pro- 
clama la universalidad de sus conocimientos» y la 
duictilidad milag-rosa de su esipírtitu. Pedagogía, 
crítica í'ocial, filosofía, todo ha abordado, suave- 
mente siempre, con su ademán rítmico, sus gran- 
des ojos húmedos y sm voz aterciopelada. Más que 
las ideas y los sistemas han sido los hombres el 
tema favorito de sus disertaciones, apartándo&ie 
así. eon firme brújula, de los dominios de lo dcína- 
siado general, de lo simiplemente metafísieo, para 
entrar sin temores en el labcinto mismo de la vi- 
da Naturalmente, los hombres que le interesan y 



OPINIONES LITERARIAS 155 

lo a/paííionan son aquellos que pueden ofrecer a su 
curiosidad de investigador, vastos y seductoras es- 
pectáculos. Son los que Emerson llamaba "liom- 
bre,s representativos", altas y solitarias cumbres' 
de la humanidad: Rodó el moralista espiritualis- 
ta, campeen de los valores intelectuales; Reyles, 
intrépido nietzsohiano, fuerte y' sobrio estilisíta ; Ba- 
rrett, analítico formidable, severo y penetrante ob- 
servador de la marea humana ; Walt Wliitmau, pas- 
tor bíblico que apajcienta densos rebaños de estro- 
fas agitadas por bárbaros ritmos; Fabre, poeta de 
los insectos, testigo entusiasta de la vida fabulosa 
de los pequeños y brillantes seres; Henry Georgc, 
profeta de San Francisco, apóstol de los Single- 
Tax, que cada día crece un palmo ante el con- 
cepto universal. En esta compañía, elegida por él 
mismo, Vaz Ferrej^a se encuentra a su gusto y 
exprime de ella sabrosos frutos. Habla y se le con- 
ista. Al pasar por su cerebro, esos hombres ad- 
quieren uu encanto nuevo, ofrecen vértices inespe- 
rados, tonos diversos, como un blanco rayo de sol 
que atraviesa un cristal prismático. Eá que, sin 
llegar a la exageraciones de Carlyle j' de Emerson, 
no hay espectáculo miás sugestionador que un gran- 
de hombre en el cual florece un rosal divino que 
da primaveras resiplandecientes. La coanprensión, 
hondísima y exacta de Vaz Ferreira hace que tal 
compañía no turbe ni imponga demasiado, huma- 
nizándola, por decirlo a^, hasta el punto de que 
nuestra admiración se matiza con un cálido tono de 
amior cordial. Al mismo tiempo, el genio desciende, 
sin empeciTieñccerse, hasta nuestro corazón y no^- 



156 ALBERTO LASPLACES 

otros asoendemos hasta sil plano sin sentir el mano- 
tazo del vértigo que nubla las ipuipilas y paraliza los 
músculos. Nos sentamos menos pequeños en la palpi- 
tación universal, de la que formamos una parte liu- 
milide y viajera. Y nos parece que ese grano de 
inmortalidad que reverdecemos, no-i inmortaliza 
también a nosotros mismos y nos* impide morir 
sin dejar en el tiomipo una huella perdurable. 

Vaz Ferreira no es un fundador de sistemas. 
I Qué es un sistema en filo3ofía ? ¿ Será acaso una 
interpretación de los' hechos, distinta sustancial- 
men^e de las demás? ¡Ay, no! Todo-; los esfuerzos 
realizados para horadar la gran incógnita han sido, 
llanta ahora, estériles, y el misterio aparece siem- 
pre inaccesible e inviolahle. Los sistemas no con- 
sisten sino en tácticas para vencer esa soanbra, pa- 
ra derribar esa muralla. Por eso a veces nos hace- 
mos la ilusión de que palpita en nuestras^ manos 
un arma capaz de darnos la victoria. ¡ Inocente en- 
gaño! ¿Estamos mucho más allá de Platón, &\ me- 
nos sistemático de los pensadores, en cuestión de 
sistemas? Sonriamos. He ahí a Bergson, que nos 
asegura que perdemos lamentablemente el tiempo 
sistematizando, es decir, aplicando a los o.scuros 
problemas filosóficos, que se refieren exclwdvamen- 
te a nuestra vida p^quica, el mismo método que 
empleamos para medir y pesar la materia inerte 
y' sin voluntad. Bergson, trae en su bagaje, la no- 
vedad de que en la filosofía no hay nada preveni- 
ble, provocable, ni totalmente comprensiible. Si 
es así, — y así es, — ¿para qué ismos e istas? La 



OPINIONES LITiR^UlIAS 1 57 

intuición, como una mirada profunda y mila^o&'a 
es la única apta para penetrar en el huerto cerra- 
do ante el cual la inteligencia se detiene impotente 
y ciega. La filosofía deja de ser materia de labora- 
torio o biblioteca, ipara convertirse en movimiento, 
variedad, sugestión, amor. El sistema es rígido y 
dogmático. La ley científica no admite sino una 
interpretación. Todos los sistemas han caído. Fun- 
dar uno nuevo s'ería levantar otro edificio destina- 
do a un fracaso irremediable pues la vida, que es 
tan burlonamente dúctil e imprevista, no permiti- 
rá jamás que la encarrilen en una serie de fórmu- 
las irresponsables e inflexibles. Sería repetir un 
error de siglos que ha hecho que la humanidad ha- 
ya dado cien vueltas en redor del mismo punto, 
sugestionándose a sí misma en la manía de catalo- 
gar, nuanerar, dar nombres distintos al mismo fe- 
nómeno, como si en la etiqueta estuviera el valor 
real del líquido que guarda el vaso . 

Esto no 'Supone que Vaz Ferreira no tenga en 
su haber, dentro del 'camipo de la Filos'ofía, hon- 
rosos hallazgos. Los tiene, — y le han dado muy 
justo renombre, — sobre todo en Lóg-ica, en donde 
ha aplicado su cristalina honraidez de dialéctico 
que quiere evitar inútiles y sofísticas diseunioaies, 
} en Moral, en donde resplandece su tolerante cri- 
terio para juzgar las acciones humanas y su ideal 
de ¡perfección, no muy lejano del de Guy'au. Pero 
no significan una nueva interpretación del enigma 
fundamental. También en Pedagogía, en Psicolo- 
gía Pedagógica, en Estética y hasta en Economía 
Política ha desarrollado ideas, marcadas por un 



158 ALBERTO LASPLAGES 

robusto sello personal, ideas que por su originali- 
dad como por siu mérito harán «amino en el mun- 
do del pensamiento y de las soluiciones sociales. 
Pero insisto en creer que no sólo lo más extenso, 
sino lo más valioso de la oflbra de Vaz Ferreira está 
en suá comentarios a los hom'bres y a los sistemas. 
En la parte más viva, más humana, más fecuinida 
de su formidable labor y hasta estoy por afinnar 
que es la que más le agrada. Nunca le agradecere- 
mos lo suficiente el que no se hay'a dejado arras- 
trar por una tendencia mxiy natural en un hombre 
de excepcional talento, como es la de fundar un 
Eíjítema, "su" sistema y que podríamos expresar 
por "tendencia u la originalidad". Una originali- 
dad afortunada destaca e impone a los públicos 
una fama, y la unilateralidad de los esfuerzos al- 
rededor de nn punto básico y central es lo más a 
propó;iito para conquistarla. Hay quien conociendo 
la inieeánica de la celebridad, — llamémosla aní, — 
.'•-e pasa la vida buscando nna Polución indepen- 
dionte, nn desicu'brimiento, para lanzarlo al mer- 
cado de la opinión como el especulador lanza un 
artículo sin competencia. Lo 'cierto es que los hom- 
bres verdaderamente originales se preocupan muy 
poco de encontrar su originalidad y' que muchos 
mueren sin toner ¡plena conciencia de ella. ¿La 
conocieron Shakespeare, ^Moliere, Cervantes, Colón, 
Newton, Theoteeopopuli ? ¿No obraron acasto más 
bien como paseídos, como magnetizados, dóciles a 
fuerzas de las que no tenían el contralor? Vaz Fe- 
rreira no se ha dejado arrastrar por las fáciles su- 
gestiones del éxito reinante y ha preferido ser lo 



OPINIONES LITERARIAS 159 

que es : un com'prcrtóivo maravillado y entiusiasta : 
un Ciuria-so incansable y un maestro persuasivo y 
contagioso, tolerante e infinitamente bueno. Su 
esípíritu no está en<íerrado en inflexibles dogiuia- 
tismos, ni se ha dejad'o poseer i)or ninguna ten- 
dencia definida. Es a^í, vasto y ecléctico y puede 
mov^erse con entera libertad entre las innumera- 
l)les fóraiulas fijas de que está lleno el dominio 
de la filosofía. No es un simple espectador, como 
Addissün, ni un analítico como Amiel. Es un es- 
tudioso y. has'ta <?.ierto punto, un protagonista. 
Pero no se ha dejado í^eduicir por ningún canto 
de sirena y puede por lo tanto iniciar la gracia 
ligera del vuelo sin que su túnica quede prendida 
a ningún rosal. 

Vaz Ferreira ha inaugurado en nuestra univer- 
sidad la primera cátedra de Conferencias. Nunca 
obrero mejor dotado para tan delicada misión. Ya 
no se trata de enseñar de acuerdo con cierto nú- 
li.ero de preguntas, de entrenar a los discípulos' en 
cierto número de re^pueístas. Es algo infinitamen- 
te más elevado y trascendental. El mismo profe- 
sor se señala la ruta y no obedece sino a su pro- 
pio albedrío, no se inclina más que a suá libres 
preferencias. El discípulo no acude imputado por 
el fantasma amenazador del examen, ansioso de 
aprender tan rápidamente, como olvidará más tar- 
de. No. Suprimido el cákulo utilitario queda el 
ansia noWe y limpia de perfeccionarse, de amipliar 
los horizontes de la vida por medio de la contem- 
plación y del contacto con los espe^ctácnlos supe- 
riores}. El profesor sabe qiie lo oyen con interés; 



160 ALBERTO LASPIiACES 

el discípulo que le hablan con sinceridad. ¿Dónde 
encontrar nada más perfecto, más cercano al ideal 
•pedagógico? La palabra así pronunciada y' así es- 
cuchada, sin violencias, no estará condenada a un 
pronto olvido y fru.-tificará opulentamente en la in- 
timidad de las almas. No se habrá perdido, como 
la hoja del viento, sin dejar un sunco perdurable. 
Plasmará en aeción deápués, cuando llegue la hora 
iueluidible de las afirmaciones supreiuas; cuando la 
vida exija unidades y no ceros más o menos bri- 
ilaintes cuya misión parece no ser otra oue la de 
obstaculizar el progreso. Y habrá rendido, en ma- 
ravillosa multiplicidad, un ciento por uno, como 
al cálculo feliz del más avaro y siniestro de l'is 
ITarpagones , 

Vaz Ferreira, serenamente; prosigue su labor sin 
hacer caso ni al elogio ni a la censura. Todavía 
no se ha comprendido bien lo fomiidable de su 
esfuerzo, la inmensidad de su obra. No es nuestro 
temperamento propicio al es^tudio, ni nos preocu- 
pan mayormente los problemas fundamentales del 
Ser, del Principio, del Destino, de la Verdad. So- 
ino5 una raza de nerviosos y de improvisadores, 
capaces de impulsos brillantes pero ineptos a es- 
fuerzos prolonigadosí y' enjundiosios. Libraimos la 
mayor parte de nuestros actos al azar y nos sacri- 
ficamos, sonrientes, en aras de cualquier ídolo, lo 
Pxierezea o no. Non gusta ensordecernos, combatir 
por las menores nimiedades, hacer de la vida no 
una emulación elevada y fecunda sino una batalla 
sin tregua y estéril, desprcA^sta de finalidad y de 
encanto. Todos los días derrochamos en cosas sin 



OPINIONES LITERARIAS 161 

importancia tesoros de energía que convertirían 
en nababo a administradores nuás escruipulosos, a 
más sapientes ipilotos. En medio die nuestras mi- 
serias, de nuestra Inilla «ontiniia y agria, Vaz Fe- 
rreira encuentra el reiposo necesario para pensar, 
la isla encantada y' tranquila en medio del lago 
inmóvil. Allí gusta vivir sus mejoren horas en ín- 
timo contacto con los grandes espíritus, arropa- 
do en una atmósfera cordial poblada d<e pálidofs y 
expresivos fantasmas. Y después, ama trasmitir a 
s/us jóvenes discíipulos, — tierra fresca y promiso- 
ra, — el fruto selecto de r,us meditaciones ; dar todo 
su bien después de hacer pasar por sius retortas se- 
veras y depuradoras de alquimista, el metal que 
resplandecía, quizá con legítinno;^ reflejos quizá por 
la magia de ligas engañasas y superficiales. 

Es nuestro primer deber prestigiar el aula au- 
gusta, tan propicia a la juventud que ansia uina 
acertada y armoniosa direcición áe la vida. Ju- 
ventud es acción, es generosidaid y em'briaguez. 
Vaz Ferreira tuvo la snificiente ductilidad mental 
para ^er un maestro de jóvenes, es dteeir, para com- 
prender que no todo lo que diga sabrán retener 
las vidas inquietas -qne lo oy'en como inmoviliza- 
das por una precoz maduree. Ser maestro de la 
juventud será siempre su título más legítimo y so- 
aoro, el premio más d*ulce a su empecinado bata- 
llar. La juventud, arrastrada por la fuerza de su 
vida no escuchará quizá con la eficiente ajtención 
5fu palabra jugosa desprovista de vanas artificio- 
sidades. Vaz Perreira es maestro en sencillez y en 

OP. MT. — 11 



162 ALBERTO LASPLACES 

profuoididad. Nada trivial se encontrará en su 
obra ya imiponente, ningún tema de secundo oi-- 
den, ninguna mirada a lo insignificante por mucho 
que constituya lo insíignificante la mayor parte de 
las preocupaciones de los hombres. En ese plano 
se mantiene, inaocesible a los subalternos vaivenes 
de la existencia, dueño de sí mismo, único piloto 
de su nave interior. La época y el amibiente in?flu- 
y'en en él, s'in lo cual su obra sería excéntrica y 
estéril, pero él mismo elige las flores que ha de 
cortar y se marca la ruta a través de la inmensi- 
dad interrogante del océano. Ha conservado su in- 
dependencia en »na íorma realmente milagrosa, : 
sustrayéndose a los fáciles íapasionajmientío^ del ' 
pro y del contra, sin caer, en ningún caso en afir- ' 
majciones o negaciones absolutas. Esa posición es, ' 
a mi ver, lo único que ihay que reprocharle. Vaz 
Ferreira duda amenudo, se le ve detener^, anali- 
zar demasiado. Su íana/tismo por la vierd'ad lo haice 
a veces hundirs<e en abismos de los "que no se puede '^ 
salir. I.a vida exige amenudo afirmaciones o negacio- 
nes a;bsolutas para ipoder ser vida. En ciertos mo- 
m'entos es contraproduicente el ra^zonamiento. El 
mundo maroha por obra de las afirmiaeiones absolu- ' 
tas, aunique sean falsas. La posición de la duda fren- '. 
te a muchos problemas no resueltos y hasta irreso- 
lubles puede interpretarse como lo más propio y 
íiabio para el filósofo, indeciso ante los atoismos car- 
gados de misterio que explora con manos temblo- 
rosas y medios limitados e insufiícientes. Pero, es 
preferible no hundirse tanto en la sombra y volver 
algunas veces los ojos hacía atrás, donde quedan 



OPINIONES lilTERARUS 163 

los liombres, sin los cuales no tendría razón de ser 
la busca difícil de las grandes respuestas, ni sen- 
tido alguno la vida misma. 



Junio de 1918. 



Javier de Viaiía 



Javier de Viania, es un escritor único en nues- 
tra literatura contemporánea, al cual se le bu'sca- 
rán inútilüíente émulos e imitadores. Poseedor de 
una vasta y sólida cultura artística y científica, en 
vez de dejarse arrastrar como la mayoría de nues- 
tros escritores por los temas subjetivos, ha prefe- 
rido ser el poeta en prosa de su tierra, no al estilo 
romántico, como Aeevedo Díaz, sino con una mar- 
cada y robusta tendencia realista. La pompa de 
la literatura de decadencia, el bizantinisrao de la 
prosa pulida y centellanite, la raisterio'ia seraioscu- 
riidad de los laberintos psicológicos no lo han atraí- 
do en manera alguna. Si debo, ipara definirl o me- 
jor, encasillarlo en un método literario, cabe muy' 
bien dentro del programa de la escuela naturalista, 
por la sobria y exacta objetividad de su procedi- 
miento, no olvidando, además, como siiempre que 
se trata de un escritor de personalidad propia, lo 
que a su obra ha aportado su temiperamento y sus 
finas dotes de observación La ciudad, en la cual 
ha vivido la mayor parte de srtí vida, no lo ha se- 
ducido con su peligroso canto de sirena. Su alma 
siempre sueña con las plácidas campiñas nativas 
en las que localiza su^s fábulas, y sus personajes, 



OPINIONES LITERARIAS 165 

huonildft? y sencillos como retoños silvestres, no 
presentan ni cojnplicadas psáeologías ni sorpren- 
den con inesperados cataolismos. Por eso se puede 
muy bien hacer un juicio sobre la totalidad de su 
labor hasta el momento, pues su unidad estructu- 
ral ipermite abarcarla de una sola mirada de con- 
junto, presentando en todas partes, con pequeñas 
diferencias, las mismas virtudes y' los mismos de- 
fectos. Ventaja o desventaja, ha permanecido idén- 
tico a través de los años, y sus producciones lite- 
rarias tienen hoy parecido sabor a las primeras 
que produjo su pluma. Solo, o casi solo, en la ta- 
rea de pintar las escenas de nuesftro campo, ha 
encontrado en él una riquísima veta inagotable que 
traibaja con no disminuido entusiasmo y con ex- 
celente éxito. Su obra, ya Vi^sta, está compren- 
dida en una novela: "Gaucha" y varios libros de 
cuentos: "Gurí", "Campo", " Macachines ", "Le- 
ña Seca" y "Yuy'oG". Se anuncian, además, dos 
'o tres libros más de cuentos, con el material que 
ha dispersado en estos últimos años en las revistas 
rioplatenses. También ha tentado el teatro, sin 
maj'-or suceso. 

Nuestra embrionaria literatura regional no ha 
atraído gran número de cultivadores. El gaucho 
y su existencia, han parecido dos motivos demasia- 
do simples y monótonos para desípertar el interés 
de nuestros escritores, más dóciles a otra^i sugestio- 
nes. Por eso, se ha desdeñado esa personalidad, 
que tuvo en otro tiempo sus pintorescas carajcte- 
1 ístieas. y que hoy se íunde, lentamente, en laá co- 
rrientes inmigratorias, como un metal en otro me- 



166 ALBERTO LASPLACES 

tal Las perras de la independencia y el largo y 
angustioso período de revoluciones, dieron al gau- 
cho la ocasi-íSn de inmortalizarse, gánete en su l)ra- 
vura irreflexiva y tempestuosa, la mes e^ncial d( 
sus virtudes autóctonas, como sucede en todos Ioí 
p,ueblos primitivos. Aicostujabrado a la libertad 
dueño del esp.aeio ilimitado y semidesierto, cen 
tauro en s!u pingo fuerte y sufrido como él, el gau 
dio fué siendo desalojado de su medio poco a poco 
a medida que la población se hizo más densa, mái 
numerosos los alambrados, más efectiva la autori 
diad, más intensa la cultura. Decir gaucho, es ten 
der detrás de una figura sobria y enérgica una d» 
coraeión sumaria : campo libre y cielo azul. Poi 
eso es que la gran tragedia de la raza agonizante 
una tragedia prolongada y sin gloria, es, desd< 
hace media centuria y lo será por bastante tiemix 
aún, la que agita su alma impotente para inmovi 
lizar o torcer al destino : la luiclha amarga y sin es 
peranzia que libra contra los nuevos conquistado 
rea, — hombres, ideas, costumbres, — que llegai 
como antaño del otro lado de los mares de oriente 
en busca de la fecunda juventud de la tierra qu( 
aguarda la suprema caricia que la haxá esclava a 
hacerla madre. 

Aunque no lo haya querido así; aunque ni m 
quiera haya pensado en ello, Javier de Viana © 
el historiador de ese drama triste, que sigue si 
curso bajo el indiferente parpadeo de nuestra; 
constelaciones meridionales. Su gaucho, es el gna 
eho lamentable de la decadencia, el que lleva ei 
su frente, bien visible, el anuncio de la desapari 



Opiniones literarias 16? 

'ii cercana e incompasáiv'd,. Su temperamento de 
■i-itor realista, crudo muchas veces pero siempre 
ícrvador exacto y ¡pintor admirable, lo ha arro- 
jado a la erapres*! de grabar para siempre en el 
breve hlok del cuento cien tipos distintos de nues- 
tras campesinos, para los cuales su subjetivismo 
tiene a veces una tierna suavidad que emociona, co- 
mo el de una mano materna para un hijo débil y 
defectuoso. Conocedor profundo de la na^iuraleza 
patria; devoto de su cielo cambiante, de ^s cu- 
ohillas monocordes de amigas pendientes, de sus 
selvas bajas e intrincadas que esconldien arroyuelos 
minúsculos y nenáosos', de sus pájaros inquietos y 
burlones, de sus lejanías violadas qu€ esfuman ho- 
rizontes distantes, todos sus libros son una oración 
ferviente al terruño querido, una afreiida senti- 
mental a aquello del exterior que lleva también en 
su interior como una música que no se apaga nun- 
ca, como una alucinación que sólo con la vida des- 
aparece. No llega por esito a la falsedad del patrio- 
terismo de los que crean un mundo a su capricho 
dentro de las fronteras de su país, un am)biente de 
chillona y teatral litografía. Carlos Roxlo da un 
ejemiplo de eás mal gusto palabrero y vacío que 
no podrá llegar a ser nunca un documento históri- 
co por su falta de verdad, ni un docuimento lite- 
"io por su falta de belleza. Javier ide Viana ama, 
como todos, lo que lo rodea, pero no tiene necesi- 
dad de deformarlo con ridículos afeites y lo acepta 
y lo describe y lo adora como es, a semejanza de 
la mujer querida que la aceptamos con todo aque- 
llo que pueda herirnos o disgustarnos. Viana ha 



168 ALBERTO LASPLACES 

resistido a esa corriemte de artifieiosidad, que uoí 
lia legado un tipo de gaucho heroico, perfectamm- 
te absurdo, que vemoái aecioiiar todavía alg(ima« 
veces en ciertos escenarios de segundo ordea, en 
estamipas que adornan ciertos libros escolares, o 
hace muecas en ciertas reuniones polítiosa,' en las 
cuales se hace un deliberado monopolio del patrio- 
tismo nacional. Homibre de su tíemipo ha lanzado 
su mirada penetrante al aniibiente ca'yjesdno y ha 
comprobado que el lote que ha tocad a sus hom- 
bres es más de dolor que de felicidad, nás de ííoin. 
bra qut de luz. Por eso de su obra sacíi eonseeuen- 
eiaa pesimistas aquellos que suponen que las so- 
ciedades han de conservar siempre su misma es- 
tructura, mientras que extraen consecuencias op- 
timistas los que como j'o creen que la evolución es 
cruel con lo inferior, como debe ser para que lo 
superior triunfe y se imponga. 

El primer libro de Viana, "Campo", ¿«pareció en 
1896 De inmediato llamó la atención de la crí- 
tica y del público por la nueva nota que daba 
en nuwtro ambiente completamente desprovisto de 
fieles narradores de la vida campera. Convenció 
por la originalidad de los argumentoi, por la fres- 
cura de la inspiración, por lo novedoso del estilo. 
La primera victoria la conquistó a la primer es- 
caramuza. Desde entonces, tuvo el campo abierto a 
.sus actividades, y hay que reconocer que no de- 
fraudó a sus admiiradoreá y que trabajó desde en- 
tonces incansablemente, y ha^ta con un poco de 
apresuramiento en estos últimos años. La crudeza 
de algunas de las escenas por él descritas, levan- 



OPINIONES LITERARIAS 169 

tó protestas de parte de esos moradistas a la vio- 
leta que nunca falta.n, y' que esgriaiiieron en su 
contra pesados lanzones que fueron de sus abuelos 
y que estaban carcominods de orín, y olvidados en 
un rincón. Pero muestro amibiente, un poco menos 
indinado a la gazmoñería que algunos europeoe, 
recibió con general elogio la obra del novel eseii- 
tor que tan bien se presentaba en la liza del arte 
literario. De inmediato quedó consagrad» y filu 
nombra se pronunció con respeto más aún que en 
el fogón alrededor del cual charla el paisanaje, en 
la ciudad másj apta para comprenderlo y para 
apiNJcicirlo. Puede que la sencillez campesina se 
baya sentido d'CíSorientAdia ante lao primeras narra- 
ciones de Javier de Viana, demasiado complicadas 
para su psicología primitiva y a flor de piel. 
Nuestro ganeiho entiende la literataira a su mane- 
ra, peix) de una sola manera Los estudios que se 
hagan sobre su pensonalidad le interesan mucho 
míenos que una vidalita o una décima que le ha- 
blan sentimentalmente de su pago, de su oliina, de 
su guitarra o de su vida eírrante por las colinas 
iguales del terruño. Los librosí de Viana, sobre todo 
los primeros, aún siendo obras literarias de gran 
móritj, obedecen a un plan científlco perfectamen- 
te definido, Salen, en absoluto de las narraciones 
disilvanadas y pintorescas que entretienen a los 
paisanos, estiimulando ¿lu imaginación o su coraje. 
La mayoría de sus cuentos, presentan también ese 
encanto: son fáciles y agradables, y se deslizan 
ecmo una charla amistosa y amena. Pero no está 
ahí su principal fuerza: bajo el di&lfraz de la tra- 



170 ALBERTO LASPLACES 

Jim hábil y del estilo cálido y silvestre, late un 
problema sociológico o criniiinológicói. Un lector 
superficial será atraído segTiramente por el inte- 
rés teatral de la narración o por su lenguaje exac- 
to y amenudo brillante, sin llegar a lo artifi'cioso. 
Pero como en todo realismio bien entendido, Viana 
no ha pretendido copiar simplemente lo que ha vis- ■ 
to, sino que ha combinado los elementos que le ha ^ 
dado la realidad para hacerlos inarcihar, de aeuer- 1 
do con las enseñanzas del procedimiento de Zola y r 
^Maupassant, obedieaites a leyes fatales, más o me- \ 
nos comprobadas. En ^Manduca 3Jatcg, el viejo en- ': 
canecido en 'Campañas revolucionarias que se de- '■ 
cide a no enrolars'e en ninguna otra patriada, es- 1 
tudia el efecto de la herencia, la costuimbre y el } 
ainbiente que logran hacerle olvidar todas sais * 
promesas asi como la nueva montonera se organí- ? 
za ant« sus ojos. En "Por la causa" hay' una mag- 1 
nífioa pintura de ambiente caTiipero en día de elec- 1 
ciones, dejando ver todo lo repulsivo de la lucha | 
s'anguinaria que se entabla amenudo alrededor de % 
las urnas. Cipriano el "pueblero", no es el fa- ij 
nático, que se enrola atento sólo al triunfo de su '^ 
causa ; es un espectador inteligente y' un crítico sin ^ 
piedad Nada más exacto ni más severo que las ob-'i 
."^ervaciones que guían su pensamiento y que le | 
prueban al fin, que ha marchado en pos de un ge- 1 
neroso impulso, mientras a su redor sólo hier- p 
ven inconfesablas ambiciones que arrastran gran- 1 
des contingentes de irresiponsaibles . Ese cuento ' 
cruel es mía de laá más fonmidables condenas que 
conozco de nuestra politiquería criolla, inspirado- 



OPINIONES LITERARIAS 171 

ra de ;iioviiiiÍ6iitos armados, cuya repetición eafer- 
Tiiiza sólo acusó, durante largo tiemipo, nuestra 
impotencia para damos un go-bierno regular y pro- 
pio, sustentado sobre reales bases denilocráticas. 
Encuentro que Viana predica en él un poco más 
d¿ lo conveniente; pero no poi eí/o sais enseñanzas 
dejan de ser saludables. 

En "Gurí", segundo li))ro de Viana, aparecido 
en 1901, el autor hace un hermoso estudio de la 
autOTugestión y deseribe de mano maestra el inun- 
do de las prostitutas, adivinas y brujas, que se 
amontonan en las repugmantes inmediiaciones de 
nuestros pueblos del interior Gurí, hombre fuerte 
del campo, es un juguete y una víctima de ese 
ambiente malsano, en el que prosperan todas las 
enfermedades y todas las degeneraciones, así físi- 
cas como morales. Un "daño" lo m,ata; un "daño" 
que Qo esítá sino en la intención de la que le desea 
el mal y quiere vengarse de su desprecio, y en su 
cerebro rudimentario y supersticioso. Viana no ha 
recargado las tintas, pero taniii)0'C0 ha ocultado 
nada. "Gurí", es una llaga abierta, de la que 
brota pus, y da a conocer una de las más oscuras y 
repulsivas tragedias que pueden ocurrir en nuev 
tro campo, una tragedia bastante frecuente, por 
desgracia, y que no sería imposible evitar con enér- 
gicas medidas de saneamiento social. Acompañan 
a ' ' Gurí ' ', en el mismo libro, otros cuentos basados 
también en escenas de la vida criolla o revolucio- 
naria, todos ellas sobresalientes. ' 

Anterior a la aparición de "Gurí" es "Gau- 
cha" la únitca novela debida a la pluma de Javier 



172 .'.LUERTO LASPLACES 

de Viana, y hasta ahora su obra más seria y de 
mayoi'es alientos, aunque no la más feliz. Ninguno 
de sus libros fué más discutido ; ningiuno mereeii'i 
críticas más acerbas y más generales. Tanto fué 
así, que Viana se vio obligado a modificar el final 
de la novela, que se resistían el público y la crítica 
a aceptar, añadiéndole otras escenas que, en reali- 
dad, nada modifican ni eoanpensan. El autor, pum 
el siguiente prólogo en la segunda edición: "En 
una de mis frecuenteá excunsiones por la cam)paíía, 
llegué una tarde a casa die un estanciero amigo re- 
sidente en Corrales, Concluida la cena, vino la in- 
dispensable tertulia en la cocina, donde, sentados 
en troncos de ceibo, alrededor del fogón, patrone'?. 
peonen y forasteros toman mate y platican con una 
simplicidad verdaderamente . democrática. Se habló 
de "matreros", y un gaucho viejo, envejecido en 
el pago, naiTÓ un epir>odio local, altamente dramá- 
tico y emocionante. El patrón y loa peones lo ha- 
bían oído referir cien veces; y, sin embargo, escn- 
eliOiban atentos y' tenían húmedos los ojos, cuan- 
do el tosco narrador remató la trágica historia. Yo 
la oí conmovido y emprendí una serie de prolijas 
investigaciones para cerciorarme de la verdad del 
relato, concluyendo por adquirir la convioción de 
que era perfectamente histórico. Hace de esto algo 
más de diez años En el transcurso de ese tiemipo, 
fui escribiendo los diversos episodios que forman 
mi primer libro "Campo", y muchos otras que hoy 
aparecen en "Gurí". ¿Por qué nio utilicé nunca la 
narración del viejo paisano, aquella historia que 
tanto me seducía y que no se borraiba de mi mente ? 



OPINIONES LITERARIAS 173 

No sé explicarlo Un día, eu otra exíjursión cajm- 
pestre, conocí a Juana, una tierna y Sentimental 
criatura, una descolorida flor silvestre que se mo- 
ría de un mal extraño e invisible en un ranciio 
humilde semiescondido entre las frondas del Oli- 
mar. Entonces pensé en escribir el querido episo- 
dio, tomando por protagonista a mi nueva conoci- 
da, y empecé con un cuento titulado : ' ' Margarita 
blanca". Las ideas se fueron acumulando, las cuar- 
tillas de papel se suicedieron y ;por uno de esos m- 
voliintaires détonrs de la coniposition litteraire de 
que habla Bourget, mi plan se modificó por com- 
pleto, mi cuento se transformó en novela, "Marga- 
rita blanca" se convirtió en "Gaucha", La narra- 
ción del viejo paisano quc'dó relegada a la escena 
final del libro. Fui a IMontevideo, entregué a las 
cajas los primeros capítulos de mi obra y mieiitras 
corregía las pruebas iba reAásando los capítulos 
subsiguientes. Y en esa tarea encontré que los dos 
últimos, los que encerraban el episodio originario, 
estaban de más en el nuevo plan, desde que no 
agregaban nada a la idea fundamental y que, ade- 
mad, por su extrañeza podrían ser juzgados inve- 
rosímiles haciéndole perder a la novela el carácter 
de estudio serio, real, casi científico que para mí 
tenía. Los suprimí, Viana se engañó, y la protesta 
contra el sombrío final de su libro, fué general. 
Pero esa protesta no logró que el escritor, fiel a sí 
mismo, le diera otro desenlace menos desagradable 
Al contrario. De mi parte, creo con Viana, que la 
novela termina en donde la terminó en la primera 
edición La escena de la violación de la virginidad 



174 ALBERTO LASPLACES 

de Juana por el matrero Lorenzo, sin deisaparecer 
del libro, ha sido seiguida por otra más brutal to- 
davía, más repugnante, más desconsoladora. Si al 
final del libro quedaba una impresión agria, lo es 
mneho más abora, en que el autor ha vuelto a des- 
plomar sobre las blancas espaldas de Juana imevos 
sinsabores, nuevas e irreparables desgracias. El 
matrero Lorenzo, terror del pago, bandid*o sin nin- 
guna generosidad, sin ningún rasgo simpático, 
triunfa sdbre todo valido de su coraje, de su sMn- 
cia y de du falta absoluta de moralidiad. Todo se 
inclina ante su voluntad arbitraria. Y cuando se 
enouentra oon un ser fino y complicado, bello y 
suave eomo esa Juana producto .exótico de la unión 
de dos sangres y de dos culturas distintas, lo halla 
sin voluntad y .sin defensa, coano un 'Ca.mpo libre a 
sus apetitos groseros, a sus bárbaras lujurias. Como 
si no fuera bastante, también Lucio, el amigo y 
novio de Juana, un paisano honrado, bueno y va- 
liente, es dominado por el matrero rencoroso y ven- 
gativo. Todo lo puro, lo sano, lo bueno, es vencido, 
y al final de la novela se hiergoie trinoiifante el 
bandido al frente de su banda sanguinaria. Toda 
la tesis dte la novela, — una tesis negativa y pesi- 
misíta, — está en una de las últimas reflexiones de 
Juana. "En el Puesto del Fondo ya nada queda. 
Don Zoilo y don Lucio han muerto; los ranchos 
han desaparecido consumidos por las llamas; el ru- 
bio Lorenzo y sus compañeros han triunfado. 
Ellos quedan, los fuertes, las repreí'entantes de la 
raza indomable. Ellos quedan; el pajonal que ardió 
en la noche, volverá a crecer más tupido y más 



OPINIONES LITERARIAS 175 

lü/,ano en la próxima piiiuavera. Lo que desapare- 
ce es lo débil, lo muy viejo, como el huraño trenza- 
dor, y los ranchos de adobe, lo insignificante como 
Lucio y ella ..." E,sas reflexiones son inaceptables. 
En "Caucha" no triunfa lo fuerte s*obre lo débil; 
es lo bárbaro y lo repulsivo sobre la gracia y la 
honradez. Por eso es una obra antipática y hasta 
odiosa Si^ grandes mérito«, representados por el 
dominio maestro en la narración, las descripciones 
magníficas y el e&tudio comii>leto de los caracteres, 
están eclipsados por el desaiTollo de los aconteci- 
mientos que sublevan en nuestra alma sois fibras 
más sanas, sus ideales más queridos. No creo que 
haya nada en nuestra literatura más sombrío y má.s 
violento. Viana no ha estado bien al engendrar 
esta novela, que si lleva el sello de su inteligencia 
y de su manera, es inferior a muchos de ^s cuen- 
tos 

Después de estos libros, Viana ha publicado 
"Macachines", "Yu!j''os" y "Leña seca", lo« tres 
formados por breves narraciones camperas', en las 
que no tiene igual. De teda i<u obra, prefiero sus 
dos prim^eros libros de cuentos aquellos que senta- 
ron definitivamente la fama literaria de que goza. 
Hay gn ellos más frescura más juventud, al mis- 
mo tiempo que máá estudio y n-enos improvisación. 
Obligado a ganarse la vida con sus' escritos, después 
de haber gozado de una desahogada posición econó- 
mica, su obra se ha resentido algo de apresuramien- 
to y failta de selección. Se adivina a Viana buscan- 
do los temas para hilvanar un cuento con la pre- 
mura dt- un artículo de periódico, en vez de salir 



176 ALBERTO LASPLACES / 

a SU encuentro, purificado como un sacerdote ante 
la divinidad que desciende. No se ba secado la 
fuente de su inspiración, no ha disminuido el en- 
canto de sus historias, no ha desmerecido su estilo 
haáta llegar a lo inaceptable. Perc se ve a su cere- 
bro ocupado en otros menesteres y su mano ha per- 
dido bastante de su vieja serenidad de antaño. Ha 
forzado su capacidad creadiora y el número ha lle- 
gado a resentir el mérito de m obra. Aquí y allá 
un cnento trazado en forma insuiperable nos diee 
que es eapaz sino de superarse por lo menos de ^r 
tan brillante como antes. Parece haber en su caso 
algo de lo que él mismo llamaría "un caballo can- 
sao", al cual la mala suerte ha obligado a realizar, 
un esfuieirzo mayor al conveniente. A pesar de 
ello, toda su obra presenta loes mismos? caracteres, 
y como dije al principio de este estudio, los mis- 
mos defectos y virtudes. De toda ella se de^jP rende 
qae Javier de Viana es un cuentista insuperable en 
temías de índole campesina Asomlara la fidelidad 
con que deiscriibe sus tipos, que pinta muelias veces 
de un sólo y firme trazo. Muchos de ellos, resultan 
personajes definitivos y hasta simbólicos, capaces 
de animar una novela A veces como los verdade- 
ros poetas, es más lo que da a entender que lo que 
dice, no teniendo precio algunas de sus miniatu- 
ras, en las que asombra por su don de síntesis, 
tanto en la estructura de la trama co-mo en la so- 
briedad del estilo. Sus descripeiones del terruño 
son exactas y variadas, y a través de ellas se tran»- 
pajrenta un gran amor latente, que no se pierde en 
protestan ni gritos. Casi sieanpre cuenta con sim- 



OPINIONES LITERARIAS 177 

plkidad, sin hacer gestos, sin levanUir la voz, con 
un poco de sorna en unas ocasiones, con indignación 
eñ otras. Pero el gran mérito de su labor, está en 
su significación humana y colectiva, en su signifi- 
cación como elemento fiel de la realidad. Le ha 
tocado ol)servar y e&'üudiar la decadencia de una 
raza que está llamada a desaparecer, absorbida por 
las exigencias de una <íívilizaeión cada día más uni- 
fonu'e. El gaucho, ha perdido ya todo lo autoSctono, 
lo pintoreteo, lo propio. Shi vida sencilla se vía com- 
plicando con nuevas necesidades, con nuevos gus- 
tws. Cada día pierde su traje una pilcha caracte- 
rí&'tica, su lenguaje un giro sabroso, su cerebro una 
idea heredada. Su vida se transforma rápidamen- 
te, como su indumentaria, y la cocina económica 
reemplaza al clásico fogón, el carburo deslumbra 
a la vela de sebo, el autopiano ensordece a la .suiaive 
guitarra, y hasita el automóvil, conquistador de 
las más difíciles y empinadas rutas, deja atrás a 
los resistentes matungos, héroes callados y sufridos 
que también se abandonan poco a poco. La raza 
cam¡pe9Ína ha resistido, pero lentamente se doblega 
a la fuerza que la somete, con los ojos entristecidos 
y el corazón conturbado. De ahí que oa/^i todas las 
historias de Viana sean trágica^ y descon^ladoras, 
como que describen un drama oscuro y silencioso, 
el más oscuro y silencioso que es posible imaginar. 



Diciembre de 1918. 



El ^'Eiial" 

Por Constancio C. Vigil 



Con el nambre simfbólico de "El Erial", Cons- 
tancio C. Vigil, uno de lo« espíritus' más saüos y 
equilibrados de nuestra América Latina, acaba de 
publicar un libro en el que ha seleccionado una 
parte de su magnífica obra de publicista, sobresa- 
liente / original en todo sentido. Ese volumen de 
raro valor, que sintetiza la aoción apostólica de un 
creyente sincero en la perfeotibilidad de la e'jpefcie, 
ha de vivir para siemipre como una nota honrosa 
de viril franqueza en nues'tro ambiente sin orienta- 
ciones definidas aún, y i-n el que tales esfuerzos del 
pensamiento no son, por des;íracia, todo lo fre- 
cuentes que es de desear. 

Vigil es de los que ha entendido el periodismo 
611 su verdadera y noble faz. Su concepto de la 
hoja impresa no es seguramente el del quie ¡preten- 
de lucrar, halagando las pasiones del público para 
arrancarle su óbolo. No: para su idiosincrasia ba- 
tallajdora, el periódico es una atalav'a y una tri- 
buna, y el periodismo un austero deber. Cree que 
en el mun,do las co:^8 no marchan como debieran 
y para manifestarlo usa el periódico de donde síu 



OPINIONES LITIRARIAS 179 

palabra grave y autorizada se trasmite a miles y 
miles de- conciencias, e^ímpo fecundo que espera la 
violación del arado para hacer g>erminar la sagra- 
da ijemilla en que late el futuro. Según ese modo 
de ver, el periodista es un maestro y el periódico 
la oátoilia desde donde se enstña. Tal es la gran 
misión de la prensa llamada justamente, el cuarto 
poder; misión de pedagogía al mismo tiempo que 
de ele^/amiento humano y que contribuy'e quizá 
más poderosamente que ninguna otra arma social, 
a desarraigar prejui<?ia=?, combatir eiTore^ y llevar 
a todos los espíritus el suave resplandor de la ver- 
dad. 

La obra de Vigil es, dentro de su unidad de pro- 
I pósito, variada y multifonne. A pesar de la abun- 
ídancia de temas que aborda, "El 'Erial" presenta 
a un ob-servador atento o a un lector devoto una 
tral^azón interna que une armoniosamente todas 
sufs partes. No es un libro en el que se tra¿tlucen 
distintos estados de espíritu, sino que da a conocer 
un sólo intento generoso, un misticismo humanita- 
rio aplicado al vasto panorama de la vida. Así la 
obra de Vigil tiene distintas facetas, como un bien 
tallado diamante. Bien considerado, es todo un 
programa de sociología práctica, "télica", como le 
llamaría Lester "Ward. Con genial intuición ha 
comprendido claramente que nuestra joven Améri- 
ca, formidable laboratorio de una raza futura, es 
un terreno propicio a las magnas cosechas y que 
en ella las reformas sociales han de encontrar una 
rer.iítencia mucho menor que en las milenaria^ so- 
ciedades europeais en donde todo conspira en fa- 



180 ALBERTO LASPLACES 

vor de ün estatismo tradicional, de profuii/das nai- 
ces, que es el obstáculo mayor que se puede oponer 
al progreso rehilar de las ideas renovadoras. La 
obra del sociólogo ha de ser en América obra de 
previsión y de porvenir. ria> que evitar que los 
nionstraosos defectos de una civilización caduca 
nos haga arrastrar una iprematura anicianidad en 
nuestros cuerpos de niño. Así. sni propaganda bri- 
llante tí incansable, refiriéndose a graves deforma- 
ciones ciue de&'de ya apuntají en el cuerpo social de 
nuestras repúblicas, si bien tienen oportuna apli- 
cación a fenómenos que la realidad acusa, son tam- 
bién un magnífico alegato en contra de su intensi- 
ficación en el mañana. "Temas de la miseria", "La 
redención del indio", "Por el niño" y "Para la 
paz de América", son otras tantas puertas abier- 
tas a nuestra felicidad colectiva, y en donde el au- 
tor combate con la energía singular de un iluani- 
nado y la inquebrantable serenidad de un apóstol. 
Las ' ' Cartas a Juan ' ', modelos en el género episto- 
lar, abordan graves preocupaciones patrióticas, en 
una forma sencilla y accesible a todos los lectores. 
En ellas realiza un nevero análisis, verdadera di- 
sección, del significado de varias palabras-símbo- 
los, cu>'!a comprensión se ha prestadlo hasta ahora 
a graves y profundas deformaciones. Quiere evitar 
que el hombre sea juguete de hilos invisábleá, como 
los que mueven a los fantO(ches sobre la oscuridad 
del telón, y lo invita a pensar y a desentrañar 
por sí mismo el verdadero sentido d-e las cosas, 
como un confesor ayuda al penitente a poner siu 
alma al desnudo para conocer sus irapenfecciones. 



OPINIONES LITERABIAS 181 

Otro tanto podría decirse de otros capítailos del 
libro, en los cuales resiplandeeen las mismas carac- 
terísticas de afirmación, de optimismo, de invulne- 
rable e&'peranza. Así en " PlegariaAS ", en "Parábo- 
las", en "Cartas íntimas", en "Palabras del ca- 
mino". Una especie de misticismo ferviente pone 
un estremecimiento de infinito en la palabra emo- 
cionada de este nmevo evangelizador, que qidere 
incrustar su ensueño maravilloso en el mismo co- 
razón tumultuario de la gran CosmópolLs moderna. 
Uno de los capítulos' de mayor trascendencia y 
alcance en "El Erial" es aquel que Vigil titula 
ahora "Las enfermedades", y' que ya hiaibíamos sa- 
boreado regocijadamente bajo el noimbre de "Me- 
morias del doctor Brain". En ese traibajo, hay que 
admirar al mismo tiemipo que la sensatez inconmo- 
vible del concepto, la valiente franqueza con que 
está estampado. Pertenece Vigil a la ya muchedum- 
bre de los que, reaocionando contra uno de los 
prejuicios más fúñeselos que imponía la universal 
ignorancia, han perdido la fe a los dictamen^ d'e 
la ciencia médica que llamaremos oficial, y vuelven 
a la Gran jMadre Naturaleza, buscando en los agen- 
tes que ella brinda, la regieneraeión física de la 
raza. Es indiscutible que como efecto de la heren- 
cia y de las condiciona aictuales de la vida, no so- 
mos máa que simples aglomeraciones morbosas, car- 
gados como estamos de sustancias extrañas, según 
la gráfica expresión de Kunhne. El agua, el aire, el 
sol, la alimentación sana, el reposo intelectual y 
moral, han de ser nuestros únicoR medicamentos, 
conforme lo sostiene la escuela que va desdie Priezt- 



182 ALBLRTO LASPLACES 

nitz hasta Bilz, que no ha heeho más que aplicar 
ordenadamente los métodos de curiaición que para 
combatir sus lacras fjsicaá eamplean lo« anímale- y 
los salvajes. Vigil quiere que el médico, en ve/. (!■ 
ser un profesicual como cuahiuier otro, sea v,n 
aipósJtil. Imspíranle tamibién sonrisas de duda des- 
pectiva, las modernas) teorías que pretenden inves- 
tigar el origen de los gérmenes patológicos que 
abaten la materia, así como los procedimientos cu-^ 
rativos propuestos. Defiende a los microbios, ino- 
centes efectos de estados anormalet?, die la gran acu- 
&'ación que sobre ellos ha pendido deside la inicia- 
ción de los trabajos de Pasteur, hasta ahora en que 
los leucocitos y fagocitos han venido a desalojarlos 
en la preocupación científica y loñ cuales han de ser 
antes de mucho sustituidos por un nuevo error. No 
mejor concepto pueden iu(Spirartle ciert'otí métodos 
que violan la Naturaleza, sueroterapia, quimiotera- 
pia, etc., y cuyos efectos están a la vista de todos. 
'Esite capítulo de higiene soeial es, a mis ojos, uno 
de los más imiportantes del libro no sólo por su 
valor intrínseco sino porque una nota dé esa espe- 
cie es tan preciosa como rara 

La Drosa en que está escrito este libro exceiiocio- 
nal es otra de sus graoides excelencias. Es una pro- 
sa robusta, sintética, coimo forjada a martillazos 
potentes ^bre uu fuerte yunque. Como está carga- 
da de ideas no tiene como adornarse con e^as galas 
ficticias que tanto gaistan a los que nada pueden 
decíir Por lo general, se tiene un concepto equivo- 
cadio de lo que deibe ser um buen estilo. Haiy quien 
lo supone una opulenta sucesión de adjetivos aiiás 



. OPINIONES LITERARIAS 183 

menod l)i'illante.'3, más o nienos sonoros. Esto es 
un error. La principal virtud de un esitilo es la fiel 
trasmisión del pensamiento, desde que la .palabra 
es su \chículo únieo. Por lo cual, tanto mejor re- 

II ¡tara un estilo literario ciianto más sencillo sea. 

1 a adjetivación y la metáfora son magníficos alia- 
dos, sin duda alguna, pero no deben convertirsíe 
jamás en nervio y funidamento del decir porque 
por sí mismos no tienen alma. Suelen convertirse 
con d'emasiada fatcilidad en un. efitor^bo, y afean con 
una cargazón inaportuna la belleza serena de las 
ideas desnudas rodeándolas con un estrepitoso 
círoulo de ohurrig'uera. "El Erial" está tallado 
sin una ,palabra de más ni de menos. En muchos 
puntos parece que el autor ha tenido necesidad de 
enfrenar su pensamiento riquísimo para ordenarlo 
dentro de las formas normales de la expresión. Es 
quie el fuerte jugo cerebral dlesborda del cauce en 
busca del tíurco que fecundar, cumpliendo con la 
misión a que lo ha encadenado la sapiencia infali- 
ble del destino. 

¿Esto es todo? Sintetizando, algo es, pero segu- 
ramente no lo que se merece una obra del valor y 
de la enjundia filosófica de "El Erial". Si hay 
obra.s a las ouale" todo lo que se les diga está de 
más, éáta, la de Vigil, nunca se comentará excesi- 
vamente, nunca se aplaudirá demasiado. Es una 
obra honrada, sincera y bella. No halaga, castiga; 
no iminúa, descubre; no ruega, exige. Entre la flo- 
ración literaria de los países del Plata, donde liay 
tanto nnodino, tanto vulgar, tanto sin relieve, res- 
plandecerá este libro con su primera magnitud 



184 ALBERTO LASPLACES 

aristocrática, sin que ^a eaipaz de empañar su es- 
plendor ni siquiera la alfomibra de olvido que tien- 
do Saturno tras la huella silenciosa de sus pasos. 

Junio de 1916. 



Alberto Zum-Felde 



Alberto Zum-Félde fué conocido durante mu- 
(dio tiempo en nuestro ambiente literario por Au- 
relio del Hebrón, pseudónimo que se impuáo rápi- 
damente con las pocas pero selectísimas obras que 
dio a conocer en su primera juventud. Muchas ve- 
ces m,e he preguntado por qué sustituyó la sonori- 
dad! magnífica de su verdadero apellido, q;Ue suena 
como lac primeraá notas de un himno, por un pseu- 
dónimo, que será todo lo bello y simbólico que se 
quiera, pero que no responde a una necesidaid y ni 
siquiera a un prurito de buen gusto. Se justifica 
que Girolamo Rapa^netta ansie convertirse en Ga- 
briel el Anunciador, horrorizado por el pedestrismo 
do su nomibre. IlaiSta encontrarnos bien que Anatole 
Tibault, — no un señor Tibault cualquiera, — de- 
spee lltimarse Anatole Franoe, como poseído del es- 
píritu inquieto, sutil y profundo a la vez, del gran 
pueblo que representa y a quien tan bien encarna. 
Pero, en vano he tratado de explicarme la razón 
por la cual Zum-Felde haya querido ser Aurelio 
del Hvibrón, hasta el punto de negar su apellido 
por varios años a sus obras. Como ha reaccionado 
hace ya algún tiempo y' ha vuelto a ser Zum-Felde, 



18G 



ALBERTO LASPLACES 



lü que no debió haber dejado de ser ni iin día, rae 
ioclin3 a creer que todb no ha sido otra eí)6a que 
una siraple e inofensiva "boutade" de la juven- 
tud, época de las emipresas inverosímiles, de los im- 
pulsos brillantes e irrazonados, y de las divinas lo- 
curas que llenan la vida de paisajes imaginarios 
que no volverán jamás . . . 

La ])rimera obra de Zum-Felde está fechada en 
1918. La constituyen catorce sonetos alejandrinos 
qae reunió en un tomo impecable, en finís*imo papel 
y con letras de oro, y que agrupó bajo el título bí- 
blico y sugestivo de "Do/muá Áurea", eterna habi- 
tación de esos seres extraños y felices que sueñan 
y' eantan, A su frente, José Barbieri, hábil artista, 
suave cam arada de café y de noches de arte, ofrece 
el perfil del poeta, un poco inexif/resivo, quizá por 
la dureza de la "pose". Esta obra originalísima no 
trascendió al público. No era para él tampoco. 
Zum-Felde en pleno estetismo, — estetismo im- 
puesto en nuestro ambiente por aquel deslumlbrante 
palabrista, Roberto de las Carreras, — eonsidera- 
ba al arte — función de aristos — como propio a 
ser gustado únicamente en cenáculos elegidos, lejos 
del bullicio maloliente de la turba, incapaz de vi- 
brar ante las puras solieitacáones de la Santa Ma- 
dre la Belleza. Quizá no desdeñara entonces ni una 
palabra del "Credo" de Osear Wilde, en cuya 
portada sonríe aquello de: "la estética es más im- 
portante que la ética". El título "Domius Áurea" 
es 3'a una bandera y un programa. Y si él recuerda 
el ariiítoeratismo implacahle de De Vignj'', su con- 
tenido no puede volcarse íntegro dentro de la mar- 



OPINIONES LITERARIAS 187 

niórea impasil)i]iclad de la escuela en la que pon- 
tiíi(3 Leeonte de Lisie, a p^sar del evidente parna- 
sianisuio de su manera. Podría decirse de él, — 
ímlvando, como es justo, las distancias, — lo que 
dice Fagnet de aquel maravilloso sonetista que se 
llamó José María de Heredia: "imaginación con- 
centrada exprimiéndose en cuadros breves; ningu- 
na retóiñca, ningún ímpetu verbal, horror a lo pro- 
longado. Forma escultural que recuerda las meda- 
llas y los esmaltes, im.ipecable, y de una severidad 
respecto a ella misma que llega a una ei;pecie de 
crueldad, o, si ^ quiere, a un rigor excesivo". Pero 
en ZumFelde hay' algo que traiciona esa tenden- 
cia, y el alma, no aherrojada del todo dentro de su 
prisión parnasiana en que el poeta intenta ence- 
rrarla, sale a flote fi'ecíuentemente y gime su tris- 
teza o Gu esperanza. Así en ese soneto "El Solita- 
rio llama", en donde sangran como heridas o arden 
CK>mo antorchas osto^ dos versos admirables y des- 
esperados : 

"La gloria de estar solo en mi fatal camino 
la espío con la enorme tristeza de estar solo !" 

El estetismo puro de que quiere hacer gala, deja 
e^apar una tibia fragancia sentimental, una pun- 
i;adia de inquietud, un ansia panteí^ta de más allá, 
una humanísima y casi cristiana necesidad del her- 
mano. La pureza del mármol está agrietada por 
una llaga emotiva que hace que los versos dejen 
su sedimento de pasión en el fondo de los corazo- 
nes. Sin embaj*go, de los catorce soneto.^, — "barcas 
de catorce remos", según Darío, — que sostienen 



ALBERTO LASPLACES 

"Domus Aupea" como catorce blanquísimas co- 
lumnas, el que prefiero es "A un puñal", perfecto 
eu su forma, soberbio en su evocación y dentro 
totalmente de los cánones del parnasianismo. No 
resisto a la tentación de citarlo: 



Ereá la más preciosa joya de mi elegancia. 
Flor de Ly's impoluta de mi blasón de esteta. 
Joya trágica, sueña mi idolatría secreta 
tu relámpago, signo de sutil nigromancia. 

Nacido allá en el siglo XVI, de exquisito 
orfebre florentino, de un artífice mago, 
bajo tu vaina de oro, tu fatalismo aciago 
espera aún el instante que ha de exhalar su grito. 

Hierátiea presea ! . . . Rayo de los Vestiglos ! . . . 
Está clamando sangre tu sed de cuatro ^glos ! . . . 
Serán hartas tus ansias cuando en un pecho inti- 

[men. . . 



^fe fascina tu brillo. . . Y mirándote, siento 
la atracción homicida de tu destino cruento 
i y sé que tu belleza me llevará hasta el crimen ! . 



Si seguimos, cronológieaimente. enumerando la 
obra de Zum-Felde, hallaremos en 1911, "El Uru- 
guay ante el concepto sociológico", fuerte folleto 
en el que demuestra oportuna erudición, conoci- 
miento>3 históricos ^ bien orientado concepto socio- 



OPINIONES LITERAKIAS 189 

lógieo. Trabaja actualmente en un libro en el que 
abordará el mismo tema con mucha más amplitud. 
En 1910 un drama en un acto "El Derrumbe", es- 
trenado en Solís, y otro, también en un acto : ' ' Lu- 
lú Margot", publicado en la revista "Apolo" de 
Pérez y Cnris. Ahora, en 1918, publica "El Hua- 
nakauíi", su doctrina americanista,. A esto han de 
agregarse \'arias composiciones en verso, casi todas 
ellas en ritmo libre, y' algunosí artículos de crítica 
y poléniica de indiscutible mérito, varios de los 
cuales publicó Alberto Ghiraldo en su "Ideas y 
Figuras", N." 79, en 1912. En 1911, durante su 
estada en IMaldonado, nos anunciaba la gestación 
de "Lns saturnales", bajo los pinos copóos y fren- 
te a la playa de oro, al mar encrespado y musical 
y al cielo infinito. "Las saturnales" no han apa- 
recido todavía. 



Como se ve, la obra de Zum-Felde, sin ser nume- 
rosa, es variada por los distintos motivos quie la 
inspiran. Aunque esteta exclusivamente en los co- 
mienzos de su vida literaria, no desdeñó d'es.p'U)és 
contribuir con la dádiva de sus más nobles preocu- 
paeion<ís intelectuales al estudio y a la solución de 
diverroa problemas colectivos. Cuando la muerte 
de Ferrer hubo de ocupar una tribuna en una ma- 
nifestación popular de protesta contra el atentado 
reaccionario, protesta qute encabezó Rodó por min- 
cho que se arrepintiera después. IMás tarde, cuando 
el Presidente Batlle y' Ordóñez propusJo la Refonma 
Constitucional a base de Ejecutivo Colegiado, Zum- 
Felde fué de los primeros que se ofreció para lu- 



loo ALBERTO LASPLACES 

chai* en favor de la demoenátiea cruzada. Y sñ des- 
pués de pasada la eferve'vcencia del combate, des- 
apareeij d<il escenario de la vida pública activa, no 
fué ciertamente para encerrarse de nuevo en su 
torre y burilar nuevas ^^oyas como las de "Domus 
Áurea" sino para entregaree al estudio del pro- 
blema continental americano, lejos del bullicio de 
los plvjitos políticos! que han agitado durante estos 
últimos años las capas superficiales y profundas de 
nuestro pueblo. De esa meditación reposada y fe- 
cunda salió "El Huanakauri ", "escrito y publi- 
cado en Montevideo el año mil novecientos diez y 
siete de la "Era vulgar", y cuatrocientos veinti- 
cinco del deácubrimiento de América". Este último 
libro, qii€ me ocupa abora, condensa el fruto de 
gus últimos años de pensamiento y' acusa una orien- 
tación que parece definitiva en su criterio. De las 
concebidas y publicadas basta el presente momen- 
to, es "El Huanakauri" la obra más importante 
de Zum-Felde; la más importante por la amplitu.l 
del tema que aborda y por la significación que tie- 
ne dentro de su propia labor. Desipués de muciio 
dudar ante caminos distintos, da la impresión de 
que cree haber encontrado al. fin "su tema", la mi- 
sióni priraigenria a la que debe dedicar lo más y lo 
mejor de su talento y de su esfuerzo. El, lo dice a 
la entrada mis^mo del libro: "Yo llamo a este li- 
bro Huanakauri porque él es verdaderamente el 
término de un peregrinaje intelectual y la revela- 
ción de un Dentino. Largo y anga.s'tioso es este pe- 
regrinaje, — os lo jnro mis bravos compañeros. 
Poseído de la inquietud sin sosiego y del áspero des- 



OPINIONES LITERARUS 191 

contento de quien debe cumplir algo, aún apesar 
•^Wo, yo no he podido morar ni detenenue más de 
una notílie en sitio alguno, ni creer en ningún Dios, 
ni acatar ninguna ley. ni entregarme a nin^ina 
doctrina, ni sentir ningún amor. Y, a la entrada 
de las ciudades en donde he llegado, y junto al 
temiplo de cada Dios, y al pié del solio de cada 
Ley, y frente a la cátedra de cadla Doctrina, y a 
la puerta de cada Amor, he clavado en tierra mi 
vara die oro para ver si se hundía en ella : pero la 
vara permanecía clavada. Mas, al llegar al punto 
en que se levanta este libro, — conforme al IMito 
epiónimo, — la vara i^e hundió de súbito y para 
siempre." Tal, 'pues, "El Huan&kauri " para Zum- 
Felde Eá la significación misma de su per^aali- 
dad de escritor, la llegada al puerto defípués de 
un fatigoso ambular por mares distintos, desde los 
que le cantaron, sin atraerlo más de una noche, 
engañadoras sirenas. 

Hace algún tiemipo que se mota en la parte nuis 
selecta de la intelectualidad his^Dano-americana, el 
ansia nobilí'dma de alcanzar una fisonomía protpia, 
un aspecto original, de pesar en la balarza del 
mtundo con un valor original distinto a lo otros 
valores colectivos corrientes Esa tendencia a una 
verdadera mayoría de edad continental, ha dado 
ya ricosi finitos, sobre todo en el Río de la Plata, 
que presidirá por lo visto, por segunda vez, la 
emancipación de América, ayer del dominio ex- 
traño, mañana, die las inifluencias transatlánticas 
Muchos espíritus altivos y fuertes, poseídos en to- 
da su plenitud por la misión renovadora que in- 



192 ALBERTO LASPLACES 

cumbe al Nuevo Mundo, — vasto y ^noro labo- 
ratorio donde se funde en riquísimo humus la ra- 
za dominadora del porvenir^ — tratan de encla- 
var en la masa poeo compacta que constituye sus 
mucheduimbres, la conciencia integral de la gran- 
diosidad de su rol. América, — así, con mayúscula, 
— y mucho más que consideraba como una simple 
expresión geográfica, va plasímando rápidamente 
en una concreta y elocuente significación moral y 
social, conforme brota del barro informe y dúc- 
til, bajo los dedos mágicos del artista, la euritmia 
armoniosa de las líneas perfectas. Muchos son ya 
los apóstoles del americanismo, consliderado como 
un estado de espíritu histérico, como una inmi- 
nencia fatal, como una realidad casi palpable. Pe- 
ro si hay unidad en el propó.sito de hacer a Amé- 
rica algo más que un "nuevo mundo", etiqueta 
que cada día expresa menos, no la hay en cambio 
en la consideración de los ideales que ha de «uá- 
tentar .y en los medios que ha de valerse para ello. 
Mientras unos sostienen el panamericanismo, defi- 
nido ya en cien congresos, y que se apoya en el 
pilar angular de la doctrina de IMonroe, con el 
cometido sustancial de la autonomía política y eco- 
nómica de toda la ATüérica, sajona y latina, otro'5, 
dentro del mismo género de aspiraciones, predi- 
can la conveniencia de agrupar solamente a las 
iiaiciones americanas de origen esípañol y porta- 
gU'és, con el objeto de hacer frente a la inevitable 
expansión del imperialismo yankee y de remozar 
o.n el suelo virgen de América la gran raza direc- 
tora y mediterránea que parece entrar en el viejo 
mundo, en una época de ilevantable decadencia. 



OPINIONES LITERAKIAS 193 

Es imposible encajar la doctrina de "El Haa- 
nakauri" en cualquiera de estas don orientaeiones' 
framediiiente antagónieaá. Es iioposible por su ori- 
ginalidad como por su vaguedad. Zum-Felde anun- 
cia la aparición de un nuevo Mito esencialmente 
americano. Arranea para ello de Manco-Capac, — 
el inca de los incas, — para erigir sobre la base 
de su trono fuerte como las murallas monolíticas 
del templo del Sol, el fantá^ico edificio de .su ame- 
ricanismo. Llama hacia sí a todos los pueblos ama- 
sados con raza indígena y levadura latina, — lo 
que llamamos latino aún cuando no lo sea, — y 
con frases inspiradas, de ritmo lento y austero 
quiere infnnidirles la conciencia de que han de fun- 
dar una civilización nueva, distinta de la europea y 
de la norteamericana ^simbolizada en la férrea Man- 
nathán Quiere, pue^, la independencia espiritual, 
la bnsca y el descubrimiento del propio yo para la- 
brar sobre su cimiento inviolable la obra de las ge- 
neraciones futuras que se inician en la acción, To- 
das las obras del género de "El Hanakauri" pue- 
den ser contemipladas desde dos aspectos di^intos: 
desde el sociólogo y desde el literario, desde el 
científico y desde el artístico. Sin embargo, "El 
Huanakauri" nada tiene que ver con el primer 
aspecto y se veda totalmente a cualquier rama de 
la eie'.icia. Zum-Felde mismo se coloca consciente- 
mente lejoá de ese esliera diciendo.- "Queremos se- 
ñalar en la historia del humano desenvolvimiento 
el punto en que el hombre se emancipa del ciego 
determinismo de las cosas y de los hechos y va a 
determinarse a sí mismo por su propia conciencia, 

OP. LIT. — 13 



194 ALBERTO LASPLACES 

superior a los hechos y a las cosas. Queremos se- 
parar el punto ea q^ue el hombre pone su mente y 
su voluntad sobre la oscura mecánica de la mate- 
ria y sobre la aiicestral fatalidad de la historia". 
Y más adelante-. "Y si me preguntáis cómo se de- 
muestra esto, os responderemos: esto no se de- 
muestra. Esto no puede ni Jebe ser demostrado. 
Esto se siente o no se siente; es m.ás profundo que 
la demotstración " Lo cual me inhabilita deíde el 
primer momento para estoidiar las doctrinas' ex- 
puestas en "El Huanakauri" probablemente con 
la idea de que se prox)agnen, y a pasar por alto 
sobre una serie de errores sociológicos que contiene 
y' que la hacen una obra de débilísima trama cien- 
tífica. '"'El Huanakauri'' debe ser considerado co- 
mo una obra literaria de índole imaginativa y sub- 
getiva; como un poema en prosa. La pretensión de 
libertamos del determinisano de las cosas y de los 
hecíhos es una pretensión fabulosa- Y en cuanto a la 
eficacia de sus doctrinaa no la creemos muy gran- 
de desde como uo pueden demostrarle caerán fá- 
cilmente dentro del dominio de lo falso al consi- 
derarlas desde el punto de vista del conocimiento 
y de la trasmisión de las ideas 'El último argu- 
mento esgrimido por los deístas es ese, de que la 
existencia de Dios no se prueba sino que se siente. 
Con lo .nal quedarán muy satisfechos los que en 
realidad lo sienten pero la idea no habrá adelantado 
uij ^lo paso. Y en cuanto a que el Espíritu es todo 
en la civilización y en el progreso de los pueblos, 
63 un viejo error transportado desde la filosofía 
a la sociología, y que enunció hace muchos siglos 



OPINIONES LITERARIAS 195 

Sócrates diciendo que primero e independiente- 
mente se formaban los conceptos y se obraba des- 
pués ses^ún ellos, teoría definitivamente abandona- 
da hace mucho y totalmente inadmisible sobre todo 
cuando se trata de aplicarla a organismos como 
una sociedad, cu>'a e%x)íluiedión obedece a tanitas y a 
tan distintas solicitaciones. "¡Cnán peligroisa es 
la doeti-ina que no ve en los hechos sociales más' 
que el producto de comtinaciones mentales. — di- 
ce Durckeim. — y que un sencillo artificio dia- 
léctico, como el que la creó, puede en un momento 
trastornar completamente ! ' ' 

Zum-Felde anuncia la llegada de un nuevo ]Mito. 
i Un n'ije^'^o Mito' Los mitos no son hijos de simples 
maniobras cere<brales, ni de autosugestiones voliti- 
vas. Son condensaeioneá de ]a realidad objetiva, 
símbol'^s vivos, pero efectos y no causas. El mito 
aparece cuando una fatalidad lo empuja, v no ha- 
ce más que encubrir una impotenicia irredimible, 
o sintetizar ¡un ansia qne no logra nvanifestarse 
de otro modo. El mito eí^ un estado de espíritu cu- 
yos puntos de apoyo y de origen están en el exte- 
rior del ser. Un estado de espíritu no puede origi- 
nar.-'e integramente en otro estado de espíritu. 
¡ Sería haber t-neontrado la cuadratura del círcu- 
lo ! Todo lo cual quiere significar dos cosas : que el 
I mito sera ijmipresicindible en la vida hunnana mien- 
tras el liombre no posea el decreto de la vida, y 
que el mito no se puede crear pott* una siu^ple invo- 
i cación o una afirmiajción de su necesidad o su utili- 
I dad. Ya aparecerá el mito o los mitos americanos 
I cuando esa fuerza oscura y misteriosa que guía las 



196 ALBERTO LASPLACES 

socáedades, así lo re^aelva Entre tanto, querer 
erigirlos de la nada, qnerer despertar la conciencia 
de su necesidad es operar con las sombras, es le- 
vantar montañas con niebla inconsistente y bur- 
lona, es engañarse con una vano e^ejismo, agra- 
dable cuando más a nuesltra egolatría que puede 
permitirse la ilusión db cirear, de presidir la mar- 
oha de los destinos humanos, de obrar indepen- 
dientemente de las demás energías de la Naturale- 
za, menos palpables pero más decisivas. Consuelo 
inocente, que no debemos por cierto restar a los 
temperamento^; simplistas que se consideran cono 
el centro del mundo, al par de las antiguas con- 
cepciones geocéntricag que suponían a la Tierra, — 
a eáte insignificante planeta. — como el centro del 
Universo visible e invisible. 

La huella de "El HnanaL'auri" obra absoluta- 
mente subjetiva, desdeñosa, de la realidad, pro- 
ducto de un concepto puramente personal del pro- 
blema americano, "que no se puede demostrar" 
no despertará gran eco en las muchedumbres del 
continente, sin la colaboración de las cuales es qui- 
raiérico tentar cualquier renovación colectiva. Las 
muchedumbres, como todas las pasadas y' futu- 
ras hasta la consumación de los siglos, exigen ideas 
concreta'?, ideales su;-tanciosos' v aeeesibles a su 
domprenrúón, solidas arfiuitectuias estructiwales^. 
En cambio, "El Huanakauri" considerado como 
obra liteiaria, será apreciado de diferente mane- 
ra. Es indiseiutible que es un a,rtista el que ha 
escrito esas páginas armoniosas y sonoras, un ar- 
tista que desdeñando la sociología se sintió Soció- 
logo y demostró que no lo era lie sostenido siem- 



OPINIONES LITERAELVS 197 

pre que en Arte no hay sino individualidades, sub- 
jetivismos, al revés de la ciencia que no marcha 
sino a fuerza de generalidades objetivad. Por eso 
es que unos y otros — artistas y hombres de cien- 
cia, — al salir de sus dominios, fracasan ruidosa 
mente. Se pasó el tiempo en que Be creía en la in- 
falibilidad del relámpago genial, en la instantánea 
revelación ^midivina, en la eficacia de las pitoni- 
sas y de los iluminados. La vida humana ha pene- 
trado en el dominio del Gran Todo y no acierta 
í! libertarse de Iq^ mil lazos que la atan tanto a lo 
que la rodea como a lo que la precedió y a lo que 
la sucederá. "Lo que hacemos, — dice un filósofo 
tan pocio áospeehabla de materialismo como Bald- 
win, — es función de lo que pensamos y lo qu<3 
pen?>'aremos función de lo que hacemos". ¿Cómo 
so desata este nudo gordiano? 

"El ITuanakauri" está escrito en forma poemá- 
tica, lo cual prueba la intención del autor de hacer 
de él una obra eminentemente artística. Probable- 
mente cf'. ha creído en libertad para adoptar esa 
form.a especial, pero no, por que entk en un todo 
de acuerdo con su temperamento literario, con su 
manera propia en la expresión del pensamiento. 
!E.l estilo, es el hombre, vieja verdad que se caim- 
pile siemipre por mueho que el ho-mlbre suponga 
ane puede libertarle de él. Constituyen "El Hua- 
üalcauri" ciento eincuenta y cuatro estancias o 
versículos — algo así como estrofas en prosa, — 
agrupadas en doce jomadas o capítulos. Esa prosa 
es exclamativa, serena, rotunda, como alguno^ 
creen que conviene a una empresa así. 



198 ALBERTO LASPLACES 

El esteta de "Domus Áurea", sigue siendo el 
mismo esteta en "El Huanakauri", y habla con la 
misma seriedad trascendental de quien oficia un 
culto sagrado. Jando a sus palabras iproporcioneS 
doTOi'esuradas y a sus frases la jerarquía de en- 
tonelas inapelablas. Tiene su gran valor emocio- 
nal esa manera de expresar lo^ conceptos, pero a 
nd ver, resulta oratoria, artificiosa y estrangulaida. 
Toda la doctrina contenida en "El Huanakuari" 
cabría en diez páginas, sin olvidar nada de lo sus- 
tancial que comprende, y, sin embargo, ocupa, no- 
venta y seis, llenas do fatigosa? repeticiones, de 
insisi enicias injustificadas, de vastos rodeos. Se V3 
claramente que el autor ha levantado su templa 
sobre tres o cuatro ideas, como sobre tres o cuatro 
fuertes columnas. Alrededor de estas ideas gene- 
ratrices de luz propia, giran una porción de satéli- 
tes que aunque desaparecieran nada quitarían a 
aquellaá de su esiplendor y de su belleza Creo que 
obra hubiera ganado mucho si Zum-Felde hubiese 
ido derechamente y decididamente a la que se pro- 
pone, líse fin es totalmente dinámico: despertar 
la conciencia americana, el orgullo americano, la 
energía americana. No se propone dict-ar un pro- 
grama, indicar un riel, crear una norma, sino apro- 
vechar y encauzar una fuerza inmensa que hoy' 
í?e pierde sin provecho alguno. El proposito es í^e- 
neroso y elevado. Indica en el autor una nobilí- 
siitma inquiet¿ud que lo prestigia con bien s'aneados 
blasones. Lo lamentable es que su obra, que tantos 
méritos ostenta, falle por el error de querer inter- 
pretar lo objetivo desdt lo subjetivo, confundien- 



OPINIONES LITERARIAS 199 

do los efectos con las causas intentando edificar a 
espaldas del deterrainismo y suponiendo que el 
pensamiento basta para originar la gravitación 
tanto en los fenómenos cósmicos como en los co- 
lectivos. La literatura social para ser fecunda, ha 
de acomodarse a los límites que le imponen las le- 
yes físicas y biológicas. Y desde el punto do vista 
de lo artístico puro, ha de sintetizar, para que sur- 
jan los símbolos que no son ni han sido nunca 
otra cosa que síntesis. No me cansaré jamás df 
aconsejar eso a nuestros escritores. La diivisa ha 
de ser una: hay que conjcretar. La vida moderna 
no a'lmite pérdidas de tiempo. Los pueblos para 
comiprender y realizar exigen brevedad, nitidez 
Las primeras muchedumbres cristianas, — coü'O 
las de ahora, — no conocían las narraciones evangé- 
licas, ni tomaban parte en las interminables dispu- 
tas dogmáticas. Les bastaba un ideal concreto: 
el de la igualdad de espíritu, único que las arrastró 
El sansculotte no hubiera sabido enumerar los de- 
rechos del hombre ni comprender su significación 
ni su alcanice. Pero tenía sieniipre en sus lab".7S 
tres palabras inágicasS: liberté, egalité, fraternité, 
que ^ntetizaban sus aspiraciones de igualdad' po- 
lítica. El socialista contemporáneo tampoco agita 
tan poderosamente las capas sociales perdido en 
un mar engañoso de principos: metafísicos, ni de 
datos estadísticos. Ansia solamente menos trabajo 
y más dignidad; su ideal es el de la igualdad eco- 
nómica ; sus aspiraciones son conoretas y limitadas, 
de horizontes refringidos y sencillísima estruc- 
tura. No hay qoie olvidar tales hechos cuando se 



200 ALBERTO LASPLACES 

emiprende la tarea de predicar una Bu'cna Nueva. 
Aquel que desdeña la naturaleza y las exigencias 
del terreno en que lia de fructificar la semilla se 
expone a perder la semilla y condenar a la esteri- 
lidad su esíuerzo. En tal orden de cosas, miás qui- 
zá que en ningún otro, hay que someterse a la Na- 
turaleza omnipotente, o renunciar al propósito. 
La ley es inflexible, y no hay manera alguna de 
librarse de ella . 

Marzo de 1918. 



índice 



índice 

Págs. 

Prólogo 5 

Adolfo Agorio. Su obra literaria 11 

José Pedro Bella» 23 

Ernesto Herrera 33 

Horacio Quiroga 48 

«F21 Terruño», por Carlos JReyles G2 

El «Ariel», de José Enrifiuc Rodó 77 

Florencio Sánchez 140 

Va/. Ferreira coufeiencista 149 

Javier de Viana 164 

«El Erial», por Constancio C. Vigil 178 

Alberto Zum-Feldc 185 



Obras editadas por LA BOLSA DE LOS LIBROS 

qqi-eaLLE saRaNOí-iiíii 



JiAüplaceii (A.1.— « Literatos Uruguayos Cüiitemporá- 

neos». Prosistas $ 0. 80 

A^orio (Adoiío) («Jacol)»). — <>I,!i Fragua», apuntos «le 
la Guerra europea, 1 t., $ 0.4(1. -«Fuerza y Uere- 
cho». Aspectos morales de la Guerra europea, 1 t., 
$ 0.50. — «La Sombjt» de ICuropa», nuevos concep- 
tos de la Moral, 1 tomo » l.ü<> 

Cru7, (Aleides). — «Incursión del General Fructuoso Uive- 

ra a las Misiones» » 0.40 

Rérquer ^Gustavo A.), -«Rimas», coa una nota preli- 
minar de Leoncio Lasso de la Vega y un canto 
por G. del Busio . . , » 0.30 

"Aliniifuerte" (Pwiiro Palacios'l.- «Apostrofe», poema. » CÍO 

— «Poesías», con un estudio de A. i,asplaces . . » O.líT) 

— «Niu'vas Poesías» y «KrangélicaS", con lU) estu- 
dio del l)r. AK'edo Palacios > 0..-!5 

Arosta y Lar» (Fe<ieri<-o IC). — «l,e<'i'iones de l>erecLo 

Consiilueional e Instrucción Cívica», 1 lomo, . » 1.1H^> 

— «Cumentiirio de la t'onslilución Uruguava de 

lülS— 1 lomo ' . . > O ;{0 

— «l'i'rvenir del l)<reelio píldico externo. Be la 

iu~tu-ia iiitcrnacioníd» » O 40 

HoUeinan— Uuíniica inorgánica (en español), 1 t., tela » 6.0o 
Sayug-ués Laso ( K.).— «Vistas fiscales», con las sen- 
tencias correspondientes, 3 tomos » (l.óii 

— «La Investigación de la paternidad» 1 t., 450 piíg». » 2 OÜ 

— «Cuesiiones Jurídica-.», 1 tomo de 400 págs . » H.W 
Kubén Darío.— «Prosas Profanas», con prólogo de Josó 

K. Kodó .0.35 

— «.Azul» ■» O di 

Barrett Jíafael).- «Piálogos, conversaciones y utros es- 
critos. . * » 9. H.f) 

Zol» (Eniiliol. -.FI Ensueño. 2 tomos » O.ñO 

Itoxio (Carlos).— «ICI Liliro de las Himas. .... » H.Bó 

Zorrill» de San Warfiu Juan.— «Detaili s de llisioria 

Üí.iplaiense», 1 t , . . . . » O 50. 

— «'Paliaré» y «Ijt Leyenda Patria». .... . 0. 5Ü 

Hneterliiick (Mauricio).— «La Muerte», «La Vldii de 

las Aliejas», «La Inteligencia de las Flores», «Los 
liioses de la (iui-rr.i» (catia volmuen) .... » 0.35 

Ingenieros (José).- fiigniíicación liislóiica del maxi- 

malismo . 0. 10 

Canipoamor íHamón dei. — «Kl Tren expreso» . . » O 10 

Bleliau Latinar (Luis) — «I-a acción funesta de los Par- 
tidas tradicionales en la Reforma Constitucional» • O.Ct* 
Sigílele /Scipto) — «Uis Ciencias Sociales y sus aplica- 
eioMcs». VersiÓH.castellana de Alberto Lasplaees. 
Ohi-a recomendada por la Dincción de Instruc- 
ción Primaria . .... ... » 1 0<) 

Mas de Ayala tlsidn.) — Lecciones de Química In 

orgánica, 1 tomo de ItíO páiís . 1 20 

Rablndraniith Taifore— La Luna Nueva, 1 tomo . . » 0..'iñ 

La nnvTa Conslituclón » "• 1" 

Amado Servo.— «Perlas negias», 1 tomo » O 50 

— «Solciiad», 1 lomo > "25 

— «Florilegio», i t.'Uio .0.20 

Del ('ampo (Kstanislao)— «Fausto» (poesías criollas) . » 11.25 
Foe Edgardo)- «Poemas. » O.yó 



/^ 



lAAY 1 ^ 1972 



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PQ Lasplaces, Alberto 

8510 Opiniones literarias 

L3